Internacional - Política

Israel vive un drama político al filo de la repetición de las elecciones

2019-05-29

Si antes de que el reloj marque la medianoche el primer ministro Benjamín Netanyahu no ha...

Juan Carlos Sanz | El País

Jerusalén.- Es sabido que en Jerusalén las mejores gangas se encuentran cuando está a punto de cerrar el zoco al inicio del sabbat. Pero los regateos del atardecer del viernes en el mercado Mahane Yehuda palidecían este miércoles en la Knesset, el Parlamento unicameral de Israel. Si antes de que el reloj marque la medianoche el primer ministro Benjamín Netanyahu no ha logrado formar Gobierno, los israelíes se verán convocados de nuevo a las urnas 50 días después de las últimas elecciones.

Israel asiste en las últimas horas a un drama político sin precedentes. Mientras naufragan las negociaciones para fraguar una coalición gubernamental, a causa de las disputas entre laicos y religiosos sobre el servicio militar obligatorio, los diputados ya han iniciado una sesión en la Knesset que desembocará en la votación de disolución de la Cámara, que cuenta con 120 escaños. La repetición de las legislativas es la estratagema urdida por Netanyahu y los partidos del ala derecha parlamentaria, que suman 65 diputados, con el fin de impedir que el presidente de Israel, el conservador moderado Reuven Rivlin, pueda encargar la formación de Gobierno al líder opositor y antiguo general jefe del Ejército, el centrista Benny Gantz.

El frente de la oposición se ha preparado también para la batalla. La jefa de filas de Meretz (izquierda pacifista), Tamar Zandberg, disparó la primera salva en la Knesset. “Estamos preparados para protagonizar al menos tres días de filibusterismo (prolongación al límite de las intervenciones) para dar tiempo a que el presidente Rivlin nombre otro candidato a formar Gobierno”, advirtió. “Si se nos impide hablar, apelaremos al Supremo”.

La presidencia de la Cámara, controlada por la derecha, ha replicado que pedirá un uniforme a los letrados parlamentarios para poder detener el reloj un minuto antes de la medianoche y alargar los debates el tiempo que sea necesario. El final del culebrón político israelí sigue siendo impredecible en una fragmentada Knesset que acoge 11 partidos, de los que solo dos cuentan sus diputados con dos dígitos.

Aunque las negociaciones secretas para cerrar un acuerdo de última hora prosiguen en los pasillos del Parlamento, el rumbo de colisión hacia la repetición de las elecciones legislativas que dieron la quinta victoria a Netanyahu el 9 de abril parece imparable. El Ministerio de Finanzas ha evaluado en cerca de 500 millones de shequels (unos 125 millones de euros) el coste para la Administración de organizar los nuevos comicios.

Las arcas de los partidos están exhaustas tras la última campaña y los ciudadanos no parecen estar muy estimulados con la idea una campaña durante el tórrido verano de Tierra Santa. Por lo demás, en Israel la jornada electoral es semifestiva y acarrea unas pérdidas estimadas por los analistas económicos en unos 2,500 millones de shequels para la economía, a causa del cese de la actividad laboral y empresarial.

El bloqueo político ha sido aparentemente impuesto por del ex ministro de Defensa y líder de Israel Nuestra Casa (cinco diputados), el ultraderechista laico Avigdor Lieberman, que exige pactar la legislación sobre el servicio militar como condición previa a un acuerdo de Gobierno. Lieberman representa a cientos de miles votantes inmigrados a Israel desde la extinta Unión Soviética, caracterizados por su sesgo conservador y un estilo de vida laico. La reforma de sistema de alistamiento forzoso pondría fin a la exención que gozan ahora decenas de miles de alumnos de las escuelas talmúdicas, en contraposición al resto de los hombres y mujeres llamados a filas durante tres años al cumplir la mayoría de edad.

