Nacional - Política

Gobierno honesto y cero corrupción en México: López Obrador

2018-12-01

López Obrador juró como el primer presidente de izquierda en la historia reciente de...

Por CHRISTOPHER SHERMAN y MARÍA VERZA

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Con la banda presidencial que le tomó más de una década conseguir cruzada sobre el pecho, Andrés Manuel López Obrador recordó ante el Congreso de México a un joven que habló con él desde una bicicleta mientras estaba camino a asumir el poder.

“Me dijo: tú no tienes derecho a fallarnos. Y ése es el compromiso que tengo con el pueblo: no tengo derecho a fallar”, dijo ante invitados que estallaran en aplausos y ovaciones.

Luego gritó “¡Viva México!” y comenzó la entonación del himno nacional.

Poco antes del mediodía del sábado, López Obrador juró como el primer presidente de izquierda en la historia reciente de México con la promesa de lograr cambios profundos en una sociedad que en los últimos años ha padecido una violencia y corrupción creciente. Su llegada al Ejecutivo marca un punto de inflexión en uno de los experimentos de apertura de mercado y privatización más radicales del mundo.

“Hoy no sólo inicia un nuevo gobierno, hoy inicia un cambio de régimen político”, dijo el izquierdista de 65 años desde la tribuna de la Cámara de Diputados. “A partir de ahora se iniciará una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México”.

Sin embargo, y tal como lo dijo tras ganar las elecciones de julio, señaló que no piensa perseguir a los funcionarios de gobiernos anteriores porque no lo anima la “venganza” y que es “partidario del perdón y la indulgencia”. Esta posición le ha valido desde hace semanas diversas críticas de quienes piensan que eso abre paso a la impunidad que también ha dicho que combatirá.

López Obrador agregó que si algún funcionario o familiar comete algún delito o incurre en prácticas de corrupción se les investigará y castigará.

En su primer discurso como presidente, aseguró que el suyo será un gobierno honesto que peleará por disminuir la desigualdad, uno de los grandes problemas que enfrenta el país.

“Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo”, dijo. “Ésa es la causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y de la violencia que padecemos”.

También aseguró que en su gobierno no habría lugar para los fraudes electorales y se comprometió a no aumentar los precios de la gasolina, situación que generó gran enojo entre la población durante la gestión de su predecesor.

Por último, enlistó algunas acciones que pretende tomar, entre ellas, la cancelación de la reforma educativa, atención médica gratuita en zonas marginadas, que los aumentos al salario mínimo no volverán a fijarse por debajo de la inflación y que los jóvenes que quieran trabajar deberán ser contratados y recibirán un salario.

La ceremonia concluyó entre aplausos tras un discurso de cerca de hora y media. Aún con la banda presidencial en el pecho, López Obrador tardó varios minutos más en salir: legisladores lo rodeaban y detenían para saludarlo y tomarse fotografías con sus celulares.

Durante años, México tuvo una economía cerrada controlada por el Estado, pero desde la entrada en vigor del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio en 1986, la nación firmó más acuerdos de libre comercio que casi cualquier otro país y privatizó casi todos los sectores de su economía, a excepción del petróleo y la electricidad. Ahora, sin embargo, López Obrador ofrece un discurso inaudito en el país desde la década de 1960: quiere construir más refinerías de petróleo estatales y anima a los mexicanos a “no comprar en el extranjero (...) vamos a producir en México lo que consumimos”.

Después de prestar juramento ante la Cámara de Diputados, López Obrador planea celebrar otra ceremonia el sábado más tarde en la principal plaza de la Ciudad de México, el Zócalo, donde un líder de las comunidades indígenas le entregará un símbolo tradicional de autoridad: un bastón ceremonial de madera. El acto será una gran celebración que incluirá música tradicional.

La ceremonia formal se realiza ante la presencia de varios líderes y presidentes de distintos países.

El nuevo mandatario trasladará su oficina al Palacio Nacional, ubicado en uno de los costados del Zócalo, y seguirá viviendo en su casa en lugar de mudarse a la lujosa y custodiada residencia presidencial de Los Pinos. Cerrada al público desde que se construyó en la década de 1935, la residencia ahora será utilizada para eventos públicos y el sábado, de hecho, fue por primera vez abierta al público.

Jesús Basilio, un comerciante de 55, fue uno de los primeros en llegar para entrar a la que llamó “la casa del pueblo”. Es, dijo, “un lugar emblemático en el que por primera vez vamos a poder ingresar”.

Gabriela Barrientos, una secretaria jubilada de 71 años, también llegó temprano. “Este día no se va a volver a repetir. Estuve al pie del cañón y por fin llegó ese día”, dijo una mujer que aseguró ser una seguidora desde hace mucho de López Obrador.

El traspaso del poder comenzó a medianoche, cuando los nuevos secretarios del gabinete prestaron juramento para ocupar puestos clave de seguridad, una tradición destinada a garantizar que siempre haya alguien al frente del Ejército, la Armada y de la Secretaría de Gobernación, la principal agencia de seguridad interna del país.

La nueva secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo en una ceremonia posterior a la medianoche que el nuevo gobierno escuchará a todos, “a la mayoría y a las minorías, pues en democracia todas las opiniones pueden expresarse”.

López Obrador logró una aplastante victoria en las elecciones del 1 de julio tras dos fracasadas candidaturas a la presidencia, y es el primer líder desde la Revolución Mexicana que se hizo un nombre como líder activista. Considera su llegada al poder como la “cuarta transformación” del país, luego de la independencia mexicana de España, las reformas liberales que acabaron con el dominio de la Iglesia en 1850 y la revolución (1910-1917).

Su predecesor, Enrique Peña Nieto, deja el cargo con un índice de aprobación en mínimos históricos, que algunas encuestas sitúan entre el 20 y el 24%. Peña Nieto no logró frenar el aumento de la delincuencia ni gestionar la llegada de miles de migrantes centroamericanos a la frontera con Estados Unidos, donde están acampados, lo que hace que esos dos asuntos sean los retos más inmediatos para la nueva presidencia.



JMRS
Utilidades Para Usted de El Periódico de México