Editorial

Semejanzas

2019-03-02

Dentro de este contexto, en que una persona, con el control absoluto y sin contrapeso alguno decide...

Lic. Francisco Sunderland Álvarez

 “Recordad que a lo largo de la historia, siempre ha habido tiranos y asesinos,
y por un tiempo, han parecido invencibles. Pero siempre han acabado cayendo. Siempre.”

Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio

Es conocida la expresión de que “toda comparación es reprobable”; sin embargo, si en lugar de pretender comparar una cosa o circunstancia con otra y lo que hacemos es tomar un punto de referencia que nos auxilie para determinar lo que sucede o lo que es muy probable que pueda pasar, no sería reprobable.

Ciertamente, este punto de referencia, puede ayudar a marcar una perspectiva que ayude a obtener una panorámica que permita apreciar con mayor nitidez y menor margen de error una situación aparentemente semejante, pudiéndose así emitir una conclusión con altas probabilidades de certeza o que difícilmente sea errónea.

El punto de referencia que en esta ocasión pondero es Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, conocido como Iósif Stalin, José Stalin, pero no por la forma en que llegó al poder, sino por los medios consignados en la historia para lograrlo y consolidarse en él, llegando a tal extremo que, Adolfo Hitler, resulta ser un bebé de pecho en su actuar frente a los atroces crímenes de Stalin y la única razón por la que la historia pública es benévola con él, obedece al hecho de que Stalin estuvo en la conferencia de Yalta, celebrada entre José Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt lo que le valió el buen trato histórico; no así a Hitler.

Los genocidios de Stalin, que en mucho superan a los de Hitler y las bombas de Hiroshima y Nagasaki, llegan al extremo de sacrificar al propio pueblo ruso: campesinos, obreros, ex ministros, monárquicos, sacerdotes, militares, judíos, profesionistas tales como médicos, abogados, ingenieros, filósofos, músicos, etc., así como cualquier persona o grupo que él considerara desleal por el solo hecho de que él creyera que representaba un peligro para su poder y lo señalaba como traidor que debía ser eliminado.

Esto incluyó a León Trostski, uno de los principales críticos de Stalin y que fuera asesinado, por órdenes de él, en la Ciudad de México y, como Trostski, el mismo camino siguieron muchas personas más que, o tuvieron una muerte rápida, vía ejecución, o lenta y dolorosa para los millones de personas que fueron deportadas o exiliadas a zonas remotas en “campos de trabajo” del Gulag, en Siberia, de la naciente Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas.

Era tal su miedo y el pánico a perder el poder logrado, que en 1937 orquestó una campaña contra supuestos enemigos de su gobierno y que culminó en la “Gran Purga”, que fue un período de represión masiva en que cientos de miles o millones de personas más, fueron ejecutadas, incluyendo altos mandos del Ejército Rojo, acusados de participar en complots para derrocar al gobierno soviético.

Stalin lanzó los denominados Grandes Proyectos de Construcción del Comunismo y el Gran Plan para la Transformación de la Naturaleza, promoviendo la colectivización de la agricultura con el fin de aumentar la producción agrícola a partir de granjas mecanizadas en gran escala, lo que permitía mantener a los campesinos bajo un control político más directo y para que la recaudación de impuestos fuera más eficiente.

Organizó los famosos “Procesos de Moscú” con los que se deportaban a los principales mandos militares así como toda oposición en el seno del Partido y del Estado que, basándose en los datos suministrados tras la “perestroika”, fueron detenidas más de un millón trescientas mil personas por motivos políticos, de las cuales casi setecientas mil fueron fusiladas.

Dentro de este contexto, en que una persona, con el control absoluto y sin contrapeso alguno decide los destinos de un país, ¿hasta dónde será capaz de manipular el tiempo?



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