Ecología y Contaminación

La “extraordinaria” conga de unas chimpancés y el origen del baile en los humanos

2019-12-26

Al mismo tiempo, unos científicos japoneses ponían a prueba el sentido del ritmo de...

Por JAVIER SALAS | El País

26 DIC 2019 - 05:27 CST Durante años, Holly y Bakhari repitieron el mismo comportamiento para disfrute de los visitantes del zoo de San Luis (EE UU). Sin que conozcamos las causas, sin que nadie les enseñara, las dos chimpancés se coordinan de forma extraordinaria para caminar por su recinto en lo que los humanos llamaríamos una conga. Andan una detrás de otra, sincronizando al milímetro el ritmo y la velocidad de sus pasos, aunque encuentren obstáculos en su camino. Los primatólogos que ahora las han estudiado consideran que es "extraordinario" y que ofrece claves muy interesantes sobre la evolución humana más allá del regocijo que provoca verlas en acción.

Al mismo tiempo, unos científicos japoneses ponían a prueba el sentido del ritmo de un grupo de chimpancés criados en cautividad. Al sonar las notas del piano, los simios se balanceaban al ritmo, sobre todo si se encontraban sobre dos patas. De nuevo, estos especialistas consideran que estos balanceos son mucho más que un juego. Dado que humanos y chimpancés nos separamos de un ancestro común hace unos seis millones de años, es probable que las raíces del baile y el ritmo nos acompañen desde entonces.

"Nuestros resultados muestran que uno de nuestros parientes vivos más cercanos puede moverse en una cadencia rítmica precisa y hacerlo en sincronización con un compañero social moviéndose también al mismo ritmo; por lo tanto, compartido", explica Adriano Lameira. Este primatólogo es uno de los autores del estudio que analizaba los movimientos de Holly y Bakhari y que han publicado en Scientific Reports. "Hasta ahora, no había evidencia de que los grandes simios pudieran hacer esto, especialmente en ausencia de entrenamiento o estimulación humana", añade Lameira. El científico considera que este raro comportamiento social ofrece un vistazo "de cómo podrían haber sido las primeras etapas de la evolución de la danza, así como de las primeras funciones que el comportamiento podría haber tenido".

Lameira, de la Universidad de Warwick, y sus colegas estudiaron la veintena de vídeos que hay disponibles del comportamiento de las dos chimpancés, incluyendo un minucioso análisis computacional de sus movimientos. La chimpancé Holly murió de cáncer el año pasado, por lo que no se puede seguir estudiando su conga. Estas hembras se coordinan totalmente, y no pierden el ritmo ni la sincronización aunque aceleren o aminoren la marcha en su avance por el recinto, con una precisión que les obliga a trabajar con todo el cuerpo a la vez (ver vídeo). 

Estos científicos viajan hasta lo más profundo de la psicología de estas chimpancés para explicar el origen de su conga y, también, para especular sobre el baile en humanos. Holly y Bakhari nacieron en 1998 con solo un par de semanas de diferencia, en zoos distintos, y fueron trasladadas al de San Luis sin sus respectivas madres, lo que les provocó indudables carencias sociales y afectivas. Solas y de la misma edad, las chimpancés tejieron una fuerte relación. De ahí pudo surgir esta conga: es habitual que animales con este tipo de carencias reproduzcan gestos estereotipados y movimientos repetitivos. Esa danza sería, por tanto, un comportamiento que las reconforta y proporciona cierta paz: el baile tendría una función reparadora y de fortalecimiento de lazos sociales.

Lameira y su equipo piensan, por tanto, que el baile no surgió en los humanos directamente como una actividad ritual de grandes grupos, sino por parejas. "Nuestro hallazgo muestra que un ritual social con las características distintivas de la danza, ritmo preciso y sincronización, puede ocurrir en los grandes simios simplemente porque dos individuos ya obtienen beneficios al realizar el comportamiento", afirma en un correo electrónico. Y añade: "Los científicos ahora pueden comenzar a considerar posibles escenarios para la evolución de la danza, donde las formas más tempranas pueden haber estado basadas en parejas en lugar de asumir que la danza necesariamente tenía que ser un comportamiento comunitario".

Otro estudio, publicado en el último número de PNAS, plantea una nueva reflexión sobre el origen de la danza al desligar por completo el sentido del ritmo de la capacidad oral de los animales. Comenzaron poniendo ritmos musicales generados con piano a un grupo de chimpancés en la Universidad de Kioto, lo que generó balanceos rítmicos entre los chimpancés machos y apenas en las hembras, que los primatólogos del estudio atribuyen al tipo de sociedad patriarcal en la que viven. Entre los chimpancés más bailongos destacó el macho Akira, por lo que el resto del estudio se centró en sus reacciones (ver vídeo). A Akira no solo no le molestaban los ritmos, sino que se acercaba a la música, y no podía evitar moverse en cuanto se escuchaban los atronadores acordes, incluso siguiendo el ritmo solo con la mano, como hacemos los humanos.

Lo más llamativo fue que cuando Akira escuchaba los ritmos estando sobre dos patas su movimiento era más receptivo al tempo que marcaban esas notas. "En una postura bípeda, el cuerpo puede moverse con mayor flexibilidad que en una postura cuadrúpeda", explica el primatólogo Yuko Hattori. Y añade: "Al igual que los humanos sincronizan los movimientos del cuerpo con el tempo o el ritmo de la música, los chimpancés también realizan movimientos rítmicos de manera flexible en cierta medida según el tempo en una postura bípeda".

Estos científicos llegan a la misma conclusión que Lameira y su equipo, aunque por otro camino bien distinto: que algunos fundamentos biológicos para la música y la danza pueden estar profundamente enraizados en el ancestro común compartido por chimpancés y humanos. Y que, dado que los chimpancés no pueden hablar, esta capacidad no estaría ligada a la capacidad de vocalizar, que algunos estudiosos proponen teniendo en mente únicamente a humanos y aves. "El balanceo rítmico inducido por la música está profundamente arraigado en la evolución y existió hace aproximadamente seis millones de años, mucho antes de que los humanos adquirieran la habilidad del lenguaje", concluye Hattori.



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