Internacional - Política

La oposición venezolana busca alternativas mientras se mantiene el bloqueo

2019-02-25

La oposición, impedida de pasar la ayuda por la frontera, comenzó a mencionar una...

Por Nicholas Casey y Albinson Linares | The New York Times

CÚCUTA, Colombia — Mientras la ayuda humanitaria al centro de una pelea fronteriza en Venezuela permanecía resguardada en almacenes el domingo, y el bloqueo del presidente Nicolás Maduro se mantenía intacto, quedó claro que los líderes de la oposición que trataban de derrocarlo no tenían un plan alternativo.

El líder opositor Juan Guaidó y sus aliados habían esperado que el ingreso por la fuerza de los tan necesitados alimentos y medicamentos a Venezuela sería el colapso irreversible de la autoridad de Maduro. En cambio, solamente logró pasar hacia Venezuela un camión con ayuda el sábado, la fecha límite establecida por la oposición para conseguirlo. Maduro evitó así con facilidad el mayor desafío a su poder desde que Guaidó se juramentó presidente encargado en enero.

Los enfrentamientos entre los manifestantes opositores y las fuerzas de seguridad leales a Maduro, que habían cobrado la vida de cuatro personas al 23 de febrero, continuaron el domingo, lo que pone en riesgo la imagen del movimiento pacífico de Guaidó. Los militares, que han sido clave para mantener a Maduro en el poder, en su mayoría resistieron los llamados de Guaidó a desertar en masa; tan solo unos 150 elementos lo hicieron. Incluso el destino de Guaidó quedó en duda: después de que logró cruzar la frontera e ingresar a Colombia el viernes, con lo que desobedeció la prohibición de salir de Venezuela, es incierto si le permitirán regresar.

“Era uno de los escenarios que estábamos manejando aunque, por supuesto, no era lo que deseábamos”, comentó Armando Armas, legislador de la oposición, quien agregó que era poco probable que los organizadores trataran de ingresar la ayuda en el futuro próximo. “Queremos que la ayuda humanitaria ingrese de manera pacífica, pero tampoco podemos exponer aún más a nuestra gente”.

Sin embargo, aunque Maduro prevaleció en esta batalla sobre el bloqueo fronterizo, las condiciones en el interior del país siguen siendo muy poco favorables para él. Es inmensamente impopular en Venezuela, donde ha gobernado durante uno de los colapsos económicos más catastróficos en la historia de América Latina. La calamidad ha obligado a una décima parte de la población a abandonar el país, principalmente debido a la escasez de alimentos y medicinas. Con las acciones del sábado, su imagen quedó aún más deteriorada, dado que negó la llegada de ayuda a los venezolanos en desgracia.

Guaidó, por su parte, ha movilizado a muchos en el país a actuar y más de cincuenta gobiernos lo han reconocido como presidente legítimo. El gobierno estadounidense de Donald Trump, que ha manifestado su apoyo a Guaidó, emitió sanciones paralizantes en contra de la petrolera estatal, PDVSA.

Este lunes 25 de febrero, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, llegará a Colombia, donde planea reunirse con Guaidó y anunciar “medidas concretas” para ejercer más presión contra el gobierno de Maduro. Dichas medidas podrían incluir nuevas sanciones punitivas.

A pesar de ello, e incluso si pocos creían que la oposición perdería su determinación debido a su fracaso al ingresar al país la ayuda humanitaria, lo sucedido el sábado pareció ser un punto de inflexión. Ahora se ha empezado a hablar de la necesidad de una intervención extranjera.

Guaidó, un político de 35 años que irrumpió en la escena nacional hace apenas unos meses, esperaba usar la llegada de las donaciones de ayuda internacional como arma política. Declaró el sábado como el día de una “avalancha de ayuda”, en el que sus seguidores desafiarían a Maduro al romper el control de las fronteras. Los presidentes de Colombia, Chile y Paraguay se unieron al esfuerzo, junto con el multimillonario británico Richard Branson, quien voló a la frontera para asistir a un concierto en el que un reparto de artistas latinoamericanos de música pop exhortó a que se permitiera el ingreso de la ayuda.

No obstante, para el final del día, la avalancha fue más como una gota de agua.

Algunos de los suministros, en lugar de llegar a los venezolanos que los necesitaban, fueron quemados después de cruzar la frontera desde Colombia. Maduro, dado que la ayuda socava su autoridad, había declarado que el pueblo venezolano no era mendigo y que no necesitaba ayuda. Las fuerzas gubernamentales y los grupos aliados respaldaron dicho mensaje con violencia, que fue condenada por las Naciones Unidas el domingo.

