Muy Oportuno

La mentira, abominable

2019-01-23

No pocas personas dejan de confiar en las instituciones cuando algunos de sus cargos más...

Pedro Chaves Rico

* Ex 23, 7: Aléjate de la mentira. No harás morir al inocente ni al justo, porque yo no perdonaré al culpable.

* Proverbios 12, 22: Los labios mentirosos son abominables para el Señor, pero los que practican la verdad gozan de su favor.

* 1 Juan 2:3-4; Si alguien dice: «Yo lo conozco», pero no guarda sus mandatos, ése es un mentiroso y la verdad no está en él. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.

Mentir es uno de los pecados más graves, a los ojos de Dios, como se nos dice en proverbios (de facto entra en uno de los mandamientos del decálogo dado por Dios a Moisés). Y debe ser así porque a diferencia de otros pecados, que se quedan en uno mismo -aunque todos afectan al cuerpo místico de Cristo- este pecado, en concreto, no solo afecta a la persona que miente, porque pierde credibilidad, sino que atenta contra la buena fe de su interlocutor y por consiguiente a su inocencia. 

En ocasiones la mentira o la persona mentirosa daña no solo a un individuo (que no es poco, porque por mentir se ha llegado a acabar con el equilibrio emocional de muchas personas) según el cargo que ocupe. Así sucede, cuanto el mentiroso es un político, un eclesiástico, un profesor, un policía, un pastor, etc., ya que no sólo se representa a sí mismo, sino a la institución o al grupo al que sirve o en el que trabaja; si se trata de un eclesiástico o un pastor es aún más grave, porque no sólo representa a una institución como la Iglesia, sino a Dios mismo. 

No pocas personas dejan de confiar en las instituciones cuando algunos de sus cargos más relevantes mienten una y otra vez, o sus soflamas no están en consonancia con su modo de vida. Y no solo eso, sino lo que arrastra parejo a ello, en cuanto que la persona defraudada, si carece de fuertes convicciones (las cuales solo pueden sostenerse cuando tenemos un sentido trascendente de la vida), termina imitando la conducta del mentiroso y, por ende, afectando este individuo, del mismo modo, al conjunto de personas con las que interactúa en su cotidianidad, es decir, sembrando la desconfianza de todos contra todos. 

Esto se observa, especialmente, en los países desarrollados cuando adviertes en las facciones de las gentes con las que te cruzas en las calles, que su mirada esta rígida y su rostro tenso; eso siempre y cuando no vayan absortos en sus pensamientos. 

Hoy no solo se miente, sino que hemos llegado a una degradación moral tal, que se aplaude la mentira y al mentiroso con un eufemismo que tiene el nombre de posverdad. De este modo, ya no interesa para nada la verdad, ni la realidad, ni la ciencia, ni la historia, ni la tradición, ni el bienestar del pueblo, ni la ley, sino alcanzar mis metas personales, qué en unas ocasiones las identifico con las de un grupo para que mi conciencia no me reprenda, y en otras con un culpable, igualmente, huyendo del remordimiento. 

Por este camino, pues, volvemos a las andadas y al fariseísmo, a buscar un chivo expiatorio, para salirme del camino de la Vida, el camino señalado por Jesucristo, hijo de Dios, Verdad encarnada del Padre en palabras y en obras.
 



regina
Utilidades Para Usted de El Periódico de México