Detrás del Muro

La migración

2019-06-21

En el tenso planeta en que vivimos, destaca el tema de la migración, que deja ver con...

 

Por Guillermo Ordorica Robles | Revista Siempre

La presunción de que la globalización derrama beneficios entre todos los pueblos, es falaz. De igual manera, su vociferada vocación para estimular las bases de la prosperidad en la posguerra fría, se derrumba ante los resultados de una economía mundial que concentra la riqueza en unos cuantos y ahonda la brecha entre ricos y pobres, con particular dramatismo en la siempre relegada periferia del planeta.

Francisco, para muchos el Papa de las izquierdas, se ha convertido en el vocero más eficaz de quienes abogan por un reordenamiento internacional que auspicie la justicia económica y revierta el deterioro de las condiciones de vida de millones de personas. El jesuita de formación académica y franciscano por vocación espiritual, reiteradamente se ha pronunciado por la adopción de políticas de desarrollo sustentable y a favor de un golpe de timón que desplace a la globalización y edifique una economía con rostro humano. Se trata, ciertamente, de la recuperación y actualización de la agenda social del Concilio Vaticano II, y también del esfuerzo del  Pontífice para posicionar a la Santa Sede como actor del cambio que se requiere para evitar el colapso del vetusto arreglo multilateral alcanzado en 1945.

En el tenso planeta en que vivimos, destaca el tema de la migración, que deja ver con nitidez las perversas consecuencias del desarreglo del mundo. Es un capítulo sensible de la agenda internacional contemporánea, que no es imputable a ninguna nación en particular, y sí en cambio a la citada globalización, la cual propicia masivos desplazamientos de personas que son víctimas de la pobreza, la falta de opotunidades y el deterioro del tejido social en sus lugres de origen, como ocurre con especial dramatismo en países de África y América Central.

A partir de 2011, las sucesivas oleadas y crisis migratorias registradas en Lampedusa, Italia, que costaron la vida a cientos de migrantes africanos, propiciaron que Francisco aludiera al tema como expresión de “la globalización de la indiferencia”. En abono a esta postura, la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede, trabaja para atender el fenómeno con respeto a los Derechos Humanos de quienes se han visto en la necesidad de emigrar o huir de sus países. En este empeño, el Vaticano postula la pertinencia de visualizar la migración con criterio integral, objetivo y de largo plazo, reconociendo la corresponsabilidad que existe entre países emisores, de tránsito y destino de migrantes, así como el aporte de estos en sus nuevos países de residencia.

Estos planteamientos ya son parte del acervo de la Organización Internacional para las Migraciones y de los principales instrumentos que regulan el fenómeno. Enhorabuena por ello y que corra la voz: la migración se mitiga con políticas de desarrollo social y se atiende con las herramientas del Derecho, no para criminalizarla, sino para reivindicar a aquellos que, en la búsqueda de una vida digna, no dudan en poner en riesgo la suya y la de sus seres queridos.


 



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