Migración

Egipto, la nueva valla de Europa

2019-01-08

En la ciudad egipcia de Roseta, el páramo donde Champollion halló la piedra que...

Francisco Carrión | El mundo

Roseta (Egipto).- La carretera que solía morir a orillas del Mediterráneo, flanqueada por uno de los ramales del Nilo, se corta ahora abruptamente. No hay rastro del mar más allá de la brisa y el olor a salitre que delatan su evidente proximidad. Establecer contacto visual con la costa resulta, sin embargo, misión imposible. Al fondo, una bandera egipcia despunta sobre un cuartel militar y bloques de cemento se suceden por el horizonte. En la ciudad egipcia de Roseta, el páramo donde Champollion halló la piedra que descifró los jeroglíficos, el mar del que partían las barcazas en dirección a Europa ha sido salvajemente amurallado.

La tierra movida aún está fresca y cientos de escolleras se amontonan sobre los márgenes, como rompeolas contra una emigración que el régimen egipcio presume de haber reducido drásticamente a cero. "Todo el mundo quiere viajar. Durante años mucha gente del pueblo se fue marchando en barco ilegalmente. Enviaban a sus hijos adolescentes porque sabían que no podían ser deportados. Algunos murieron en el mar y otros muchos viven en Italia pero ahora todo se ha complicado", admite a EL MUNDO un veinteañero rodeado de amigos en un café de Borg el Borollos, no muy lejos de donde en septiembre de 2016 el naufragio de una embarcación atestada de migrantes se cobró alrededor de 300 vidas.

Hamdi el Refai tenía que haberse enrolado en aquel viaje pero, en un giro de última hora, cambió de planes. La tardanza con la que la misión de rescate egipcia se desplazó al lugar multiplicó el desolador balance de víctimas. "Ya no pienso en salir del país a través del mar", murmura el joven. "Me he casado, he formado un familia y he conseguido un trabajo como electricista. Las estrictas medidas de seguridad y la nueva legislación han disuadido a muchos de intentarlo", admite este vecino de una villa de pescadores que limita con el mar blindado. Tras el naufragio, la marina egipcia se involucró activamente en la protección de las fronteras.

    Llegará un día en que el régimen cierre sus ojos en el Mediterráneo

Los números que exhibe el régimen del ex jefe del ejército Abdelfatah al Sisi han seducido a la Unión Europea, empeñada en delegar en los países del norte de África el control de la migración ilegal y partidaria sin éxito de establecer "plataformas de desembarco" fuera de sus bordes para procesar a los inmigrantes. En la cumbre informal de Salzburgo del pasado septiembre, el primer ministro austriaco, el conservador Sebastian Kurz -quien gobierna con la ultraderecha-, felicitó a El Cairo por un trabajo, a su juicio, "ejemplar". "Egipto ha demostrado que puede tratar con este asunto de un modo eficaz", declaró al abrir la puerta a "profundizar en la cooperación" con un militar que accedió al poder tras liderar hace un lustro un golpe de Estado. "Desde 2016 ha impedido que los barcos partan de Egipto hacia Europa y, cuando han zarpado, los ha devuelto a tierra", arguyó.

Una alabanza que también secundó el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. "Es un socio que está asumiendo su responsabilidad con seriedad, con el que podemos trabajar aún más en el contexto de la migración", se jactó a pesar del autoritarismo de Al Sisi, la grave crisis económica que está arrasando a la clase media y el trato en entredicho a los 100,000 sirios que buscaron cobijo en la tierra de los faraones huyendo de la guerra civil.

El país árabe se ha aplicado a fondo para abortar las salidas. La legislación aprobada por el Parlamento hace ahora dos años introdujo severos castigos para los traficantes pero -denuncian las organizaciones de derechos humanos- también para las víctimas de las mafias conculcando las garantías contra la deportación a países donde sus vidas corren peligro y su derecho al asilo político. Para arrancar el aplauso europeo, el régimen ha aplicado el puño de hierro, la misma receta que ha despachado para lidiar contra una oposición interna hoy encarcelada o desterrada y sofocar la libertad de prensa alimentando las mismas causas que hace ocho años provocaron una levantamiento popular.

"Lo ha conseguido a base de represión. Es un Estado militar que sistemáticamente desde julio de 2017 ha recurrido a la mano dura para debilitar a la comunidad de inmigrantes que reside en el país, procedentes de Etiopía, Eritrea, Somalia o Sudán", señala el abogado egipcio Mohamed el Kashef, experto en extranjería, desde su exilio en Berlín. "Y, aún así, no es cierto que hayan reducido a cero los flujos. ¿Cómo se explica entonces que se produzcan arrestos cada mes de inmigrantes en el delta del Nilo? Los que logran alcanzar Europa optan por decir que salieron de Libia porque saben que si reconocen que lo hicieron desde Egipto existe la posibilidad cierta de ser deportados", explica el letrado.

    A la UE no le preocupa la violencia mientras El Cairo guarde sus costas

La recompensa a la labor de Egipto como gendarme del sur del Mediterráneo ya ha comenzado a darle réditos. El próximo febrero El Cairo albergará una cumbre de la Unión Europa y la Liga Árabe donde el control de las migraciones será un punto clave del orden del día. Bruselas podría calcar el acuerdo que en marzo de 2016 firmó con la Turquía de Erdogan para que evitara los flujos hacia el viejo continente a cambio de recibir 6,000 millones de euros en ayuda a los refugiados sirios residentes en su territorio y otros lucrativos incentivos.