La oposición, impedida de pasar la ayuda por la frontera, comenzó a mencionar una posible acción extranjera a fin de desbancar a Maduro. Previo a la reunión con Pence y otros líderes de la región en Bogotá el lunes, Guaidó escribió en Twitter: “Debemos tener abiertas todas las opciones para lograr la liberación de esta patria que lucha y seguirá luchando”. Julio Borges, otro líder opositor, comentó que pediría apoyo para el uso de la fuerza en la reunión del 25 de febrero.

El presidente Trump ha creado esperanzas en torno a una intervención, ya que mencionó que ha llegado “el ocaso del socialismo” en el hemisferio occidental.

Pero Charles S. Shapiro, exembajador de Estados Unidos en Venezuela, dijo que “la retórica estadounidense fue exagerada”, y agregó que las declaraciones de Trump podrían haber hecho creer a algunos en la oposición que el apoyo militar estaría en camino si Maduro bloqueaba la ayuda.

Las imágenes de violencia en los puentes fronterizos de Colombia destacaron el domingo, al quedar frustrados los intentos de pasar la ayuda. Cerca del Puente Internacional Francisco de Paula de Santander, donde un camión que llevaba ayuda fue incendiado el sábado, decenas de jóvenes arrojaron piedras contra las fuerzas de seguridad venezolanas y las barricadas.

Otros acecharon las calles de un barrio cercano en busca de ingredientes para elaborar bombas caseras y máscaras para protegerse del gas lacrimógeno.

“Ayer pasamos la ayuda humanitaria; llevábamos flores y banderas y nos cayeron a plomo”, dijo Delbert Rondón, un venezolano de 34 años que salió de la ciudad occidental de Mérida en busca de medicamentos. “Acá estoy debajo del puente ayudando a los muchachos. Les paso piedras, trapos, botellas de agua, vinagre. Entre todos tenemos que ayudarlos porque son la resistencia”.

Sin embargo, ese tipo de escenas eran las que la oposición había buscado evitar.

Los principales movimientos de protesta en 2014 y 2017 comenzaron como manifestaciones pacíficas, pero al paso de las semanas las protestas quedaron sobrepasadas por grupos principalmente de jóvenes que se enfrentaron contra las fuerzas de seguridad en las calles. Tan solo en 2017, los enfrentamientos causaron la muerte de alrededor de 150 personas en ambos bandos.

Hasta ahora, el movimiento de Guaidó había evitado la violencia callejera y las menciones de intervención extranjera.

Tras declararse presidente el 23 de enero ante los vítores de la multitud, Guaidó logró convocar a cientos de miles de personas en las calles de Caracas y de otras ciudades en mítines que habían sido en gran parte pacíficos. Su estrategia estaba basada en una mezcla de desobediencia civil pacífica y presión internacional para exhortar a los militares a abandonar a Maduro y no enfocada en lanzar una acción militar extranjera para sacarlo del poder.

“La naturaleza no violenta de estas protestas es fundamental para hacer la diferencia”, manifestó David Smilde, investigador sénior de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). “Cuando hay enfrentamientos no salen bien por una sencilla razón: una vez que estas protestas se tornan violentas, ya no serán multitudinarias”.

Smilde añadió que si los integrantes de la oposición se pronuncian más por la intervención militar será cada vez menos probable que los venezolanos participen en las protestas con la expectativa de que llegue pronto la ayuda.

Se buscaba que una marcha del domingo en la frontera colombiana fuera un ejemplo para otras manifestaciones. Los organizadores mencionaron que el plan era que los manifestantes caminaran junto a los camiones llenos de ayuda humanitaria por los tres puentes que conectan con Venezuela y convencieran a los soldados del otro lado de la frontera de permitir el paso de los suministros, con el argumento de que las familias de las fuerzas armadas padecen la misma escasez que la mayoría de los venezolanos.

Los manifestantes recibieron la bendición de un sacerdote en un campamento al amanecer y al caer la tarde miles se habían reunido con rosas blancas y habían comenzado a formar una cadena uniendo los brazos cerca del puente Tienditas. Los organizadores planeaban usar una grúa para mover contenedores que el gobierno de Maduro colocó para bloquear el puente.

En un puente peatonal más al sur, se oyeron vítores cuando los camiones de ayuda comenzaron a aproximarse a la frontera, con cientos de jóvenes venezolanos sentados sobre los embarques.

No obstante, los soldados de la Guardia Nacional Bolivariana arrojaron latas de gas lacrimógeno hacia los vehículos. Muchos de los manifestantes bajaron de los camiones y arremetieron contra los soldados y les lanzaron piedras. Poco después, una gran cantidad de personas suministraba piedras a los jóvenes que se encontraban en el puente, ante la mirada de los activistas de la oposición y los agentes de la Policía Nacional de Colombia.



Jamileth