Vuelta al Mundo

Vladimir Putin, el rollo de nunca acabar

2019-04-01

Putin es el rey del souvenir en Moscú, pero en Kiev también. Ucrania es el lugar del...

Xavier Colás | El Mundo

Ucranianos y rusos parecen moverse en escalas de tiempo distintas. En Kiev la gente lleva semanas repasando la lista de 39 candidatos -un récord- para ver si se deshacen o no dePetro Poroshenko, que es presidente desde 2014. En Moscú cuesta imaginar qué -o quién- vendrá después de que se vaya Vladimir Putin tras un cuarto de siglo en el poder, como si estuviesen en un juego de ordenador que no tiene más pantallas. Incluso antes de la exitosa anexión de Crimea, estaba claro que Putin renovaría mandato en las elecciones del año pasado. En cambio, es difícil hacer un pronóstico sobre quién vencerá en Ucrania en la segunda vuelta.

Putin es el rey del souvenir en Moscú, pero en Kiev también. Ucrania es el lugar del anti-culto al presidente ruso: su retrato es omnipresente en camisetas y pegatinas en los urinarios con la inscripción "Putin huiló" (Putin capullo). El producto estrella es el papel higiénico con su cara. A media mañana una pareja de unos 50 años se para en un puesto frente a la catedral de Santa Sofía, que deslumbra con destellos dorados en este día electoral soleado. Ella examina el rollo mientras él se echa mano a la cartera. Entonces descubren que el que tienen en ese puestecillo es sólo de adorno, no se puede usar en el inodoro. Decepcionados, prosiguen su paseo.

Kiev es una ciudad oscura al caer la tarde, como si las farolas y los escaparates estuviesen de luto por las pobres cifras macroeconómicas del país. Elina, sin embargo, se siente en una deslumbrante metrópoli. Creció en Crimea, una península pobre en infraestructuras con la URSS y también con la Ucrania independiente. Perteneciente a la minoría tártara que regresó a su tierra durante al apertura de Mijail Gorbachov, Elina decidió abandonarla después de que Vladimir Putin se anexionase la península. "Voto a Poroshenko porque es el único que nos ha mencionado alguna vez en la campaña electoral", explica en una taberna del centro de la ciudad.

Tres días antes del día de las elecciones llegaron informaciones de registros y arrestos de las autoridades rusas contra los tártaros de Crimea: "Buscan cosas como textos extremistas que muchas veces ellos mismos colocan". En Crimea Elina se crió entre rusohablantes, que veían los canales de televisión rusos. Pero no percibió nunca "que hubiese un sentimiento generalizado de querer ser parte de Rusia, Crimea era Crimea, nada más". Con la agitación callejera y la violencia ocurrida en Kiev en 2014 "aumentó el miedo en una parte importante de la población, decían en la tele rusa que los nacionalistas iban a asaltar toda la península, pero aun así me sorprendieron las cifras del referéndum porque la gente llevaba años viviendo en paz y estudiando su propia lengua".

Lviv, la ciudad más al oeste, es la capital del vilipendio del presidente ruso, que aparece retratado con un bigote 'hitleriano' en los carteles del centro. Pero la cicatriz permanente está en el cementerio Lychakiv, construido en el siglo XVIII y cuyas esculturas fueron devastadas en tiempos de la URSS. Hoy da sepultura a casi un centenar de soldados muertos por fuego de los separatistas prorrusos en Donetsk y Lugansk. Hacen compañía a los ucranianos que lucharon junto a las SS en la Segunda Guerra Mundial y también a 3,000 soldados soviéticos que resistieron contra la ocupación nazi. La historia ucraniana es tan complicada como las enemistades que descansan en ese cementerio. Oleksandr Starodubtsev, uno de los líderes de las revueltas de Maidan, niega que su país sea más nacionalista hoy que hace cinco años: "No creo que los ucranianos se sientan mejores que otra nación, en todo caso al revés".

Hubo un tiempo en el que Ucrania tenía McDonalds y estatuas de Lenin conviviendo a pocos metros de distancia. El líder bolchevique ha sido descalabrado desde todos los 1.320 pedestales que tenía en el país, aunque no hay una idea clara de qué poner en su lugar. En cuanto a Putin, podría haber un ministerio dedicado a ver qué hacer con él: el flujo de gas y el respaldo a los separatistas armados del este de Ucrania sigue en manos de ese hombre que mira fijamente a muchos ucranianos desde un rincón del cuarto de baño.



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