Internacional - Política

El ELN ofrece rehenes para continuar el diálogo con el nuevo gobierno de Colombia

2018-08-24

Sinar Alvarado, The New York Times

LA HABANA — El domingo 19 de agosto, en el subsuelo de un hotel de la capital cubana, el jefe negociador del Ejército de Liberación Nacional en las conversaciones con el gobierno de Colombia, Pablo Beltrán, aseguró a The New York Times que el ELN liberará pronto a nueve secuestrados. “Son cuatro soldados, tres policías y dos contratistas militares”, dijo el guerrillero de 64 años, cuyo nombre real es Israel Ramírez Pineda. Al día siguiente, el ELN difundió un video con pruebas de supervivencia donde tres de los prisioneros enviaban mensajes desde la selva.

Durante la entrevista con The New York Times, aunque no aportó datos precisos, Beltrán señaló también que era “muy posible” que hubiera más secuestrados en poder del ELN y que están dispuestos a entregarlos en el futuro. Según fuentes en la delegación negociadora del movimiento guerrillero, el gobierno de Iván Duque, elegido el 17 de junio, exigió una liberación como gesto humanitario y pidió que se concretara antes de la toma de posesión, celebrada el 7 de agosto. De acuerdo con el ELN, retrasos en los protocolos de seguridad han demorado la entrega.

Beltrán cursó estudios de ingeniería y empezó como guerrillero urbano en los años ochenta. Ha sido sentenciado a 39 años de prisión por el secuestro de un avión comercial en 1999. Es miembro del Comando Central que dirige el ELN y suele ser considerado su vocero internacional. A lo largo de los últimos veinte años ha participado en distintas conversaciones de paz entre ese movimiento maoísta y varios presidentes de Colombia.

Instalado en La Habana desde mayo de este año —luego de que la mesa de negociación fuera trasladada desde Quito, Ecuador—, Beltrán espera que el gobierno entrante designe a sus nuevos delegados. Declaró que estaban listos para silenciar los fusiles por un tiempo. “Con el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos avanzamos un 90 por ciento y dejamos casi listo el diseño para un nuevo cese al fuego bilateral”, dijo.

Las Fuerzas Armadas de Colombia y el ELN ya han suspendido sus combates en ocasiones anteriores, pero siempre han sido acuerdos parciales: las tropas no abandonan sus posiciones ni sus objetivos militares. Solo detienen temporalmente las acciones ofensivas. Actos bélicos como los secuestros de militares, la detención de guerrilleros y la voladura de oleoductos continúan. Esta semana, en El Tarra, al nororiente del país, fue capturado quien es conocido como Brayan, el supuesto jefe de finanzas del ELN, en la región del Catatumbo, junto a otros cuatro miembros de esta guerrilla.

“Mientras negociamos la paz acá en Cuba, la guerra en Colombia sigue”, dijo Beltrán, que pasa sus días en un barrio alejado del casco histórico en La Habana.

El Acuerdo de Paz firmado hace dos años entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la guerrilla más grande del país, significó su repliegue del campo de batalla y también una oportunidad para otros grupos que aún combaten. El ELN pasó a ocupar varios de esos territorios, aunque Beltrán asegura que el costo ha sido alto. “En la medida en que las Farc se retiraron, la arremetida militar ha sido total contra nosotros. Eso lleva más de dos años”.

Pero el ELN no está dispuesto a una desmovilización en los mismos términos que las Farc. Según el comandante, ese proceso les ha enseñado que un posible acuerdo debe basarse en la reciprocidad. “Si usted cumple, yo cumplo”, dijo. A diferencia de las Farc, que entregaron todas sus armas en unos pocos días, Beltrán dijo que el ELN ha propuesto soltar las suyas de forma gradual, a medida que vean gestos concretos del gobierno: primero un 30 por ciento, después otro 30 por ciento y, al final, un 40 por ciento.

“Tenemos el ejemplo de las Farc y nos tiene muy asustados. Porque el gobierno firma y después sus niveles de incumplimiento son altísimos”, argumentó Beltrán. Muchos de sus hombres ven con incredulidad un acuerdo de paz con el nuevo gobierno, dijo; otros están preocupados por su seguridad después de un eventual desarme. Existe un grave precedente del lado de las Farc: 76 de sus excombatientes han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz a fines de 2016.

