Comodí­n al Centro

López Obrador y los expresidentes

2019-02-23

"No sabe que como los ve se verá, en esa lucha de contrarios, e indiscreto ignora que...

Por Marco Antonio Aguilar Cortés |  Revista Siempre

El presidente Andrés Manuel López Obrador trae cargados, y en la punta de la lengua, a los expresidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña.

En su realidad, le pesan más esos referentes inmediatos que los símbolos históricos que el propio López Obrador escogió como modelos, y personalizados en los expresidentes Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.

El sistema nervioso de Andrés Manuel trabaja más con los elementos que él califica de negativos (que son los expresidentes inmediatos anteriormente citados); y a los expresidentes que él juzga positivos los usa menos.

Si López Obrador habla de que se bajó el monto de su salario, que no usa ni aviones ni helicópteros, que no vive en la residencia de Los Pinos, que todos los días habla frente a medios masivos de comunicación en vivo, que se publicita comiendo tacos en sitios populares, que publica su patrimonio y obliga a sus colaboradores a divulgar sus propios ahorros, de inmediato, después de afirmar lo anterior, presume con su decir trabado y lento el comparativo mezquino: Peña, Calderón, Fox, Zedillo y Salinas se portaron mal, y como parte de una mafia cometieron ilícitos, inmoralidades.

“En cambio yo”, razona públicamente Andrés Manuel, “soy diferente a ellos… y estoy haciendo la cuarta transformación”.

Y machaconamente remata con esa idea central, dando ligeras variantes a sus palabras, pero queriendo mostrar que sus antecesores próximos fueron una mala tesis, y él es la buena antítesis; sin darse cuenta de que todos, incluido él, son un todo de la política mexicana, como los dos conceptos del taoísmo: el ying y el yang.

"No sabe que como los ve se verá, en esa lucha de contrarios, e indiscreto ignora que él es parte de ellos y los complementa, en la misma medida en que los ataca e intenta destruirlos".

Dos fuerzas fundamentales de la existencia, opuestas y complementarias al mismo tiempo; en nuestro fenómeno político lo que fue y ejecutó el poder a su estilo, y lo que es, ejerciendo el mismo poder, pero a su manera.

Opuestas entre sí superficialmente estas dos formas de gobernar, pero en el fondo y al final complementarias, e indisolublemente unidas: el ying y el yang mexicano.

El ying, la oscuridad, la pasividad; el yang, la luz, la actividad. Pero los que ya pasaron vivieron las vibraciones y las llamas propias de su ejercicio del poder, pero hoy, aun con ansias de defenderse, la oscuridad y la pasividad tiende a envolverlos. Quien ejerce la luz y la actividad del poder, actualmente, no sabe que como los ve se verá, en esa lucha de contrarios, e indiscreto ignora que él es parte de ellos y los complementa, en la misma medida en que los ataca e intenta destruirlos.

La inteligencia china de Lao-tse (siglo VI antes de nuestra era) nos legó el concepto de ying y yang;  ojalá Andrés Manuel, ante esas ideas, no vaya a decir: “zafo”, agregando que ese Lao es parte de la mafia, un charlatán de sueldo elevadísimo y no tan inteligente, ejecutor de una estafa maestra mayor que la de Sedesol, Pemex y Conacyt.

¡Reflexionar no duele!, y sirve mucho, señor presidente.



JMRS
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