Vox Populi

Después del 8 de marzo ¿Qué sigue?

2019-03-08

Hace muchos años ya existen las denuncias, los movimientos, las marchas, pero al final todo...

Por Claudia Aguilar | Revista Siempre

El 8 de marzo es sin duda una fecha muy importante. Es un día que como mujeres hemos heredado y que se ha consolidado a partir de numerosos eventos que se conmemoran ante una latente exigencia de justicia que buscaba un cauce por el cual desbocarse. Sin embargo, es también cierto que la importancia que reviste conmemorar el Día Internacional de la mujer  aún está lejos de ser interiorizada por nuestra sociedad. Hace muchos años ya existen las denuncias, los movimientos, las marchas, pero al final todo queda ahí y las grandes desigualdades estructurales que laceran a las mujeres permanecen. Se promulgan grandes y trascendentes reformas legales, pero se busca cómo sacarles la vuelta a las cuotas. Se abre el Congreso a nuestra participación, pero no se nos dan puestos de toma de decisiones políticas trascendentales. En dicho contexto, todavía existe asombro o burla por una mujer que alimenta a su recién nacido en público. Porque aún no hay conciencia suficiente. Esto viene a entorpecer el cambio cuando la intolerancia proviene de líderes o figuras públicas, porque son la imagen que queda en la mente de las siguientes generaciones, que lo trivializa, lo minimiza, lo normaliza y lo acepta.

Esta semana he tenido la oportunidad de participar en diversos eventos con motivo de esta fecha, de conversar con numerosas personas sobre este tema y ahora más que nunca me convenzo de que estamos cada vez más cerca. Sin embargo, a la par, me doy cuenta de una realidad evidente y que parece azotarse en nuestro rostro: la conquista de los derechos esta cerca de consumarse, pero aquí en la ciudad, por quienes tenemos cierto nivel de ingreso, preparación académica, oportunidades laborales e incluso acceso a cargos públicos y de toma de decisiones. En lo personal, tengo la fortuna de ser maestra y poder transmitir a mis alumnas y alumnos estas preocupaciones. Nada ha sido más gratificante que ver su ánimo de lucha por lo que consideran que es justo. Nosotras al parecer somos las primeras que estamos siendo beneficiadas de los frutos de las luchas de tantas y tantas mujeres que nos precedieron, de nuestras madres y de nuestras abuelas; pero precisamente por eso ahora nos corresponde a nosotras abrir la brecha a las demás. Ahora nos toca llevar este reclamo al terreno donde estas cuestiones se debaten, literalmente, entre la vida y la muerte. Por igual, ahí en la esquina en la que a una de nosotras le chiflan, hostigan o acosan, como en el callejón en donde alguna es acorralada, golpeada, violada; en el campo en el que algún cobarde planea con detenimiento cómo privarla de la vida o simplemente va y expone su brutalidad; así como ahí en el ejido en el que se arregla un matrimonio; en el barrio en el que todo el mundo escucha los gritos y los golpes y nadie hace nada; en la oficina en la que la gente ve cómo el jefe cierra la puerta; en la universidad en donde la comunidad lo sabe pero nadie se atreve a poner un alto; en el transporte donde ya ni la zona exclusiva basta; en el cultivo en el que por necesidad se trabaja, aun sabiendo que existe el riesgo de ser detenidas; en ese momento en el que una de nuestras hijas se baja del auto de noche para entrar en casa; en la invisibilidad del hogar en el que trabajan más de dos millones de nosotras; en el temor de ponerse una ropa o la otra; de tomar una copa de más y regresar sola a casa. El reto es inmenso y abrumador, parece imposible, en un país en el que cada día mueren 9 mujeres por razón de su género (sí, por el solo hecho de ser mujeres), no hay silbato de pánico que nos salve. ¿Cómo le hacemos? Es un trabajo de todas y todos. En tanto no entendamos esto, el cambio no se dará en los sectores más vulnerables. Porque el problema real está en donde la desigualdad se entrecruza.

