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Democracia en peligro

2019-05-10

Por todo ello, es urgente que retornemos a la ruta de la transición democrática...

 

Por Mireille Roccatti | Revista Siempre

El país atraviesa momentos difíciles, que sólo quienes están en el poder no pueden, o se niegan a ver, y desde luego no entienden. La crisis de inseguridad con un promedio de 50 homicidios por día, los mexicanos hemos cotidianizado la violencia y las cifras se exponen con la certeza de que será asimilada y aceptada sin protestas sociales y cuando se enfrentan a movilizaciones de la sociedad  buscan descalificarlas, expresando que obedecen a intereses inconfesables de las clases altas o a la falta de información. Se equivocan, la sociedad ha reiterado su hartazgo, quienes gobiernan tendrán que escucharla y atenderla o decidir recorrer la peligrosa ruta de la tentación autoritaria.

Las crisis, cuando afectan a las Instituciones y golpean a la sociedad en su conjunto, sin que desde el poder se encuentre una salida política consensuada que permita sortearla, se convierte en un problema irresoluble tal y como plantea lúcidamente J.J. Linz, en su ensayo «La quiebra de las Democracias», que leído en clave mexicana nos permite desentrañar el verdadero problema.

De la crisis de inseguridad es cierto no puede imputarse su génesis al actual Gobierno, pero sí sin duda alguna, reprocharle su posible agravamiento y mantener una equivoca estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada y en especial al narcotráfico.

Con la creación de la Guardia Nacional, que en realidad son militares con un uniforme diferente, ese combate lo está librando el Ejército violentando la Constitución; y cuando las Fuerzas Armadas son sacadas de sus cuarteles sin un marco jurídico y una planeación adecuada, sin tener claro el qué, el cómo, el dónde, el cuánto y durante cuánto tiempo, afirma Linz, se quiera o no, los Ejércitos comienzan a ejercer poder y los desenlaces suelen ser trágicos para los Gobiernos.

Preocupa que frente al debilitamiento del Estado, crezca la posibilidad de una salida autoritaria por parte del régimen, que en su empecinamiento de no construir una hoja de ruta para regresar a los cuarteles al Ejército, sin que lo haga derrotado y que la Guardia Nacional, lo sustituya paulatinamente y haga de una vez el trabajo que le corresponde con los policías que la conforman.  Preocupa que en el empecinamiento de no modificar la estrategia, arribemos a la mitad del primer año de gobierno, con las Fuerzas Armadas aún en las calles.

La otra vertiente, es la manifestación popular, no una insurrección armada, sino una movilización social masiva como la que vivieron las naciones árabes denominada por algunos la «revolución del jazmín», en nuestra patria, pese a movilizaciones importantes como la de 2004 o la del pasado 5 de mayo, en las principales ciudades del país, no parece –y es sólo apariencia– existir el suficiente fermento o levadura social que la haga crecer masivamente con una fuerza tal que le permita una remuda de estilo de gobernar. Lo cual no quiere decir que en caso de un nuevo suceso, las cosas se galvanizan y una vez despierto y enojado (el tigre) el «México bronco», no lo para nadie.

Por todo ello, es urgente que retornemos a la ruta de la transición democrática trunca, en la cual el eslabón de la alternancia falló lastimeramente y no pudimos hacer un reequilibrio institucional. Ese nuevo arreglo institucional quizá requiera de un nuevo pacto social y de ser necesario hagámoslo. Somos más los ciudadanos que queremos una salida pacífica y democrática. Cerremos el paso a la tentación autoritaria cesarista que se vislumbra desde el poder.



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