Religión

Tres víctimas del tsunami y el accidente nuclear dan su testimonio al Papa

2019-11-25

“No podemos transmitir plenamente nuestro sufrimiento”, ha confesado el chico, que ha...

Rosa Die Alcolea

(ZENIT – 25 nov. 2019).- Tres víctimas de la “triple catástrofe” que golpeó Japón el 21 de marzo de 2011 han compartido con el Papa Francisco sus testimonios este lunes, 25 de marzo de 2019, en la sala Bellesalle Hanzomon, en Tokio, durante la visita apostólica del Pontífice a Asia.

Ocho años después del triple desastre, Japón “ha demostrado cómo un pueblo puede unirse en solidaridad, paciencia, perseverancia y resistencia”, ha dicho el Santo Padre. El camino hacia una recuperación completa puede ser todavía largo, “pero es siempre posible si cuenta con el alma de este pueblo capaz de movilizarse para socorrerse y ayudarse”, ha dicho Francisco.

El fatídico 21 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9 (el tercero peor hasta el momento en todo el mundo), fue localizado frente a la costa de Honshu, 130 km al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi. Éste generó el tsunami y el posterior accidente de la central nuclear de Fukushima. 

150,000 desplazados

Se estima que más de 18 mil personas murieron y 150 mil fueron desplazadas por la “triple catástrofe”, muchas de estas no han regresado a sus hogares, sobretodo en la ciudad de Sendai (Miyagi), que es la más afectada.

El accidente nuclear de Daiichi, en Fukushima, además de las preocupaciones científicas o médicas, también urge el inmenso trabajo para restaurar el tejido de la sociedad. “Hasta que se restablezcan los lazos sociales en las comunidades locales y las personas tengan de nuevo una vida segura y estable –afirmó el Pontífice– el accidente de Fukushima no se resolverá por completo”. Lo cual implica, a su vez la preocupación por el uso continuo de la energía nuclear, y pidieron la abolición de las centrales nucleares.

Tokuun Tanaka, sacerdote budista

Tokuun Tanaka, sacerdote budista, sobrevivió al desastre nuclear, en Fukushima: “Dokeiji, a 17 km al noroeste de la central nuclear, donde yo vivía, ha sido un templo central en la región durante más de 800 años. Era un lugar tranquilo, rico en naturaleza, con agricultura y pesca”, ha relatado. “Muchas personas vivieron juntas durante tres o cuatro generaciones y valoraron la historia y la cultura transmitida por sus antepasados”.

“La orden de evacuación se levantó en 2016, y el 35 por ciento de las personas han regresado. Los miembros del templo estaban dispersos cerca y lejos en un área muy amplia. A menudo voy a visitarlos”, narra el sacerdote budista. “Al principio, estábamos perdidos ante esta terrible realidad. Sin embargo, poco a poco nos vamos levantando y aceptando la realidad y comenzamos a avanzar”.

Vivir el accidente nuclear con 8 años

“Cuando tenía ocho años, ocurrió el accidente nuclear, y fuimos evacuados a Tokio para escapar de la radiación” ha recordado Matsuki Kamoshita, visiblemente emocionado. Ha contado al Santo Padre que Japón ha dejado de albergar a los evacuados, muchas personas se han visto obligadas a regresar a la zona contaminada, y que los materiales radiactivos siguen emitiendo radiación tras 8 años

Su padre, maestro, regresó a Fukushima y dejó a los dos pequeños con su madre, que iba cambiando de residencia de un lugar a otro, ha descrito el joven Kamoshita. “Fui abusado en el destino de evacuación y cada día era tan doloroso que quería morir. Eventualmente, mi padre se enfermó mental y físicamente y dejó de trabajar. Aún así, sigo pensando que somos afortunados porque pudimos salir de allí”.

“No podemos transmitir plenamente nuestro sufrimiento”, ha confesado el chico, que ha pedido al Papa oraciones por ellos y porque “la gente de todo el mundo trabaje para eliminar la amenaza de la exposición a la radiación de nuestro futuro”.

“Pude encontrar la esperanza”

Toshiko Kato es directora de un jardín de infancia católico en la ciudad de Miyako, Prefectura de Iwate. Estaba en el trabajo el día del tsunami. “Una niña que había regresado a casa de la guardería murió ese día”, ha narrado.

Desde ese día, “he seguido pensando en la importancia de enseñar a los niños lo precioso de la vida y cómo proteger sus vidas, así como la gran responsabilidad que tengo como directora de kindergarten de tomar las mejores decisiones para proteger sus vidas”.

“A través de este terremoto, recibí mucho más de lo que perdí. Muchas personas de todo el mundo abrieron sus corazones y pude encontrar la esperanza de ver a la gente reunirse para ayudarse unos a otros”. ha contado la joven japonesa.

Junto con el resto de la ciudad, su casa fue arrasada por el tsunami, ha recordado. “El dique construido alrededor de la ciudad como contramedida contra un tsunami se rompió. Era tan grande que la gente venía del extranjero para verlo. Las cosas hechas por la sabiduría y el poder humanos fueron destruidas y arrastradas, pero las que estabas hechas por la naturaleza no se rompieron. Aprendí que los seres humanos no pueden luchar contra la naturaleza y que la sabiduría para vivir con la naturaleza es necesaria”.
 



regina