Esta violencia focalizada contrasta con las cifras generales de homicidios en el país, que alcanzaron su nivel más bajo en los últimos 42 años, según un informe reciente de la Fiscalía General de la Nación.

Durante la campaña electoral, Iván Duque y su partido, el Centro Democrático, plantearon propuestas que sembraron dudas sobre la continuidad de las negociaciones con las distintas guerrillas. Pero el día que asumió el poder, el nuevo presidente fijó un plazo de treinta días para “realizar una evaluación responsable, prudente y completa del proceso de conversaciones que durante diecisiete meses se ha adelantado con el ELN”, sin suspenderlo a priori, como muchos en la oposición temían que haría.

El gesto de Duque representó un cambio en su discurso tradicional contra la insurgencia. Pero también fue inesperado si se tienen en cuenta las acciones violentas del ELN a principios de este año, que parecieron alejarlos de la mesa de negociación. En febrero, atentados de esta guerrilla en los departamentos de Atlántico y Bolívar dejaron seis policías muertos y varios heridos. En Norte de Santander, otro atentado provocó la muerte de cinco militares.

“Creo que el presidente fue mucho más allá de lo que todo el mundo esperaba en relación con su discurso de campaña. Él mostró un interés en alcanzar una solución negociada”, dijo el académico y político Frank Pearl, que fue quien inició las prolongadas conversaciones con el ELN en abril de 2009, como alto comisionado de Paz durante el mandato de Álvaro Uribe, y continuó con Juan Manuel Santos como jefe negociador del gobierno.

Pearl trabajó también en la negociación con las antiguas Farc, y reconoce en el ELN un interlocutor muy distinto. “El ELN es una organización con redes que actúan de manera invisible. Ellos no operan como un ejército con comando y control, sino como una confederación, como la Iglesia. Lo que piensa un cura no es lo mismo que piensa el papa. En este caso el riesgo de disidencia es sin duda mayor”.

Según Pearl, hay un grupo dentro del movimiento guerrillero, donde están Pablo Beltrán y Juan Carlos Cuéllar, que genuinamente quiere alcanzar una solución política negociada. “Pero hay otro grupo que no quiere eso”, señaló. “Lo que no puede ocurrir es que ellos por un lado digan que están negociando y realicen ‘gestos humanitarios’ liberando secuestrados. Eso nunca debió ocurrir. Lo humanitario hubiera sido nunca secuestrar a nadie”.

Las tropas del ELN —que existe desde 1964 y se ha convertido en la guerrilla más antigua del hemisferio tras el desarme de las Farc— suman “varios miles” de hombres, de acuerdo con Beltrán, la mayoría camuflados en las zonas urbanas de Colombia.

Pero el jefe negociador insistió en que no buscan la implementación del socialismo en Colombia, sino “cambios básicos urgentes. Entre ellos, sacar la violencia de la política, para que ser líder social no signifique cargar una lápida en la espalda”, dijo. Y aclaró que lo que piden al gobierno es “que entregue el anillo, no el dedo”: que ceda privilegios y que ayude a revertir la inequidad que mantiene a Colombia como uno de los tres países más desiguales de Latinoamérica, según el Banco Mundial.

Sentado en una silla en un solitario hotel de La Habana, el veterano comandante guerrillero dice que cada tanto habla con Miguel Ceballos, el nuevo alto comisionado de Paz. A partir de estas conversaciones, Beltrán dice que ha percibido voluntad política de parte del nuevo gobierno. Sin embargo, Ceballos prefirió no hacer declaraciones para este reportaje.

El próximo 7 de septiembre vence el plazo que estableció Iván Duque para revisar las conversaciones con el ELN. Mientras tanto, Pablo Beltrán y los demás miembros de la delegación permanecen en La Habana y algunos viajan a Colombia cada tanto para intentar impulsar un nuevo ciclo de conversaciones.

“Este cambio de gobierno es para nosotros un receso”, dijo Beltrán. “Pero en los cuatro años de Duque es posible lograr un acuerdo con el ELN. Ese es el mensaje”.



Jamileth