Cuentas Claras

El verdadero plan

2019-06-03

Hacia los gobiernos de las entidades federativas, los delegados federales todos poderosos y el...

Morelos Canseco Gómez | Revista Siempre

Si la propuesta de Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 está muy distante de cumplir los propósitos institucionales de ese instrumento y desde la administración y la mayoría de la Cámara de Diputados se hacen esfuerzos para que su aprobación oculte sus insuficiencias, ¿es posible que el auténtico plan esté en otro lado?

Si la planeación política es la vía para diseñar y articular los elementos y las acciones necesarias para transformar la realidad en aras de alcanzar determinados objetivos vinculados al ejercicio del poder, parece imposible dejar de pensar que carezca de un plan quien ha planteado transformar al país, al grado de confundir “su tiempo” con el alba de una nueva época para caracterizar el paso histórico del pueblo mexicano.

Porque la premisa de inicio es real: la voluntad de cambio del estado de cosas, donde el origen democrático del mandato hace que la exacerbación de las contradicciones y el afán presidencial por polarizar y excluir parezcan innecesarias ante el resultado electoral.

El cambio que se postula con la mediática propuesta de la Cuarta Transformación y que está presente en las primeras referencias discursivas del presidente López Obrador sobre asentarlo con tal solidez que no sea fácil revertirlo, es el corazón del verdadero plan político: la conformación de una nueva hegemonía, a través de la concentración del poder en el presidente y la sujeción de los ámbitos institucionales a su voluntad. Es la vuelta al pasado.

Primero, por evidente, los emblemas más sobresalientes del cambio: no al nuevo aeropuerto para la zona metropolitana de la Ciudad de México, adelante el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, y no conclusión del tren entre el Valle de México y el Valle de Toluca.

Segundo, el entramado más complejo, porque son espacios de decisiones y de poder público donde el propósito de concentrar no debe notarse; es inversamente proporcional a las estridencias de ordenar que la obra física avance o se detenga. Tan solo trazo pinceladas.

En la esfera de las instituciones: la preparación de la reelección de los diputados afines en 2021 y la disputa de los distritos donde triunfaron candidaturas de otras opciones partidarias; en la Corte la inclusión de personas abiertamente afines para cubrir las vacantes y el amago de reformar la integración para asegurar decisiones claves; en el Tribunal Electoral de la Federación el reacomodo, la presión y la insinuación de revisar la duración de cuatro mandatos; en el INE la propuesta envenenada de desaparecer las instituciones electorales locales –aparenta fortaleza–, pero debe realizarse también la integración y mandatos del actual Consejo General. Y en el horizonte la pretensión de la revocación del mandato, con su sentido de refrendo del encargo.

Hacia los gobiernos de las entidades federativas, los delegados federales todos poderosos y el reparto anticipado de candidaturas a los Ejecutivos locales.

Hacia otros organismos constitucionales autónomos, el puño de hierro de la desaparición del INEE como muestra para el elenco de la expansión de los órganos colegiados del Pacto por México, y de regreso a lo básico de lo que se sustrajo al poder ejecutivo; se cuecen aparte el Banco de México y la CNDH, frente al INAI, por la incomodidad de la transparencia, y la COFECE y el IFT, cuyas autonomías restaron margen de acción a la presidencia.

Sobre la CRE y la CNH, está fresco lo que ocurrió con las vacantes en la primera: únicamente incondicionales, donde sólo una persona acreditó competencia.

En otro ámbito institucional, la incógnita de cómo ejercerá realmente su autonomía el primer Fiscal General de la República, pero con el disparador de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP para que la FGR actúe en consecuencia.

Para los partidos políticos el escenario de la reducción del financiamiento público y la limitación presente del privado, que cobra renovado impulso con el resultado electoral previsible de este domingo, pues se inscribe en la cauda del ascenso de Morena en julio pasado y el tiempo de la esperanza posterior al inicio de todo mandato.

Hacia los medios de comunicación y el ejercicio de la libertad de expresión, se pasó de la confrontación con el periódico Reforma para descalificar cualquier crítica del diario, a la pretensión de estigmatizar y buscar el desprestigio de un número significativo de profesionales del periodismo. Sólo el nuevo poder decide quién puede manifestar ideas, generar opinión pública y pedir la rendición de cuentas, previo establecimiento de su preconcebido rasero de moralidad pública.

Es una aproximación al mapa de la concentración de poder en marcha.

En el escenario hay tercer elemento: los ajustes presupuestales validados por la Cámara de Diputados y ejecutados por la SHCP para sustentar la decisión de otorgar subsidios directos en efectivo a la población que constituye el objetivo electoral del Ejecutivo Federal.

En otra perspectiva, breves pinceladas del verdadero plan para la lectura de algunos factores reales de poder o con relación a sus ámbitos de interés. Con las asociaciones religiosas están los guiños a aquellas cuya feligresía es minoritaria y el atractivo –para todas– de abrirles el acceso a permisos o concesiones de radio y televisión.

Con el empresariado la revelación de los beneficios de la condonación de contribuciones como práctica de acuerdos con administraciones pasadas y el atractivo de participar en las obras y servicios que requiere la administración pública para cumplir sus funciones, donde, bajo el manto de que la corrupción se evita por una convicción presidencial, reina la asignación directa de contratos y concesiones.

Y con las Fuerzas Armadas –instituciones y factor esencial de poder– el rejuego de reordenar el regreso a los cuarteles con la transición de la creación de la Guardia Nacional, que les abre una nueva vertiente de desarrollo, pero civil; por ello la necesidad política de no abandonar el acuerdo de la pluralidad política y no asumir en solitario el costo político de la reforma y su horizonte para la seguridad pública y para este factor real.

Faltan otros actores, como la sesión ante las dirigencias sindicales de maestros o la obsecuencia ante las presiones del gobierno estadounidense, que pueden ilustrar a la inversa el propósito concentrador: no abrir esos frentes porque afectan el objetivo primordial.

El auténtico plan es conformar una nueva hegemonía. Volver al pasado. La falla en el diseño está en la pluralidad de la sociedad mexicana de hoy, que no se esfumará. El eje de perturbación está en la contradicción del populismo presupuestal con la responsabilidad hacendaria del equilibrio entre ingresos y egresos. Y la debilidad de la aspiración está en el desgaste y la vulnerabilidad del timón. Se habla mucho, se piensa poco y se hace menos.


 



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