Internacional - Política

Theresa May renuncia: ‘Hice todo lo que pude’

2019-05-24

Ante la posibilidad de una cuarta derrota humillante en el parlamento, abandonada por sus...

Por Ellen Barry | The New York Times

Una imagen icónica de Theresa May apareció esta semana, mientras el Reino Unido se preparaba para la noticia de que ella renunciaría.

La mostraba en la parte trasera de un auto, con el rostro pálido y brillante por el sudor, con los ojos rojos y llorosos. La imagen destacó porque era casi idéntica a la fotografía tomada a Margaret Thatcher en noviembre de 1990, cuando un auto la trasladaba después de su propia dimisión. “Lágrimas en el asiento trasero” fue el titular del Daily Mirror, en ambas ocasiones.

Las lágrimas eran evidentes porque eran algo extraordinario. En dos años y diez meses como primera ministra, May ha convertido la dureza en una marca personal, al liderar la carga incluso cuando sus esperanzas de concretar un acuerdo para el brexit se esfumaban. Uno de los misterios centrales de la política británica era: qué se necesitaría exactamente para que May se rindiera?

El 24 de mayo, lo descubrimos. Dijo que abandonaría el cargo de lideresa del Partido Conservador el 7 de junio, pero que permanecería como primera ministra hasta que se eligiera a alguien que la sucediera.

Ante la posibilidad de una cuarta derrota humillante en el parlamento, abandonada por sus últimos aliados, May finalmente llegó a la conclusión de que había agotado cada camino posible. Su estrategia para la salida del Reino Unido de la Unión Europea ha dejado a su país en graves aprietos: su población está venenosamente dividida, sus dos venerables partidos están gravemente dañados y sus probables sucesores impulsan la fantasía de línea dura de un brexit sin acuerdo.

Hasta hoy ha estado 1044 días en el cargo: una de las gestiones más breves de cualquier primer ministro de la posguerra. Su gobierno ha aprobado menos legislaciones que cualquier otro en las últimas tres décadas.

May renuncia en medio de una derrota total en gran parte porque se ajustó con lentitud a las realidades políticas del brexit. Aunque al último dejó claro que no estaba dispuesta a liderar al país hacia una salida sin acuerdo, apenas lo hizo a principios de este año, ya en la parte final del proceso.

Aunque al final buscó apoyo más allá de su propio partido, con la esperanza de improvisar una coalición con los centristas del Partido Laborista, lo hizo tentativamente, y demasiado tarde.

“Dejó ir su momento”, dijo Rosa Prince, la autora de una biografía de May. “Ella simplemente no tuvo la flexibilidad o la perspicacia de cambiar de rumbo. Es como un buque al que le toma mucho tiempo cambiar de dirección y entonces no puede recalibrar cuando está claro que la nueva ruta será fatal”.

Esta no es la forma en la que se suponía que la historia de May terminaría.

Después del referendo de 2016, ella tenía el atractivo —para muchos— de ser un par de manos seguro, una servidora pública responsable que podría ser capaz de dirigir al país hacia un compromiso. May, hija del vicario de un pueblo pequeño, parecía emanar de una Inglaterra más simple, más chapada a la antigua. Al ser políticamente solitaria, no pertenecía a ninguno de los grupos políticos del parlamento, así que era poco probable que fuera atraída hacia disputas ocultas o conspiraciones.

No obstante, en los siguientes años, esas virtudes se convirtieron en su perdición.

Al principio de la negociación, aceptó las garantías de las personas a favor del brexit de que las negociaciones serían sencillas y, como una estrategia de negociación, declaró que estaba preparada para abandonar la Unión Europea sin un acuerdo, dijo Chris Wilkins, que trabajó como su redactor de discursos y estratega jefe durante su primer año en el cargo.

“Toda la retórica de los que estaban a favor del brexit y de la campaña para salir de la Unión Europea, si recuerdas, fue sobre lo sencillo que sería”, dijo Wilkins. “A ella le decían que esto no sería tan complicado”.

Fue durante aquella época que May estableció una serie de límites para garantizar a los conservadores a favor del brexit que ella estaba de su lado, pero fueron estos los  que restringieron fatalmente su capacidad de maniobra.

