Detrás del Muro

El asentamiento israelí como escaparate del capitalismo

2018-12-04

El asentamiento, que al principio cumplía la función de ocupación...

John Muller | El Mundo

Si una política israelí ha tenido éxito en pocos años es la de los asentamientos, sobre todo en el territorio ocupado de Cisjordania. He vuelto a visitar Israel después de casi un lustro en un viaje organizado por su Ministerio de Asuntos Estratégicos: lo que hace unos años eran frágiles pilas de ladrillos con colonos sudorosos que sostenían una manguera con un chorrito de agua para mezclar cemento en medio de un pedregal, hoy son palacetes rodeados de verdes jardines en urbanizaciones que parecen copiadas de Beverly Hills.

El asentamiento, que al principio cumplía la función de ocupación física de un territorio en disputa, ahora sirve también como reclamo político, como cartel de los placeres que brinda la prosperidad capitalista -tal como sucedía con el duelo de escaparates entre Berlín Occidental y Oriental antes de que cayera el Muro- y como mensaje subversivo contra la Autoridad Nacional Palestina al dejar en evidencia su incapacidad de generar bienestar para los ciudadanos bajo su mando directo.

Los tiempos en que los colonos eran asesinados cada vez que levantaban sus viviendas parecen haber quedado atrás. Hace cinco o diez años, esto era lo habitual.

Entre las zonas delimitadas en Cisjordania por los acuerdos de Oslo y por el Muro de separación entre palestinos e israelíes, hay carreteras y zonas mixtas que hay que compartir. En las vías, las matrículas blancas de los palestinos coexisten con las amarillas de los israelíes. Los prejuicios duran poco en la carretera. No siempre los coches más modestos llevan matrícula blanca. Pero esto sólo se aprecia al verlos de cerca.

Las señales de los caminos recuerdan a los israelíes en qué localidades de este territorio invadido en 1967 no deben entrar. Una de ellas es Ramala, la capital palestina. A muy pocos minutos de aquí, el empresario jerosolimitano Ramy Levy, propietario de la tercera cadena de retail de Israel, ha levantado un centro comercial mixto donde israelíes y palestinos hacen la compra. La experiencia se inició en 2016 y, al parecer, funciona.

Levy procede de una familia muy pobre de Nachlaot, un suburbio de Jerusalén, formada por un israelí y una iraquí. En 1992, con 37 años, puso su primer supermercado y hoy tiene 44. Es el rey de la venta con descuento en el país. Se estima que ha reducido un 20% el precio de la cesta promedio en Jerusalén y alrededores.

Las vías de comunicación son críticas en Cisjordania. En el valle del Jordán, donde los israelíes han creado algunas de las granjas más innovadoras, se está formando una comunidad mixta. Aquí viven unos 5,600 colonos israelíes repartidos en varias explotaciones -incluidos tres 'kibutzim'- que comprenden unas 3,500 hectáreas de tierra irrigada gota a gota por el río Jordán. Ahí nacen palmeras datileras, uvas, pimientos, hierbas aromáticas y hortalizas. La actividad ha atraído a unos 9,000 palestinos en una veintena de asentamientos.

Antes de que se desatara el último conflicto en Gaza, el mayor enemigo de ambas comunidades eran los accidentes de tráfico. "En esta carretera, hace dos semanas, murieron siete trabajadores palestinos en una curva", cuenta Oded Raviv, alcalde de Efrat. "A la semana siguiente, dos familias israelíes, en total ocho personas, perecieron del mismo modo".

Los cultivos de este valle están penalizados por el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), alentado contra Israel desde 2005 por los palestinos que sumaron una serie de ONG a su causa. Entre los motivos por los que el Ministerio israelí de Asuntos Estratégicos está organizando visitas informativas a esta zona está su deseo de neutralizar esta campaña. El movimiento BDS se ha extendido en España a unos 60 ayuntamientos donde se han promovido medidas de boicot contra Israel. En otros 40, las medidas han sido anuladas por los tribunales después de que la asociación española proisraelí Acom las recurriera por discriminatorias.

La estrategia BDS se inspira en la campaña contra el apartheid en Sudáfrica y trata de replicarla contra Israel. Las medidas de boicot, sin embargo, suelen penalizar a los mismos que dicen defender. Desde hace años, este tipo de sanciones han sido sustituidas por medidas quirúrgicas contra los responsables políticos de los abusos. Es el caso de las sanciones de segunda generación que se adoptaron contra Irán o Venezuela, que afectaban a los movimientos internacionales de capitales y a los jerarcas del régimen.

El movimiento BDS, sin embargo, no tiene capacidad para promover sanciones de segunda generación. El hecho de que el régimen de Irán aparezca detrás de muchos de sus partidarios -como es el caso de Podemos en España-, ha lastrado el movimiento.

De los más de dos millones de palestinos que viven en ciudades cisjordanas, 30,000 trabajan en polígonos israelíes. "La economía palestina no existe", afirma un empleado palestino de una fábrica de plásticos en Barkan al que llamaremos Saeb. "La población está muy subsidiada y la economía que existe, es pequeño tráfico comercial". Saeb tiene a sus tres hijos estudiando en universidades de Nablús. Su nivel de ingresos es el mismo que el de un trabajador israelí lo cual lo sitúa en una posición de privilegio ante sus vecinos palestinos.

¿Qué sociedad es la que se está forjando cada día en los territorios ocupados? ¿Cuántos estados se requerirán como solución? Israelíes y palestinos no tienen una respuesta aún. Hay núcleos palestinos que claramente desean imitar las casas tipo Beverly Hills de los colonos israelíes. Quieren compartir el mismo bienestar y saben que la paz es clave para ello. En las fábricas y granjas se hace más estrecha la coexistencia, como en las carreteras.

Pero también hay recordatorios de que esto es un avispero. En Barkan, donde está la fábrica de Saeb, el odio se infiltró en una de ellas hace unas semanas y un trabajador palestino mató a varios empleados israelíes. No fue porque lo trataran mal o le pagaran poco. A veces, los atavismos reaparecen.



Jamileth