    Más que un presidente que desconoce sobre el tema, tenemos un gobernante machista. Un gobernante que opta por abandonar a las mujeres que más lo necesitan, a las que se ubican en pobreza urbana, a las trabajadoras domésticas, a las obreras, a las de intendencia,

Por ello es indispensable la educación, por supuesto en casa, pero también como parte de aquella que imparte el Estado. No dejará de haber hombres feminicidas hasta que en las aulas se hable de temas como: las mujeres de Juárez, de Inés Fernández Ortega y de Valentina Rosendo, de todas “las buscadoras” de la lucha de algunas de nosotras que han hecho historia y cruzado todas las fronteras que parecían infranqueables. La lucha conceptual está cerca de ganarse, después vendrá la de hacer que la conciencia del problema sea generalizada, pero más tarde tendrá que venir, por fin, el cambio en los hechos.

En este punto, haré una pausa con referencia a este gobierno. A mí me quedan claras sus prioridades y deficiencias desde el inicio. Lo vimos desde el proyecto de paquete fiscal que fue presentado. Eliminando el Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF) y reduciendo en 70.3 por ciento los recursos destinados a la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, encargada de promover la atención y prevención de la violencia. Después vendría la consternación que con razón ha generado la decisión de cambiar la forma en la que se ejecutan los recursos asignados al programa de estancias infantiles y enseguida la alarma que se activó por el planteamiento que buscaba terminar con los refugios para mujeres víctimas de violencia.

Con ello, estimo, queda en evidencia a qué le da mayor importancia esta administración: La explotación clientelar de las personas en situación de vulnerabilidad, por encima de su protección eficaz. De manera paralela, lo cierto es que el presidente López Obrador ignora el tema y parece que no le importa. Bastaba analizar a simple vista la imagen de los tres próceres que enarbolarían toda la publicidad oficial de este sexenio. ¿Dónde quedamos las mujeres en la consideración del titular del Ejecutivo? Al corte de caja de estos primeros cien días de gobierno, parece que no es sino hasta que sus “corazoncitos” manifiestan colectivamente su inconformidad que, entonces, se analiza la viabilidad de rectificar sobre una decisión tomada. ¿Cuántas cosas más están aconteciendo en perjuicio de la igualdad de género que no advertimos? Más relevante todavía, en qué momento el acumulado nos llevará a afirmar que, más que un presidente que desconoce sobre el tema, tenemos un gobernante machista. Un gobernante que opta por abandonar a las mujeres que más lo necesitan, a las que se ubican en pobreza urbana, a las trabajadoras domésticas, a las obreras, a las de intendencia, etcétera. Por ahora me pregunto, dónde están las ocho mujeres que integran el gabinete. De nada nos sirve, señor presidente, que esté corriendo la legislatura de la “paridad de género”, si esto no es más que para apantallar sin dar resultados palpables. Lo que verdaderamente se requiere es de políticas públicas que permitan que las mujeres concilien el plano familiar con el laboral pero, sobre todo, que accedan a una vida libre de violencia.

Así, ante este nada favorable escenario, después del 8 de marzo debe seguir la movilización de verdad, la que nos llevará a tomar de una vez por todas nuestro papel en la sociedad, el que nos llevará a la verdadera reivindicación de nuestros derechos. En este contexto, tendremos que seguir siendo barricada de los embates regresivos, sea que provengan de la autoridad, por falta de conocimiento o de manera intencional, así como si enfrentamos poderes fácticos (para ello sin duda debemos exigir el actuar eficaz del Estado). Porque no hay tiempo que perder en la educación de nuestra niñez en la igualdad entre los géneros y en la consolidación de esas modelos que nuestras niñas están buscando para seguir. Pasada esta fecha, sigue el trabajo por volver el feminismo una cuestión de todas y todos, de ponernos a trabajar mujeres y hombres por una causa legítima en sí misma. A quien busque ensombrecer nuestra inercia, sepan que vamos empezando y el feminismo llegó para quedarse; nuestra convicción una vez en la calle no tiene por qué volver a quedarse en casa. La idea es no solo visibilizar una problemática sino generar nuevas relaciones humanas a partir de los derechos humanos.



Jamileth
Utilidades Para Usted de El Periódico de México