Internacional - Población

Venezuela 'muere' de hambre

2018-09-19

El drástico racionamiento de alimentos, la creciente desnutrición y, en algunos casos...

 

Mientras Venezuela atraviesa su peor crisis económica en la historia, el presidente Nicolás Maduro cenó en uno de los más lujosos restaurantes de Estambul durante su gira en China y Turquía, y Bloomberg Businessweek documentó cómo el hambre ha mermado incluso en la apariencia de sus ciudadanos.

Mucho se ha escrito sobre el hambre venezolana desde que años atrás la otrora potencia petrolera se hundiera en el caos económico. El drástico racionamiento de alimentos, la creciente desnutrición y, en algunos casos extremos, la inanición, conforman una agobiante cotidianidad.

Pero si esta realidad no se vive de primera mano es difícil comprenderla y sentirla: ver cómo el rostro de un vecino de años se transforma y adelgaza lentamente, o notar cómo la camiseta favorita de tu papá cuelga ahora anchamente sobre su parca figura.
Algunos habían sufrido de sobrepeso, resultado en parte de la dieta típica venezolana: abundantes alimentos fritos y ricos en almidones, que se ingieren en cenas servidas en la noche. Una de ellas ha incluso escuchado que se ve mejor ahora. En realidad, no se siente mejor. Se siente igual que los demás: débil, derrotada, deprimida. Para ellos, el reflejo de caras estrechas que devuelven sus espejos es un recordatorio cruel y eterno de todo lo que han perdido a lo largo de la peor crisis económica que ellos, y el resto de su país, han conocido.

Yetsi Martínez. Enfermera, 46 años, casada, dos hijos, vive en un barrio de clase trabajadora en Caracas Peso precrisis: 74.8 kilos Peso actual: 54.8 kilos.

“Toda esta crisis nos ha cambiado la vida. Es horrible.”

Llora y está furiosa. En una rápida sucesión de ideas comenta que tanto ella como su esposo perdieron sus trabajos, y que ella estuvo trabajando como estilista para completar la quincena. Eso también se terminó cuando decidió vender sus tijeras y una secadora de pelo para pagar algunas facturas. La dieta de su familia solía estar cargada con proteínas y calorías. Carne, pollo, jamón, huevos, queso y pan dulce eran cotidianos en su alimentación. Los viernes en la noche se cenaba fuera y el fin de semana era sinónimo de parrillada.

“No podemos pagar nada de eso ahora”. Ni siquiera, dice, un pastel para la fiesta de cumpleaños. Hoy en día, depende de los subsidios alimenticios del gobierno y le sirve a su familia vegetales y verduras baratas como maíz, apio y yuca. Su hija mayor, de 21 años, quiere irse del país. Sus amigos ya lo han hecho. Está pensando en probar suerte en Perú. “También lo he pensado”, admite Martínez, con lágrimas que se asoman en los ojos. “Dejaría a mi hija menor con mi mamá”.



Jamileth

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