Trascendental

La búsqueda de la sabiduría

2018-08-28

La tercera parte es la conclusión a la que llega el poeta (vv. 23-28). Son dos las...

Por: Tais Gea 

"El texto de Job 28 es llamado el Elogio a la sabiduría"


El texto de Job 28 es llamado el Elogio a la sabiduría. Se encuentra al final de los diálogos de Job con los tres amigos. Es una síntesis de la búsqueda de la sabiduría que se refleja en los diálogos anteriores y prepara para la respuesta de Yahvé en los capítulos 38-42.

Se puede estructurar de la siguiente manera. En primer lugar el poeta manifiesta la búsqueda del hombre por encontrar la sabiduría (vv. 1-11). Utiliza la imagen del minero quien explora  hasta lo más hondo (v.3). Pero aún así no encuentra la sabiduría.

Proverbios confirma esta empresa inútil al afirmar que ni siquiera la altura del cielo, la profundidad de la tierra y el corazón de los reyes se puede penetrar (Prov 25, 3). ¿Cómo pues pretende el poeta explorar la sabiduría? Y más aún ¿Cómo pretende conocer la profundidad de Dios? (cf Job 11, 7). Este verbo se le aplica más bien a Dios. Él si puede sondear  y conocer al hombre (Sal 139, 1.23).

Después de utilizar la imagen de la minería, el autor sagrado, manifiesta que los animales tampoco la encuentran. Ni los animales del cielo (buitre y halcón) ni los de la tierra (fieras y cachorro de león) (vv. 7-8). Estos animales, junto con otras realidades de la naturaleza, son enlistados en los capítulos 38 y 39 del libro de Job. En ellos, el autor pone en boca de Dios una serie de preguntas irónicas. Lo que pretende es hacer ver cómo Dios es el origen y el orden de toda la creación y no el hombre (representado por Job). Este hombre es presentado como el que pretende saberlo todo: «Dilo si tanto sabes y entiendes» 38, 4, «Dilo si todo lo sabes» 38, 18. Con estas preguntas el autor quiere mostrar lo vana que es la pretensión de Job de conocer la sabiduría.

La segunda parte del elogio (vv.12-22) muestra al hombre que, con más humildad, reconoce que no ha encontrado la sabiduría. La buscó con sus propias fuerzas pero no la encontró. Ahora se pregunta: «pero la sabiduría ¿de dónde se saca ? ¿cuál es el lugar de la inteligencia ?» (v.12.20). Ni el abismo, ni el mar la encuentran (v.14).

Y ¿por qué el deseo del hombre por encontrar la sabiduría? Porque sabe que el hombre que alcanza  sabiduría y que adquiere inteligencia es dichoso (Prov 3, 13). La sabiduría le trae porvenir y su esperanza no fracasará (Prov 24, 14). Por eso está dispuesto a comprar la sabiduría. Pero se da cuenta que aunque quisiera no se puede comprar. «¿Podrá comprar sabiduría?» se pregunta el autor de Proverbios (Prov 17, 16). Es lo más preciado: «adquirir sabiduría vale más que las perlas» (v.18). También lo indica Proverbios afirmando que el hombre que encuentra la sabiduría es dichoso ya que vale más que la ganancia de la plata y el oro. Es más preciosa que las perlas. (cf Prov 3, 13-15).   

La tercera parte es la conclusión a la que llega el poeta (vv. 23-28). Son dos las afirmaciones. La primera es que sólo Dios conoce su camino (v.23). Sólo Él conoce la sabiduría. Y no solo la conoce sino que la ve, la mide, la asienta y la revisa (v.27). Y la segunda conclusión es la respuesta del hombre.  Respetar  al Señor es la sabiduría y apartarse del mal la inteligencia (v.28). Es la conclusión a la que llega también el libro de Proverbios (1, 7; 9, 10) y que se suma el salmista (Sal 111, 10) considerando como principio de la sabiduría el respeto al Señor y que son inteligentes los que la practican.

A esta misma conclusión llega Job al final de su libro. Después de todo el recorrido, los cuestionamientos, los diálogos, las luchas interiores, el texto termina con una muestra de la sabiduría adquirida por Job con estas palabras:

«Job respondio? a Yahvé: Me doy cuenta que todo lo puedes, que eres capaz de cualquier proyecto. [Dijiste:] «¿Quién es éste que vela mi designio con razones carentes de sentido?». Sí, hablé sin pensar de maravillas que me superan y que ignoro. (Escucha y déjame hablar, te voy a preguntar y tú me instruirás.) Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento echado en el polvo y la ceniza.» (42, 1-6)

 



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