Internacional - Política

Los votantes que definirán el futuro incierto de Estados Unidos

2019-06-20

Reuters reportará desde cuatro condados críticos en estos estados durante los...

Por Letitia Stein, Reuters

(Reuters) - Un jubilado preocupado por el futuro de su nieta en el condado de Pinellas, Florida. Una trabajadora de una fábrica en el condado de Racine, Wisconsin, que duda de que los políticos vayan a mejorar su vida como madre soltera.

Un líder de los Boy Scouts dispuesto a cruzar las líneas partidistas para revivir su ciudad obrera en el condado de Northampton, Pensilvania. Un estudiante universitario latino y gay en el condado de Maricopa, Arizona, que se prepara para votar por vez primera en una elección presidencial.

Estos votantes viven en algunos de los condados más reñidos de los estados que decidirán la contienda presidencial, lugares destinados a desempeñar un papel desmedido en 2020. Los cuatro condados se decidieron por cuatro puntos porcentuales o menos en 2016, en todos los casos a favor de Donald Trump.

Su camino para revalidar el mandato pondrá a prueba el mapa electoral que realineó. Para ganar, deberá contar con el firme apoyo de los votantes blancos de clase trabajadora que le ayudaron a capturar Florida y Pensilvania.

Además, deberá construir a partir de su estrecha victoria en Wisconsin, donde bajó la participación en la comunidad negra, predominantemente demócrata. Y está luchando para conservar el antiguo bastión republicano de Arizona, ya que los cambios de población han puesto al estado en juego para los demócratas.

Reuters reportará desde cuatro condados críticos en estos estados durante los comicios para entender mejor a las personas y los lugares que definirán la carrera presidencial.

La serie comienza con las historias de cuatro personas cuyas decisiones de voto -motivadas a menudo, según dijeron, por experiencias personales en vez de por afiliación partidista- siguen alterando la normalidad política.

JOHN LENGES, PINELLAS, FLORIDA

John Lenges mostró cuatro dedos en el aire, vitoreando mientras una multitud en Florida coreaba “cuatro años más” en el acto que dio comienzo este mes a la campaña de reelección de Trump para 2020.

Cuatro años antes, cuando Trump anunció su candidatura, Lenges era demócrata. Había desconectado casi por completo de la política. Nunca había votado a un presidente republicano, pero Trump era diferente: un hombre de negocios ajeno a la política.

“Fue un toque de atención”, dijo Lenges, de 65 años, un supervisor de mantenimiento retirado. “Nuestro país necesitaba un giro”.

Lenges se preocupa por el futuro de su nieta, mientras escucha noticias diarias de violencia. Odia ver cómo son retiradas las estatuas dedicadas a los soldados confederados que lucharon en la Guerra Civil, diciendo que destruye la historia.

Reconoce que es posible que Trump no pueda resolver todos los problemas, “pero creo que es un comienzo”.

Los amigos lo llamaron loco cuando comenzó a agitar carteles de Trump hechos a mano en el condado de Pinellas, donde los jubilados, los suburbanitas y los hipsters urbanos comparten playas de arena y donde el electorado oscila entre los dos principales partidos políticos en las contiendas presidenciales.

Lenges era demócrata, pero se convirtió en republicano para apoyar a Trump y ahora sigue respaldando la agenda del presidente. En unas vacaciones recientes en el Gran Cañón, agregó un día para visitar la frontera con México y el muro que el mandatario se comprometió a terminar.

STACY BAUGH, RACINE, WISCONSIN

A Stacy Baugh le gustaría un presidente en sintonía con los objetivos que esbozó en una agenda en el departamento de tres habitaciones que comparte con su prima y sus seis hijos.

Quiere opciones de trabajo que paguen un salario con el que ella puede vivir, no los 13 dólares por hora que ha estado ganando en una fábrica de ambientadores. También quiere mejores colegios para sus hijos y un empleo estable para su padre a pesar de sus antecedentes penales.

En 2016 no creyó que Trump o la demócrata Hillary Clinton fueran a cumplir, así que esta demócrata de 31 años se saltó la contienda pese a que votó en otras.

“No habría habido cambios con cualquiera de ellos en el cargo”, dijo Baugh. “¿Entonces para qué?”

Baugh fue parte de una inesperada caída en los votos demócratas en los barrios afroamericanos de Racine, la atribulada ciudad del Cinturón Industrial donde está criando a sus cuatro hijos pequeños.

Negra, bisexual y en quiebra con demasiada frecuencia, conoce las estadísticas sobre discriminación que hacen que algunos expertos consideren su región como una de las peores para los afroamericanos en la nación. Y tiene pesadillas en la que sus hijos acaban en un lugar como la prisión juvenil construida en una fábrica cerrada cerca de su casa.