Los dos partidos ultraortodoxos judíos, que agrupan a 16 parlamentarios en la Knesset, rechazan de plano el proyecto de ley impulsado por Lieberman para establecer el reclutamiento forzoso de un cupo de decenas de miles de estudiantes de las yeshivas (escuelas rabínicas). Los jaredíes o ultrarreligiosos suponen un 11% de la población israelí son la comunidad con mayor crecimiento demográfico.

Un órdago para descabalgar a Netanyahu

Pero el órdago de Lieberman va ante todo dirigido a descabalgar del poder al jefe de filas del Likud. Si Netanyahu no logra forjar un consenso entre los socios de Gobierno en las próximas horas, el presidente de Israel puede concederle un plazo suplementario de otras dos semanas para seguir negociando. Pero Rivlin, enfrentado de antiguo con el jefe del Ejecutivo, tiene la potestad de encargar la formación de Gabinete a otro dirigente.

El primer ministro prefiere no arriesgarse a que Gantz, el rival que le desafío con fuerza en las urnas hace menos de dos meses, pueda tener la opción de conformar una coalición alternativa, a pesar de que los votos de toda la oposición solo suman 55 escaños. El presidente Rivlin asumió el martes por la noche su papel eminentemente ceremonial y se lavó las manos al recordar que la Knesset es soberana para legislar sobre su disolución, y que por ello “debe asumir en exclusiva la carga de la decisión de llamar de nuevo a las urnas a los israelíes”.

Mientras tanto, el fiscal general de Israel, Avichai Mandelblit, ha fijado para comienzos de octubre el trámite de audiencia a Netanyahu previo a su previsible inculpación por fraude y soborno en tres casos investigados por la brigada policial anticorrupción. Un nuevo proceso electoral puede retrasar la amenaza de la justicia que pende sobre el veterano primer ministro.

La fragmentada derecha israelí

Likud (conservador)

Con 35 diputados sobre un total de 120, el partido de Benjamín Netanyahu es la fuerza derechista dominante, aunque dista de ser un bloque monolítico. El líder indiscutido no se vería obligado a renunciar mientras no haya sentencia firme en su contra. Su predecesor, Ehud Olmert, fue condenado por corrupción en 2015, seis años después de su imputación. Desde la oposición de centroizquierda se acusa al primer ministro de intentar blindarse desde el poder mediante una reforma legal que le garantice inmunidad.

Kulanu (centroderecha laico)

El partido del ministro de Finanzas, Moshe Kahlon, sufrió un serio revés en las urnas. Su líder se plantea regresar a la disciplina del Likud, de donde salió en 2013, a cambio de conservar la principal cartera económica, en un periodo en el que el crecimiento y el empleo dan señales de frenarse.

Ultraortodoxos

La Unión por la Torá y el Judaísmo (askenazi) y Shas (sefardí) son las dos fuerzas políticas más votadas por los jaredíes. Los ultraortodoxos exigen que se mantenga la exención general de reclutamiento para los estudiantes de las yeshivas, que la nueva norma deroga al imponer cuotas de reemplazo a estas escuelas rabínicas. El Tribunal Supremo fijó el mes de julio como plazo límite para la aprobación definitiva de una ley que garantice igualdad de obligaciones entre los ciudadanos frente al servicio militar.

Israel, Nuestra Casa (ultraconservador laico)

El partido del exministro de Defensa Avigdor Lieberman ha convertido la ley de reclutamiento en su principal bandera política. También amenaza con bloquear la mayoría absoluta de la derecha: sus cinco votos en la Knesset son claves para la investidura de Netanyahu.

Unión de Partidos de Derecha (nacionalistas religiosos)

El líder de esta alianza ultraderechista, Rafi Peretz, es un antiguo rabino jefe de las Fuerzas Armadas. Se ha coaligado con representantes de los colonos radicales en Cisjordania y con Poder Judío, heredero de un partido racista proscrito hace 30 años. Defiende la anexión de los asentamientos en territorio palestino ocupado.



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