Internacional - Política

Jair Bolsonaro intenta mantener la calma ante la crisis en Venezuela

2019-02-01

El gigante suramericano fue de los primeros países en reconocer a Juan Guaidó como...

Joan Royo Gual | El Mundo

Río de Janeiro.- En unos años, Brasil pasó de ser el mejor amigo del chavismo en los años de Lula a enemigo declarado de Maduro con el reciente triunfo de Bolsonaro. En realidad, el giro no ha sido tan rápido ni tan radical; venía cociéndose desde la llegada al poder de Michel Temer en 2016, tras el polémico impeachment contra Dilma Rousseff. El Gobierno Temer fue clave para que el Mercosur usara su cláusula democrática para suspender a Venezuela del bloque y siempre fue firme contra Maduro, aunque se negó a aplicar sanciones para no agravar la crisis humanitaria.

Durante la campaña electoral, Bolsonaro prometió mano dura y agitó el fantasma del comunismo: Brasil sería la próxima Venezuela si ganaba la izquierda. Al margen de ese mantra, su programa electoral no hacía mención directa a Venezuela y simplemente hablaba de "dejar de adorar a dictaduras asesinas", pero uno de sus hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro, fue un poco más allá y, en una multitudinaria manifestación, prometió invadir el país para derrocar a Maduro: "Vamos a dar una lección a ese narcodictador".

Poco después del triunfo de su padre, Eduardo Bolsonaro, que no tiene ningún cargo en el Gobierno pero actúa como una especie de canciller en la sombra, viajó hasta Washington y se reunió con miembros de la administración Trump para estudiar "medidas concretas" contra Maduro. La afinidad con EU en este sentido es total.

En una reciente entrevista, al ser preguntado sobre la escalada de tensión y los ejercicios militares de Rusia en Venezuela, Bolsonaro llegó incluso a barajar la posibilidad de instalar una base estadounidense en el país, pero tuvo que dar marcha atrás rápidamente tras el malestar que la declaración causó entre los militares.

El pasado 17 de enero, Bolsonaro recibió en Brasilia al presidente del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela en el exilio, Miguel Ángel Martín, y el canciller Ernesto Araújo se reunió con varios miembros de la oposición. Tras las reuniones, a las que también acudieron funcionarios de la embajada de EU en Brasil, el Ministerio de Exteriores lanzó el comunicado más contundente hasta la fecha: "El sistema liderado por Maduro constituye un mecanismo de crimen organizado. Está basado en la corrupción generalizada, el narcotráfico, el tráfico de personas, el blanqueo de dinero y el terrorismo".

De momento, a pesar de las peticiones de los opositores venezolanos, Brasil no aplicará sanciones, pero el ministro de Justicia, el juez Sérgio Moro, prometió rastrear posibles movimientos financieros y negocios del Gobierno venezolano en Brasil.

El gigante suramericano fue de los primeros países en reconocer a Juan Guaidó como presidente, pero las opciones de una intervención militar para apartar a Maduro de momento suenan lejanas. El vicepresidente brasileño, Antonio Hamilton Mourão, un general del Ejército, lo descartó tajantemente la semana pasada: "Brasil no participa en intervenciones. No forma parte de nuestra política externa intervenir en los asuntos internos de otros países".

Al ser preguntado sobre qué haría Brasil si Guaidó fuese detenido, el vicepresidente respondió que el Gobierno sólo podría protestar. "No vamos a hacer nada más que eso", aseguró.

Los militares del Gobierno Bolsonaro piden prudencia, pero entre las bases más radicales no son pocos los que solicitan pasar a la acción. El diputado oficialista Luiz Philippe de Orleans comentaba estos días a EL MUNDO que Bolsonaro debería mandar el Ejército a la frontera: "Venezuela está a punto de convertirse en Siria y tenemos que protegernos (...) allí se está instalando una anarquía y tenemos que demostrar que sabemos defendernos", explicó, remarcando que una intervención bélica sólo debería darse en el marco de una coalición internacional.

El estado de Roraima, en la frontera norte de Brasil con Venezuela es el punto más caliente en la crisis entre los dos países vecinos. Desde hace casi tres años, una media de 500 venezolanos entran a Brasil diariamente huyendo del caos, lo que ha desbordado los servicios sociales de esta ya de por sí empobrecida región brasileña. Roraima es el único estado del país que depende totalmente de la energía que suministra Venezuela. Desde hace tiempo sufre continuos apagones, pero, con la crisis diplomática, Roraima teme que Maduro deje a oscuras a sus casi 600,000 habitantes.

En el ámbito económico, las empresas brasileñas ya tienen poco que perder. Con la economía venezolana por los suelos, el año pasado sólo exportaron al país caribeño productos por valor de 577 millones de reales (algo más de 135 millones de euros), apenas el 0,2% del total de exportaciones.



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