Mujeres

Londres se rinde ante Michelle Obama, primera dama superstar

2018-12-03

"Venir aquí fue como revivir mi pasado", reconoció Michelle. "Si eres...

Por CARLOS FRESNEDA, El Mundo

Hasta 80,000 euros llegó a pedir la "reventa" por una entrada en Viagogo. Más de 40,000 mil londinenses se quedaron en la lista de espera, y muchos de ellos acudieron en masa al Royal Festival Hall para verla con toda su altura saliendo del coche. La estrella era Michelle Obama, considerada como la segunda mujer más influyente del planeta (después de Angelina Jolie), causando a su paso un furor tan solo comparable al de su paisana Beyoncé cuando cantó y bailó en Wembley.

Michelle vino a presentar 'Mi historia' (Plaza y Janés), a sus radiantes 54 años y en el arranque de una gira europea que muchos han querido ver como un primer paso para su propia candidatura presidencial. Y sin embargo la ex primera dama recalca a las primeras de cambio que no, que no tiene "la menor intención de presentarse a un cargo público", que siempre le ha dado un poco de grima la política y que "lo ocurrido en estos diez últimos años no ha hecho cambiar mucho eso".

Ni siquiera la llegada de Donald Trump (y Melania) a la Casa Blanca le han hecho cambiar de idea. Su sucesora nunca le pidió el menor consejo, reconoce. Y sobre el sucesor de su marido prefiere no hablar más de la cuenta, aunque admite que se le "revuelve el estómago" cuando sigue las noticias y que se pregunta a menudo "cuándo tocaremos fondo".

Más allá de las cifras siderales de la reventa, la aparición de Michelle 'Superstar' en Londres cobró un valor especial, después de que ella misma anunciara la suspensión de sus "actuaciones" en París y Berlín, para poder volver a tiempo para el funeral de George Bush, padre, "y unirme a su familia en la celebración de una vida ejemplar".

"Me ha conmovido profundamente el entusiasmo suscitado por mis memorias, y prometo volver en cuanto ajuste el calendario del próximo año", anticipó Michelle, que antes de ponerse a tiro de los 2,700 espectadores que abarrotaron el Royal Festival Hall al sur del Támesis, quiso hacer un "gig" en la escuela Elizabeth Garrett Anderson de Islington. Allí estudiaban 900 niñas de 55 países diferentes cuando se dejó caer en la primera visita presidencial en el 2009.

"Venir aquí fue como revivir mi pasado", reconoció Michelle. "Si eres mujer, pobre y de color, pareces condenada a la invisibilidad, y contra eso tendréis que luchar... Y si os preguntáis como conseguí derribar las barreras y llegar hasta aquí, el secreto es muy fácil: educación. Nunca me salté las clases, siempre entregué a tiempo los trabajos, pensaba que ser lista era lo más 'cool' del mundo".

Sobre su salto improbable del South Side de Chicago a la Casa Blanca, pasando por la Universidad de Princeton, habla largo y tendido en las 518 páginas de sus memorias traducidas sobre la marcha a más de 30 idiomas. En ellas relata cómo aquel licenciado en Columbia y asociado en prácticas (tres años mayor que ella) consiguió ablandarla durante con su dulce persistencia y su irresistible sonrisa: "Resultaba indiscutible que, incluso con su cuestionable sentido del estilo, Barack era un partidazo".

Michelle decidió contarlo abiertamente en 'Mi historia' y ahora habla de ello como lo más normal del mundo. Malia y Sasha no cayeron del cielo. La pareja pasó por serios problemas y tuvieron que recurrir a un psicólogo familiar. Después de un aborto natural, decidieron recurrir a la fertilización 'in vitro'. Y el resto es historia.

Recuerda Michelle como fue Sasha, con seis años, quien le dio en última instancia "permiso" a su padre para presentarse a las elecciones presidenciales, con el típico beso de "buenas noches". El futuro de las niñas y la presión sobre la familia era lo que más le preocupaba en la carrera hacia la Casa Blanca, en la que ya interfirió a su manera Donald Trump cerrando filas con los 'birthers', cuestionando que Obama hubiera nacido en suelo norteamericano "y poniendo en riesgo la seguridad de mi familia".Desde entonces se la tuvo jurada a Trump y desde entonces guarda un rencor al mundo de la política, por la facilidad con la que recurre al bulo y al insulto, como cuando la tildaron de "mujer negra cabreada", cuando se metieron con el tamaño de su trasero, o cuando cuestionaron incluso si era una mujer o un hombre: "He sentido muchas veces rabia y dolor, pero casi siempre he intentado tomármelo con humor".

Dicho lo cual, a Michelle Obama reconoce que siente una "honda preocupación" por el futuro de su país. Le desagrada especialmente el empeño de Trump en deshacer todo el legado de su marido y en instigar el miedo y la desconfianza entre los estadounidenses. No duda en referirse a él como el presidente "misógino" y en criticar " la uniformidad desalentadora, el tipo de ambiente masculino y blanco con el que me he enfrentado toda mi vida", y que se vuelto a apoderar de Washington.

Y a pesar de todo, a pesar de la experiencia acumulada de ocho años en la Casa Blanca,y de las encuestas que demuestran su popularidad comparable tan solo a de su amiga Oprah Winfrey, Michelle sigue resistiéndose (al menos aparantemente) a la erótica de la política: "Me desanima esa visión tribal de la vida entre rojos y azules, la idea de tener que elegir un bando y apoyarlo hasta el final... Creo en el poder del voto y en la política como medio para conseguir cambios positivos. Pero sencillamente no estoy hecha para luchar en esa arena".

Vestida con un traje-pantalón ampuloso y blanco, agasajada por el púbico como si fuera una estrella de la NBA, Michelle Obama respondió a las preguntas indiscretas de la escritora nigeriana Chimananda Ngozi, que preguntó de entrada por su pasión por la mantequilla de cacahuete... "Es cierto que ese fue mi desayuno durante la mitad de mi vida. Pensaba que un poco de proteína por la mañana me daría fuerza. Y así fue, aunque a los veintitantos años me pasé a la granola".Habló Michelle de la influencia de sus padres, de la apertura que practicaba su familia a la hora de la cena: "Nos daban consejos del tipo 'el sexo es divertido, pero sed responsables y poned amor'... Eran conversaciones poco o nada habituales en una familia negra en aquellos tiempos". Homenajeó en particular a su padre, su lucha con la artereosclerosis y su determinación a ante la adversidad.Admitió Michelle que, tras la salida de la Casa Blanca mantiene con su marido "una sana rivalidad": "El estaba escribiendo su libro, yo el mío. Él es un verdadero escritor, yo soy una contadora de historias. Es lo que mejor se me da y lo que quiero seguir haciendo".

Relató también su dificultad para atenerse a los protocolos, y el momento de debilidad cuando le pasó el brazo por el hombro a la Reina: "Sé que me salté las reglas, pero soy humana... La Reina me siguió el juego y luego en el coche ella misma me dijo: no hagas caso a los protocolos. Son basura".

Admitió Michelle que no está hecha de la madera de su marido, a quien definió como "Mr. Vamos a Cambiar el Mundo". A la pregunta de qué viene después del libro, la ex primera dama respondió lanzando balones fuera: "Llegará un momento en que dejaré de hablar y empezaré a escuchar, sobre todo a la gente joven, a ver qué resuena".



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