Tras Bambalinas

Diálogo con la mafia

2019-08-28

México no ha aprendido que el tema de seguridad, en un país con alta incidencia...

Por Beatriz Pagés | Revista Siempre

Una mala narrativa abrió la caja de Pandora.

La polémica que desataron las palabras de la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero es resultado de una comunicación política arbitraria y sin estrategia.

La funcionaria fue inoportuna y se expresó con ingenuidad al declarar que el gobierno dialogaba con grupos armados que buscaban deponer las armas.

Al decirlo, y como lo dijo, repitió los errores que cometieron los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto cuando frivolizaron la información en materia de seguridad.

Todos recordamos cómo el secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna presentaba a los narcojuniors frente a las cámaras de televisión vestidos con mocasines marca Gucci o creaba personajes de telenovela tipo Rambo.

México no ha aprendido que el tema de seguridad, en un país con alta incidencia delictiva, no puede ser abordado a capricho o de manera improvisada en una “mañanera” o entrevista banquetera.

En Francia, España y otras naciones con presencia terrorista existen códigos de comunicación muy estrictos para hablar sobre el crimen y evitar convertir a los delincuentes en héroes de guerra.

Aquí, sin embargo, parece que la intención es exactamente la opuesta. Se trata de premiar y estimular la delincuencia.

Los gobernadores de Tamaulipas, Francisco Cabeza de Vaca, y de Michoacán, Silvano Aureoles, denunciaron el acercamiento condescendiente que hoy tiene el gobierno federal con grupos dedicados al tráfico de armas, drogas, contrabando de combustibles, y que son responsables de los miles de muertos, desaparecidos, descuartizados, y de la orfandad en la que hoy viven muchas familias.

Las autoridades dicen estar hablando con “auténticas organizaciones de autodefensa” cuando se trata, en realidad —como lo denunciaron ambos gobernadores— de criminales vinculados a poderosos cárteles de la droga disfrazados de luchadores sociales para no ser encarcelados.

Con ellos, con la mafia, es con quien se está sentando el gobierno a dialogar. Extraño. Un régimen que reparte la Cartilla moral pacta con delincuentes y castiga a mexicanos honrados cuyo único “pecado” es no estar de acuerdo con la cuarta transformación.

Lo único que puede negociar la autoridad con criminales es la ley. La pregunta es a cambio de qué.

Por favor no digan que a cambio de parques, escuelas y fuentes de empleo y de combatir la pobreza, porque eso es lo que menos interesa a los grupos armados —se llamen cárteles o autodefensas— que han hecho del comercio ilegal una empresa multimillonaria.

Giovanni Falcone, el fiscal italiano que se dedicó —a costa de su vida— a desentrañar el entramado político del crimen organizado en su país, descubrió cómo obras públicas inútiles como carreteras que no llevaban a ninguna parte, puertos que no podían recibir barcos, aeropuertos sin pistas, servían para lavar el dinero de la corrupción.

Lo que deja ver la retórica de “desarmar para alcanzar la paz” es el desconocimiento —¿o desinterés?— del gobierno para combatir el crimen organizado utilizando los instrumentos del Estado.

¿Acaso no haría falta crear un sistema judicial con un nuevo régimen de leyes para destruir el poder de la mafia? ¿O que la Unidad de Inteligencia Financiera no solo se concentrara en procesar a los corruptos del pasado, sino en desmantelar la red de complicidades que tejió el narcotráfico con instituciones y personajes?

La 4T usa dientes y garras para atacar a sus adversarios políticos, pero no muestra la misma fiereza para combatir a los cárteles.

Al mismo tiempo que en cada “mañanera” se despotrica contra conservadores y fifís, hipócritas y reaccionarios, se tiende la mano a homicidas y asaltantes.

Sería interesante que el presidente de la república nos dijera por qué prefiere sentarse a dialogar con la mafia y no con los mexicanos de bien.



Jamileth