"Ankara es el ejemplo. Se cansaron y abrieron el mar. Y la Unión Europa terminó pagando para evitar que millones de refugiados llamaran a sus puertas", opina en conversación con este diario Samih Sawiris, un multimillonario egipcio cercano al régimen de Al Sisi. "La paciencia de Egipto no es ilimitada. Antes o después habrá un cambio. Hay mucha gente llegando a nuestro país desde África en ruta hacia Europa. Los hemos acogido y están usando nuestros subsidios, transportes y escuelas. No pueden vivir ni trabajar aquí. Llegará un día que la presión económica sobre Egipto hará que el régimen cierre sus ojos en el Mediterráneo para deshacerse de esta gente", pronostica.

"El mensaje es claro. Europa tiene que cubrir los gastos de estos refugiados. Fue la UE la que comenzó la Primavera Árabe; la que financió a los terroristas o permitió que otros regímenes lo hicieran. ¿Y ahora resulta que tenemos nosotros que hacemos cargo del caos que provocásteis los europeos?", se interroga el magnate. Muchos no han olvidado la aventura de Italia, que regó con miles de millones de euros al dictador libio Muamar Gadafi para que se convirtiera en dique de los refugiados africanos.
Un grafiti muestra una barcaza llena de migrantes colocada en un tirachinas, en una localidad de la costa mediterránea egipcia. F. C.

En realidad, la cooperación europea con El Cairo ya ha protagonizado notables avances. Hace unas semanas la Comisión Europea celebró los progresos en materia migratoria. "Este último año hemos intensificado nuestra acción en apoyo a Egipto para la reforma de su economía y su crecimiento sostenible e inclusivo", detalló el comisario para la política europea de vecindad, Johannes Hahn. La jefa de la diplomacia europea Federica Mogherini sugirió que "la estabilidad y desarrollo de Egipto es clave para la UE".

El 20 de diciembre una reunión de alto nivel entre la UE y Egipto en la forma de Consejo de Asociación confirmó un acercamiento que se fragua mientras el Parlamento europeo sigue denunciando con dureza la atroz persecución de los activistas de derechos humanos en el país más poblado del mundo árabe. "A la UE no le preocupa la violencia que ejerce el régimen. Ha decidido ignorarlos a cambio de que El Cairo se convierta en el perro guardián de sus fronteras", lamenta El Kashef. Y alerta: "Por desgracia, las redes de tráfico no se han desmantelado. Han cambiado simplemente sus rutas. Por eso siguen apareciendo cuerpos de egipcios muertos en el desierto de Libia".

Ahmed, un traficante afincado en el norte de Egipto, reconoce la pervivencia del negocio en conversación con este diario. "He sido el capitán de barcos que transportaban migrantes a Italia y Grecia. Ahora es más difícil pero no imposible", asevera quien se halla actualmente prófugo de la justicia local. "Es cierto que se han reducido las salidas pero no han muerto. Tenemos algunos trucos y la confianza para seguir haciéndolo. Al fin y al cabo, este trabajo se mueve por dinero. Depende de lo que puedas pagar", concluye.

ARGELIA DEPORTA AL DESIERTO A DECENAS DE MIGRANTES ÁRABES

Las autoridades argelinas han deportado hasta la frontera con Níger a decenas de migrantes originarios de países árabes, aduciendo "razones de seguridad nacional". El Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (ACNUR) expresó el jueves pasado su "preocupación" por la suerte de estas personas, que se encuentran desaparecidas. Se trata de "un grupo de unos 120 sirios, palestinos y yemeníes que fueron detenidos en el centro de Tamanrasset (sur de Argelia) para ser conducidos después a una zona próxima al puesto fronterizo de Inguezzam el 26 de diciembre", según un comunicado del ACNUR citado por la agencia Afp. La misma fuente señala que un centenar de estos migrantes se encuentran "desaparecidos", mientras que una veintena están "actualmente bloqueados en el desierto". Muchos de ellos son refugiados registrados en ACNUR que han huido de la guerra y la persecución. Según el Ministerio del Interior argelino, "un centenar de personas, en su mayoría sirios", fueron expulsadas por sus supuestos vínculos con grupos yihadistas. El director de Migraciones del Ministerio del Interior argelino, Hacen Kacimi, afirmó que entraron ilegalmente en el país y fueron detenidos en septiembre y conducidos ante la justicia, que ordenó su expulsión. Kacimi añadió que ellos mismos renunciaron a ser repatriados a sus países por vía aérea. Por su parte, la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH) denunció la semana pasada la deportación a Níger de medio centenar de migrantes clandestinos, entre ellos familias con niños, de mayoría siria. ACNUR demanda a Argel acceder a las personas bloqueadas en el desierto por "razones humanitarias, para identificar a los que necesitan protección internacional". Argelia no cuenta con legislación que proteja a los solicitantes de asilo y refugio. En 2018, el país norteafricano expulsó en total a 6.834 migrantes irregulares y frustró 3.983 intentos de entrada en el país de forma clandestina, según cifras difundidas por el Ministerio de Defensa a comienzos de este año, informa Efe. El país ha anunciado que reforzará la presencia militar en sus fronteras para prevenir la inmigración irregular.



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