Panorama Norteamericano

El Impeachment y las promesas de Donald Trump

2019-11-29

De una u otra forma, el camino que siga la audiencia, Sanders sabe que algunos de sus compatriotas...

Por Bernardo González Solano | Revista Siempre

Muchas de las cosas que hace, dice o escribe el presidente Donald John Trump ya no sorprenden tanto como cuando empezó su gobierno. Sin embargo, todavía sus baladronadas captan la atención de la prensa y del público. Así las cosas, el lunes 19 de noviembre, en uno de sus tuits, anunció que consideraría “seriamente” –palabra que en boca del mandatario puede tener tanta validez como una moneda falsa–, testificar en el marco de la investigación previa a un juicio político que lleva a cabo la Cámara de Representantes, tal y como le instó la líder demócrata Nancy Pelosi.

“Aunque no he hecho nada malo y no me gusta darle credibilidad a esta parodia de justicia, me gusta esta idea, sobre todo para que el Congreso pueda concentrarse nuevamente (en su papel legislativo), consideraré ‘seriamente’ testificar”, aseguró por medio de su arma preferida: Twitter.

Cierto o no, el caso es que al iniciarse en la Unión Americana la “telenovela más popular” –el impeachment contra el presidente Trump–, la fase pública de la investigación de juicio político que lleva a cabo la Cámara de Representantes contra Trump, los estadounidenses la vieron a través de pantallas de todas las medidas. De hecho no solo de la TV, sino por medio de celulares, computadoras, tabletas, lo que hará que refuercen en tiempo real sus puntos de vista preexistentes hacia el magnate en plataformas de redes sociales y otros lugares que no existían en tiempos del presidente Richard M. Nixon, en 1973.

Los tiempos han cambiado, sin duda. Como dice el profesor de comunicaciones en la Universidad de Boston, Tobe Berkovitz: “La gente ahora tiene una variedad mucho mayor de opciones para consumir esto (el juicio de Trump por medio de la televisión)”. Sin embargo, otros analistas, como Darell West, experto en ciencias políticas y vicepresidente de la Brooking Institution, reconoce que la mayoría del público ya tiene una decisión sobre la culpabilidad o inocencia del mandatario enjuiciado.

Otro profesor de política en la Universidad de Drake en Des Moines, Iowa, Arthur Sanders rememora que el apoyo público a la acusación de Richard Nixon creció a medida que avanzaba la investigación televisada de Watergate, mientras que la mayoría de los estadounidenses seguía oponiéndose a la destitución de Bill Clinton en cada etapa de su proceso. Abunda el profesor Sanders:”Los demócratas esperan que esto siga el modelo de Nixon. Trump, por su parte, siempre ha esperado que siga el modelo de Clinton”.

De una u otra forma, el camino que siga la audiencia, Sanders sabe que algunos de sus compatriotas desean seguir el drama del juicio político contra Trump. A lo mejor, al final de la historia, el magnate de la cabellera estrafalaria no cumple con el famoso endecasílabo escrito por Franceso Petrarca (Arezzo, Italia, 1304-1374): “Un bel morir tutta una vita onora” (“una muerte hermosa honra toda una vida”). Demasiada poesía para que un patán como Trump pueda disfrutarla cabalmente. Su rosario de desmanes y atropellos es demasiado largo. Todo anuncia un abrupto final de su vida política, aunque los republicanos impidan el impeachment. Trump incomoda a sus propias filas, por su cada vez menos oculto racismo, su ofensivo vocabulario y sus ocurrencias políticas. Las dos últimas lo asemejan mucho con el abanderado de Morena.

Así las cosas, la ex embajadora de EU en Ucrania, Marie Yovanovitch, contó el viernes 15 pasado, durante la segunda jornada de las audiencias públicas de la investigación para el impeachment a Donald Trump , cómo una supuesta campaña de desprestigio lanzada desde la Casa Blanca dio al traste con su carrera diplomática. Mientras, el propio presidente la atacaba en directo desde Twitter. Casi al mismo tiempo, el representante demócrata Adam Chift, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara Baja, afirmaba: “Algunos de nosotros aquí nos tomamos muy en serio la intimidación de testigos”. Para los demócratas, la ex embajadora es una valiosa pieza del rompecabezas que tratan de armar en la investigación abierta en el Congreso para la posible destitución del mandatario.

Es decir, el caso de un presidente que según los “indicios” abusó del poder persiguiendo su propio beneficio político personal, y no los intereses de la sociedad estadounidense. La testigo, la diplomática Yovanovitch, ya había referido todo en su testimonio a puerta cerrada hacía varios días, y los medios también ya habían hecho su trabajo: recogerlo en las transcripciones. Por lo mismo, el viernes 16 del mes que corre, el objetivo de la declaración de Yovanovitch era proporcionar a los millones de espectadores (hasta 13 millones siguieron los primeros testimonios solo en la antigua “caja idiota”, sin contar el streaming: la transmisión), una ración de empatía.

