Internacional - Economía

Demencia, dilema para las empresas

2019-01-28

Los empleados que experimentan los primeros síntomas de demencia pueden tener problemas para...

Por ANDREW SOERGEL, AP

CHICAGO (AP) — Una fuerza laboral de edad cada vez más avanzada y los primeros síntomas de demencia senil plantean delicados problemas tanto a las empresas como a su personal, según los expertos.

Los empleados que experimentan los primeros síntomas de demencia pueden tener problemas para realizar labores que antes no les representaban inconveniente alguno. Personal tradicionalmente puntual de repente se olvida de ciertas reuniones. Empleados que por años han hecho el mismo recorrido a la oficina súbitamente se pierden.

“He hablado con muchas familias en las que una persona no se da cuenta de que tiene la enfermedad y no saben qué está pasando. A menudo son despedidos por problemas con su desempeño, sin que se les haya hecho un diagnóstico”, dice Ruth Drew, directora de información y servicios de apoyo de la Asociación del Alzheimer, una organización sin fines de lucro que ofrece ayuda las 24 horas del día.

En Estados Unidos, la Oficina de Estadísticas Laborales calcula que la fuerza laboral de personas de entre 65 y 74 años aumentará un 55% entre el 2014 y el 2024, y un 86% entre los trabajadores mayores de 75 años.

La demencia se da sobre todo entre las personas mayores de 65 años y, si bien la incidencia del mal ha disminuido en los últimos años, la cantidad de personal de edad avanzada que habrá en la fuerza laboral forzosamente obligará a las empresas a lidiar con temas relacionados con ese mal.

“No es solo que no cumplen con algún plazo. También está el tema de la frustración que sienten al ver que todo cambia”, señala Sarah Wood, de Workplace Options, una consultora de Carolina del Norte especializada en cuestiones laborales. “Si esta persona ha sido un empleado confiable durante 40 años y ahora no va a algunas reuniones, no van a saber bien qué hacer”.

“La clave es determinar qué tareas todavía puede cumplir y qué pueden hacer para que siga aportando algo de una forma segura”, agregó.

Se pueden hacer ajustes como dar instrucciones por escrito, no verbales, o reasignar a un operador de maquinaria pesada para que haga tareas de oficina, de acuerdo con David Fram, del Instituto Nacional de Leyes sobre Empleos, una organización sin fines de lucro. Agrega que en países como Estados Unidos, un patrón no puede despedir a un empleado porque tiene una incapacidad o una diagnosis de demencia si todavía puede cumplir ciertas funciones.

“El paso siguiente es ver si están calificados para el trabajo. Y eso es complicado, dependerá de qué tan avanzada está” la demencia, manifestó. “La gente tiene que estar en condiciones de hacer algunas cosas básicas”.

Esta situación genera un delicado balance. Algunos trabajadores pueden pensar que si informan acerca de su demencia, eso puede despejar el camino para que lo reasignen. Otros temen ser estigmatizados o despedidos.

Mike Belleville, de 57 años, de Bellingham, Massachussetts, quien trabajase como técnico en Verizon , dice que llegó un momento en el que personal que él había capacitado de repente le estaban diciendo cómo hacer las cosas.

Cuando le diagnosticaron demencia, “fue como si me dijesen, ‘oye, esto es lo que no funciona contigo, las razones por las que la has estado embarrando’”.

La empresa le redujo las horas y la carga y le permitió seguir trabajando hasta que completó el trámite para que le diesen un seguro por incapacidad.

Mary Dadnofsky, de 60 años, de Washington, dejó de trabajar como profesora en la Universidad de Hawai por los problemas que estaba teniendo, antes de que le diagnosticasen con una forma de demencia.

Explica que “aparentemente me veía saludable, tenía una buena educación y era demasiado joven como para tener demencia”.

Para complicar más las cosas, a veces el paciente les pide a los médicos que hagan más exámenes o que emitan informes benévolos, de acuerdo con Rod Blough, ex ejecutivo del departamento de recursos humanos de Luxottica a quien se le diagnosticó demencia y el mal de Alzheimer cuando tenía 58 años.

“Si un paciente se niega a admitir cierto diagnóstico, puede convencer a un médico de que no use determinadas expresiones en su informe y eso puede favorecerlo en su trabajo”, comentó. “Si el patrón quiere ver informes médicos, puedes mostrarle papeles que dan a entender que todavía puedes funcionar bien”.



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