En un importante discurso sobre una política en enero de 2017, prometió la liberación de las estructuras económicas de la Unión Europea y salir del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y prometió que, si era necesario, estaba lista para abandonar la Unión Europea el 29 de marzo de 2019 sin un acuerdo. Esa promesa —”Sin un acuerdo para el Reino Unido es mejor que un mal acuerdo para el Reino Unido”— fue una victoria para las personas de línea dura a favor del brexit, al llevar su manera de pensar hacia la corriente dominante conservadora.

“Fue muy importante, y no fue solo un discurso; lo dijo constantemente”, dijo John Redwood, una voz antieuropeísta en el parlamento desde hace décadas.

El discurso duro de May en las primeras etapas de negociación, la condujeron a un amargo desencuentro con personas a favor del brexit en su propio partido. En medio de la retórica del referendo, pasaron por alto un grave problema: abandonar el sindicato de aduanas europeo, que eliminaba los aranceles en bienes, significaba que se crearía una frontera física entre Irlanda del Norte e Irlanda, uno de los Estados miembro de la Unión Europea.

Pasarían casi dos años antes de que May hiciera pública su solución al problema de la frontera. La llamada salvaguarda (backstop) irlandesa mantendría al país dentro de un sindicato aduanal —lo que dejaría sujeta a Irlanda del Norte a regulación adicional por parte de la Unión Europea— hasta que encontraran una mejor solución, lo más probable mediante nueva tecnología u otra forma de acuerdo de comercio.

Este compromiso fue vilipendiado tanto por personas a favor del brexit como por aquellas en contra, como lo peor de las dos opciones, un Reino Unido que no estaba dentro ni completamente fuera de la Unión Europa.

Las personas a favor del brexit, en particular, sintieron que May había abandonado sus compromisos originales y temían que el Reino Unido pudiera quedar atorado en la salvaguarda durante años, obligada a cumplir con las reglas europeas pero incapaz de negociar sus propios acuerdos comerciales.

May convocó a las facciones en conflicto a olvidarse de sus creencias apasionadas y polarizantes; el año pasado le dijo al parlamento a finales del año pasado que “este debate se ha prolongado demasiado”.

“Es corrosivo para nuestra política”, dijo. “Y la vida depende del compromiso”.

No obstante, sus reservas de confianza en el parlamento estaban agotadas, y su estrategia de presionar a los legisladores al dejar correr el reloj resultó contraproducente de manera espectacular.

El acuerdo propuesto por May fue derrotado por márgenes históricos, primero por 230 votos en enero, después por 149 votos a mediados de marzo y por 58 votos dos semanas después.

“Era demasiado tarde para el momento en el que lo hizo”, dijo Ayesha Hazarika, que fue asesora del exlíder laborista Ed Milliband. “Si vas a comprometerte, lo mejor es hacerlo desde el principio, cuando tienes buena voluntad. Hacia el final, era más como que ella trataba de salvarse a sí misma. Todos podían ver que su poder estaba menguando”.

Ella también había decidido que no podía liderar al país hacia una salida sin acuerdo con tranquilidad de conciencia. Esta decisión fue el resultado de un conjunto de informes presentados a ella por Mark Sedwill, secretario de gabinete, en el que él explicó las consecuencias políticas y económicas —también para el Partido Conservador— de una salida abrupta.

“Desde ese entonces, todo se ha tratado sobre evitar salir sin acuerdo”, dijo Wilkins. “May está desesperada para evitarlo ahora. Por el bien del país, ella ahora piensa que es la opción errónea”.

No obstante, a medida que May luchó para lograr la aprobación de su acuerdo, la opinión entre activistas conservadores había cambiado silenciosamente, desde considerar una salida sin acuerdo como táctica de negociación hasta verla como un resultado deseable, la expresión más pura del mandato de 2016.

Boris Johnson, exalcalde de Londres y exministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido —y quien es el favorito como sucesor de May—, declaró en enero que una salida sin acuerdo es “lo más cercano a lo que la gente realmente decidió con su voto”. Nigel Farage, al mando del Partido del Brexit, dio a conocer el eslogan “No hay acuerdo, no hay problema”. Este podría ser el legado de May.

“Ella será juzgada como una primera ministra a la que le faltó valentía”, dijo Hazarika, la exasesora laborista. “Si hubiera atacado a los Boris Johnsons, las personas a favor del brexit de línea dura dentro de su propio partido, y hubiera dicho: ‘Pondré a mi país por encima de mi partido’, pienso que ella hubiera sido una heroína. Ella pudo haber sido primera ministra durante un largo tiempo”.



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