De tal suerte, justo un día después de que la presidenta de la Cámara de Representantes, la poderosa Nancy Pelosi, sugiriera que el presidente Trump podría ser sometido a un impeachment por “soborno” al Gobierno de Ucrania, el  mandatario agregó él solo un segundo cargo en su contra en el proceso político que podría finalizar destituyéndolo: coacción a un testigo, para el caso, a la ex embajadora en Ucrania, Marie Yovanovitch.

Trump hizo una más de sus trapacerías, literalmente en un momento de máxima audiencia en televisión, mientras la ex embajadora declaraba ante el Comité de la Cámara de Representantes que investiga la presunta coacción del mandatario al gobierno ucraniano para que éste anunciara el inicio de una investigación contra la familia del candidato demócrata a la Presidencia, Joe Biden. Mientras la diplomática relataba cómo, en su opinión, había sido cesada fulminantemente en mayo último por no haber tolerado la corrupción del anterior presidente ucraniano –Petro Poroshenk, a su vez cercano a colaboradores y donantes del magnate norteamericano–, Trump “empuñó su Twitter” y empezó a “dispararle a la ex embajadora.

Con lo que sería el principio de un rosario de tuits, Trump “disparó”: “Todos los sitios a los que Marie Yovanovitch fue han acabado mal. Empezó en Somalia, ¿cómo acabó aquello? Pasemos luego a Ucrania, donde el nuevo presidente habló mal de ella en mi Segunda conversación telefónica con él”.

Ni un guionista hollywoodense podría haber imaginado una situación en la que el jefe de la Casa Blanca está atacando a una diplomática de carrera hasta el extremo de culparla de la guerra civil y la hambruna de Somalia, que se cobró la vida de más de medio millón de personal –incluyendo 19 soldados de las Fuerzas Especiales de EU–, a pesar de que en aquel momento Yovanovitch apenas iniciaba su carrera diplomática.

En tanto, en el Congreso, el presidente del comité investigador, Adam Schiff (al que Trump –graciosamente–, se refirió en Twitter como “Schitt”, un juego de palabras entre su nombre y, literalmente, la palabra “mierda”), informó a la ex embajadora de los tuits del presidente, que calificó de “intento de intimidación a una testigo en tiempo real”. Marie coincidió en ese análisis. “Creo que el propósito es intimidar”, dijo. Incluso aliados del máximo nivel de Trump criticaron los ataques. El mensaje del mandatario revela un “juicio extremadamente pobre”, ya que es un texto “claramente injurioso”, expresó el fiscal especial que investigó a Bill Clinton y destacado trumpista, Kenneth Starr, en la cadena de televisión Fox News.

El testimonio de Yovanovitch –explicó Pablo Pardo, corresponsal del periódico madrileño El Mundo, en Washington–, puso de manifiesto el poder que Twitter le da a Trump. Cuando un congresista preguntó a la ex embajadora si el Departamento de Estado no la había apoyado en la campaña de injurias que los asesores presidenciales lanzaron contra ella antes de ser relevada en el cargo “por miedo a que Trump colgara algo en Twitter”, respondió con un escueto “entiendo que sí”. La diplomática también confirmó que se había sentido “amenazada” cuando la Casa Blanca publicó el resumen de la segunda conversación de Trump con Volodimir Zelensky, el 25 de julio pasado, en la que le dijo que a la embajadora “le van a pasar algunas cosas”.

Yovanovitch calificó de “campaña de difamación en mi contra”, lanzada por “intereses estadounidenses y extranjeros”, en clara referencia a dos socios del abogado de Trump, Rudy Giuliani, que están en la cárcel de EU por haber donado ilegalmente más de 350,000 dólares a la campaña del presidente. Giuliani fue el personaje que dirigió la diplomacia paralela del magnate en Ucrania. Una diplomacia paralela que Yovanovitch, al igual que su sucesor en el cargo, Bill Taylor, insiste que favorecía a los intereses de Rusia, no de la Unión Americana.

Pero, no está claro que esas opiniones vayan a cambiar a la opinión pública, o la de los republicanos. El tuit que Schiff y Yovanovitch consideraron amenazador tenía cuatro horas de haber sido “colgado”, 67,800 “Me gusta”. El asunto todavía va para largo. No se olvide que el 23 de enero de 2016, en plena campaña que lo llevó al antiguo hogar de Barack Obama, con toda desfachatez, el abanderado republicano –que en aquellos momentos presumía de que “no era un político como los demás”–, aseguró: “Podría ponerme en medio de la Quinta Avenida, pegarle un tiro a alguien, y no perdería un solo voto”. Y casi sigue en las mismas. Lo del impeachment no terminará pronto.



regina