Reportajes

La lucha de una pareja que apostó por vivir del campo en Uruguay

2019-09-19

La sala de ordeñe es pequeña, techada pero sin paredes que contengan el viento o la...

 

Por Mauricio RABUFFETTI

Libertad, Uruguay, 19 Set 2019 (AFP) - En la madrugada helada, Damián sale a buscar las vacas que irán al establo de ordeñe donde las espera su mujer Beatriz, junto a quien lucha en Libertad, Uruguay, por mantener a flote el tambo familiar.

El termómetro marca -2°C y el frío se combate con mate, la infusión típica de los uruguayos, que toma casi hirviendo Damián Munsch, productor lechero de 30 años, instalado hace siete en 2013 en este paraje a 60 km al oeste de Montevideo en busca de un sueño: tener su negocio propio en el campo y vivir de él trabajando en familia.

En cierto modo, lo logró. A fuerza de voluntad, aprendió haciendo. Su esposa se encarga de las máquinas ordeñadoras y él de la alimentación de los animales. Su hija de cinco años, Isabella, duerme en la casa a pocos metros del tambo, cerca de la cama de su abuela.

Tienen 70 vacas, 51 en producción. Pero tras seis años de labor, la rentabilidad del establecimiento se volatilizó. Los precios de la leche bajaron y los costos de funcionamiento --principalmente combustible y electricidad-- se dispararon.

"Arranqué un mes bien y después fue todo crisis", resume Damián.

La sala de ordeñe es pequeña, techada pero sin paredes que contengan el viento o la lluvia. El trabajo es sacrificado. Pueden ordeñar cinco vacas a la vez, mientras las alimentan con ración para mejorar la productividad.

Beatriz Ferreira y Damián dicen que algunas tienen "mañas", pero ya las conocen. Todas tienen nombre, reciben cuidados veterinarios en fecha y nunca les falta alimento.

- A sol y sombra -

Con frío invernal o calor abrumador, no pueden dejar de trabajar. Saben que producen un alimento vital. No tienen empleados porque no los podrían pagar, por deudas asumidas para equipar el establecimiento y comprar animales.

La lechería atraviesa una profunda crisis en este país de tradición ganadera, cuyo escudo nacional desde el siglo XIX ostenta un vacuno como emblema de prosperidad.

Las asociaciones de productores denuncian que un tambo desaparece cada 40 horas. La crisis irrumpió en la campaña electoral de cara a las elecciones de octubre. 

Entre 2010 y 2018, el número de establecimientos de producción de leche cayó de unos 4,400 a 3,600, en medio de un creciente reclamo de medidas de alivio del sector al gobierno de Tabaré Vázquez (Frente Amplio, izquierda).

La crisis repercute en otros sectores del ámbito rural. De la venta de la leche, que envían a una cooperativa, sale el dinero para pagar gastos de funcionamiento pero también al contratista que siembra, al que les vende ración, al veterinario, a la barraca que provee insumos, la caminería necesaria para que los animales no se empantanen en época de lluvia y otros rubros que significan trabajo e ingresos para otras familias.

"Si hay una cosa que no podés hacer, es dejar de producir", afirma Damián con convicción.

- Dos veces al día -

Hace seis meses que Beatriz y Damián no pueden cobrarse un "sueldo" de lo que facturan. Todo el dinero va para los animales, la electricidad, el gasoil, y el pago de créditos a bancos y proveedores.

Beatriz se mueve en la fosa detrás de las protecciones para las patas del ganado. El ordeñe de 51 vacas le tomó unas dos horas. Amaneció, la leche quedó almacenada en un tanque a temperatura controlada y comienza el lavado de instalaciones.

En menos de 12 horas, a las cinco de la tarde, el proceso de ordeñe se repetirá. Es un trabajo de todo el día, cada día del año, sin domingos, fiestas ni feriados, ya que los animales no pueden quedar sin ordeñar, a riesgo de contraer infecciones.

A veces se ven obligados a vender vacas, esas a las que le pusieron nombre y conocen, para poder pagar la electricidad, explica Damián. Venden al contado y compran otras vacas a crédito para hacerse de dinero.

El trabajo es duro. ¿Por qué no cambiar de rubro?

"El tambo es lo que me gusta, siempre me gustó el campo", dice Beatriz. No me imagino estar fuera de este lugar. Creo que hay un futuro por delante y que se va a salir adelante", resume.

"Más que nada hay que darle un mensaje a las próximas o mismas generaciones, de que se puede salir adelante siempre", acota Damián.

Es la hora del desayuno. Isabella se levantó, sonriente. En unas horas irá a la escuela. En tazas de losa espera humeante el café con leche recién ordeñada. Es otro día de trabajo en la vida de esta familia uruguaya.


 



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