Baugh está atrasada en el pago del alquiler. Está enfocada en pagar sus cuentas, hacer entrevistas de trabajo y garantizar la guardería. Por ahora, dice, estas prioridades le dejan poco tiempo para analizar las posiciones políticas de las dos decenas de demócratas que buscan competir con Trump.

Ahora quiere completar un programa sobre tecnología de la información. Asistió a un curso de formación de empleo que prometía un salario decente en la planta que está construyendo Foxconn en las cercanías. Pero asegura que esos trabajos no se han materializado, poniendo en duda los planes de Trump para reactivar la industria manufacturera estadounidense.

Baugh no se imagina apoyando a Trump el año próximo, ya que considera que su forma de hablar y sus acciones “no tienen clase”, y espera poder ir puerta a puerta pidiendo el voto para un demócrata en el que pueda creer.

“Siempre voy con el candidato que me apela y me llega más”, dijo Baugh. “Pero entonces nada cambia”.

KURT ZUHLKE, NORTHAMPTON, PENSILVANIA

Kurt Zuhlke mantiene una actitud abierta sobre la política presidencial.

Le dio a Barack Obama dos oportunidades para cumplir su promesa de traer esperanza y cambiar Estados Unidos. Cuando nada de esto llegó a la pequeña ciudad de Pensilvania en la que vive, este empresario optó por Trump.

“Quería tirar una llave en el engranaje y asegurarme de que todos se dieran cuenta de que hay algo realmente mal en este país”, dijo Zuhlke.

Ahora sigue inclinado a votar de nuevo por Trump, ya que cree que los candidatos demócratas para 2020 son “demasiado viejos” o “demasiado socialistas”.

Líder de los Boy Scouts a sus 63 años, a Zuhlke le gustaría que Trump rebaje sus comentarios vulgares, pero le da una nota alta por su voluntad de cambiar las costumbres de Washington. Está satisfecho con el toque del mandatario en la economía, que tiene el desempleo en mínimos de 50 años, y admira cómo cumplió su promesa de reducir las regulaciones de la industria.

    Quiere ver a la gente nuevamente con empleo en su condado, una franja de pueblos de clase trabajadora blanca que nunca se recuperó de la desaparición de las canteras de pizarra y las fábricas textiles.

Zuhlke respeta el valor del trabajo duro. A los 13 años, comenzó a cortar el césped. Como adulto joven, lavaba platos y vendía seguros. Abandonó la universidad al enterarse de que ganaba más dinero que su profesor de economía.

Convirtió una empresa familiar en un proveedor global de contenedores de productos y dijo que seguirá votando por aquellos que ofrezcan la sólida representación que su comunidad necesita.

“Puedo ir en cualquier dirección”, afirmó. “Quería a alguien allí que pudiera sacudir las cosas”.

ALEXIS RODRÍGUEZ, MARICOPA, ARIZONA

Cuando acuda por vez primera a las urnas en una elección presidencial el próximo año, Alexis Rodríguez estará pensando en su madre mexicana, que trabaja en dos turnos diarios sin derecho a voto en el país al que ha llamado a su hogar durante décadas.

A sus 19 años, Rodríguez ha alcanzado la madurez política, ya que la presidencia conservadora de Trump parece apuntar contra su identidad como joven, gay y latino.

“Me asusta hasta el día de hoy saber que puedo recibir un ataque”, dijo.

Rodríguez no ha conocido otro hogar que Phoenix, la base del diverso condado de Maricopa y centro poblacional del Arizona históricamente republicano. Las expectativas demócratas para el estado están aumentando junto a las nuevas casas y condominios que están rehaciendo su paisaje desértico.

En 2016, Trump ganó en Maricopa por el margen más pequeño de cualquier candidato presidencial republicano en años. Al mismo tiempo, los votantes expulsaron a su antiguo alguacil, Joe Arpaio, cuya retórica contra la inmigración se convirtió en una plataforma nacional para Trump.

Rodríguez, entonces en secundaria, se unió a las discusiones políticas del aula. Se convirtió en pasante en Promise Arizona, una organización local sin fines de lucro, donde ayudó a los inmigrantes a solicitar la ciudadanía y los derechos de voto.

El año pasado, se inscribió para votar como demócrata, atraído por el mensaje inclusivo del partido, y acudió por primera vez a las urnas en las elecciones al Congreso de mitad de término.

    Animado por su pegatina de “Yo voté”, llegó a casa y llevó a sus hermanos mayores a las urnas, llenando el auto de votantes que se habían saltado las elecciones de 2016. Sus sufragios ayudaron a elegir por poco a Kyrsten Sinema, una mujer bisexual, como la primera demócrata de Arizona que gana una contienda senatorial en tres décadas.

Rodríguez es el primero de su familia que va a la universidad y en la noche de las elecciones quiere ver los resultados en su casa con su padre, un veterano mexicano-estadounidense que comparte el entusiasmo de su hijo por votar.

“Vamos a asegurarnos de que este país sea para nosotros”, dijo. “Nuestra voz importa”.



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