Internacional - Economía

Un municipio salvadoreño transformado por las remesas

2019-05-28

Las atrocidades cometidas por el gobierno salvadoreño, respaldado por Estados Unidos,...

Por David Gonzalez | The New York Times

Hace mucho que lo político se ha convertido en algo personal para aquellos que decidieron abandonar todo lo que conocían en El Salvador para buscar un futuro más seguro pero incierto en el norte. Las atrocidades cometidas por el gobierno salvadoreño, respaldado por Estados Unidos, durante la guerra civil desatada originalmente contra guerrillas en la década de 1980 motivaron un éxodo cuyo legado se refleja en la crisis migrante de hoy.

La narrativa política que predomina en las noticias incluye escenas de personas desesperadas y exhaustas que buscan asilo, así como la alarma de algunos ante una supuesta invasión inminente —aunque no probada— de hordas que traerán consigo delincuencia y enfermedades. Anita Pouchard Serra, quien ha fotografiado los sucesos noticiosos a lo largo de la frontera de México con Estados Unidos, pensó que las imágenes provenientes desde ahí no capturaban la profundidad de la crisis. A partir de esa inquietud, viajó junto con otras dos periodistas que pensaban lo mismo a Intipucá, una población en El Salvador transformada por las remesas enviadas por millares de hijos e hijas que trabajan en restaurantes, peluquerías, tiendas y oficinas en el área de Washington, D. C.

“Lo que nos interesaba era hablar sobre la migración desde el punto de partida, no de llegada”, dijo Pouchard Serra. “Sobre cómo se mantienen presentes los que se fueron y cómo ven sus vidas los que se quedaron. A partir de la historia de la migración, se crea un nuevo territorio que es una mezcla de Intipucá y algunos barrios en D. C., Maryland y Virginia. Tiene su propia mezcla cultural y una enorme sensación de estar aquí y allá”.

Ella misma divide su tiempo entre Argentina y Francia. Lo mismo sucede con las otras dos reporteras que se le unieron en este proyecto: Koral Carballo, fotógrafa mexicana, y Jéssica Ávalos, escritora salvadoreña. Este equipo transnacional se volvió tan cercano que comparte el crédito de Welcome to Intipucá City, una exploración de la vida entre el aquí y el allá y de cómo, tal vez algunas veces, puedes irte de nuevo a casa. O no. Es complicado y definitivamente no es una historia migratoria como las vividas hace tantas generaciones.

Las raíces del proyecto se remontan a 2016, cuando Pouchard Serra conoció a Carballo en un taller de fotoperiodismo en Veracruz, México. Eran las únicas mujeres en el taller. Habían cubierto temáticas relativas a la violencia doméstica y la migración, pero estaban deseosas de ir más allá de la imagen inmediata mientras desarrollaban su estilo visual propio. La migración, que tocaba la vida de ambas, parecía un tema adecuado. Tras las investigaciones iniciales, la propuesta para su proyecto sobre Intipucá fue apoyado por el International Women’s Media Foundation. Con el tiempo, Ávalos se unió al proyecto y su conocimiento del terreno resultó ser indispensable.

“Lo que nos motiva a las tres es cómo la mayoría de los medios ofrecen una narrativa sobre ‘el otro’”, explicó Carballo. “Queremos acercarnos y empatizar. Estos migrantes son estigmatizados por el discurso de odio en Estados Unidos, pero son personas que podrían ser tu familia”.

Por no decir vecinos de algún estadounidense típico.

El flujo desde Intipucá ha durado décadas y las remesas lo han transformado físicamente, con casas construidas en estilo suburbano, incluso con material importado de Estados Unidos, y decoradas con chucherías estadounidenses, como réplicas de la Estatua de la Libertad. Culturalmente, el flujo entre los dos países ha dado como resultado otro fenómeno: el espánglish.

Es común que los lazos familiares enmarañados se tensen debido a la distancia. Con ayuda de dibujos e historias orales, el equipo también esbozó árboles genealógicos con colores distintos para mostrar quién fue a dónde. Pouchard Serra sacó la idea de su propia infancia: su abuelo dibujaba árboles genealógicos.

El árbol genealógico de la familia de Claudia Rivera muestra a sus dos hijos adolescentes, que viven con sus padres en Washington, donde ella creció después de huir de la guerra civil en El Salvador. La doctora regresó a Intipucá y abrió una clínica en una población que se encuentra a una hora de distancia en automóvil. “Quería hacer algo para ayudar a su país”, dijo Pouchard Serra sobre la historia de Rivera. “Pero algo así supone un nuevo reto porque puedes convertirte en casi un forastero tras vivir tanto tiempo en otro país. Todas estas familias tienen estos sentimientos”.

En viajes más recientes para el proyecto, el equipo ha ido al área de Washington a dar seguimiento a aquellos oriundos de Intipucá que siguen en Estados Unidos. Esta diáspora sigue vinculada con la ciudad salvadoreña de maneras que la generación anterior nunca pudo, con ayuda de su sitio web, las redes sociales y las llamadas por Skype. Sin embargo, los que se fueron también apoyan económicamente a su pueblo por medio de concursos y rifas, la recaudación de fondos para proyectos locales y al suministrar artículos escolares para los niños. Algunos regresan a Intipucá para los festivales y las fiestas religiosas, a los que acuden con sus hijos para recordarles sus raíces familiares.

El proyecto de las reporteras, que fue seleccionado hace poco para la exposición Moving Walls 25 de Open Society Foundations en Nueva York, sigue en proceso, al igual que las vidas de quienes lo inspiraron.



Jamileth