Valores Morales

Cómo vivir la virtud del desprendimiento

2020-01-02

El dinero es buen servidor pero mal amo, dice el refrán, pues en ocasiones puede despertar...

 

Fuente: www.lafamilia.info

El dinero es buen servidor pero mal amo, dice el refrán, pues en ocasiones puede despertar apegos. El desprendimiento es por consiguiente, el antídoto contra la fijación extrema a los bienes, es el camino para librarse de dichas ataduras y vivir de forma plena y libre, además nos aparta de la avaricia.

El valor del desprendimiento consiste en utilizar correctamente los recursos sin apegarse a estos e invita a poner los bienes propios al servicio de los demás. El desprendimiento ayuda al ser humano a superar el egoísmo y a salir de la esfera de cristal que ocasiona la indiferencia. Por añadidura, es un valor que promete paz interior, lo que hace vivir en un estado apacible sin basar la propia felicidad en lo que se tiene o no se tiene: Â"el valor del desprendimiento nos enseña a poner el corazón en las personas, y no en las cosas.Â"

Adicional a esto, el desprendimiento permite ver las penurias de los otros -el apego nubla la realidad- y provee la sensibilidad para reconocer que siempre habrá alguien con más carencias, no necesariamente materiales. Â"El desprendimiento no se enfoca únicamente en objetos, sino que abarca incluso recursos que no se pueden tocar, como conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las personas, porque toca nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades. Esta actitud de vida nos exige una revisión constante para dejar de ser el centro de nuestras atenciones y poner a los demás en él.Â" *Padre Hugo Tagle de Catholic.net.

Es aquí donde decimos que este valor se ocupa de demoler el individualismo en la humanidad.

Desde luego es necesario el sustento económico para sacar adelante la familia, para trabajar con eficacia, para llevar una vida digna y construir un futuro estable. La dificultad surge cuando se hace del dinero y de las cosas que se poseen, un ídolo a quien adorar.

¿Cuánto se necesita para vivir?

En realidad se necesita de poca cosa para vivir, pero el mundo cada vez nos entrega más y más, instaurando dependencias que subyugan al hombre.

Â"En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin embargo, si no tenemos cuidado, puede llegar el momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior.Â" *Encuentra.com

Asimismo, el autor citado con anterioridad añade: Â"Al observar tantas cosas que nos ofrece el mundo, notamos que somos felices sin muchas de ellas. No se trata de despreciar las bondades y maravillas del progreso, sino de ubicarlas en su justo contexto, para no esclavizarse a ellas. Una revisión constante de nuestras prioridades a la luz del valor del desprendimiento, nos regalará una idea de cuán libres somos ante nuestros bienes y recursos evitando los apegos.Â"

El valor del desprendimiento facilita la capacidad de discernir cuando un bien es necesario o no, de modo que se realicen adquisiciones racionales que tengan de por medio un verdadero requerimiento.

En resumidas cuentas, cuando se pasa por la vida Â"ligero de equipajeÂ" se disfruta de los pequeños detalles, de la auténtica felicidad, del amor como el sentimiento más puro y bello, de la armonía en las relaciones humanas, de la paz interior y de la fortaleza espiritual que tanto enriquece al hombre.

Cómo vivir el desprendimiento

El desprendimiento –como todos los propósitos en la vida- es una decisión que se origina en el propio ser. Las siguientes son algunas ideas, aunque hay muchas otras que seguramente partirán del ingenio de quien quiera vivir este valor:

La caridad empieza por casa. Alrededor nuestro suelen haber personas que necesitan algo de nosotros (consejo, compañía, protección, afecto, esparcimiento, colaboración, ayuda material, alimento…) y tal vez han pasado desapercibidas a lo largo del tiempo.

No comprar por comprar, ni acumular bienes sin sentido. Un buen ejercicio, es inspeccionar en casa qué no necesitamos y a quién le podrían convenir esos objetos.

La donación de tiempo y esfuerzo es igual o tal vez más valiosa que la monetaria. Ser voluntario en una entidad sin fines de lucro o institución que persiga un propósito social, es una forma estupenda de vivir el desprendimiento.

Brindar una ayuda económica, según las posibilidades de cada uno, es otra opción que siempre caerá bien tanto a quien lo ofrece como a quien lo recibe.

Transmitir a otros nuestro conocimiento, de forma que en un futuro, sean autónomos y puedan realizarlo sin nuestra ayuda.

Regalar o donar un bien al que se sienta que se ha apegado.

Procurar decir más veces Â"síÂ" cuando le pidan algo prestado sin poner pretextos de por medio.

"El desprendimiento es una actitud que enriquece, al contrario que apegarse al dinero y a las riquezas, que desola el corazón del hombreÂ"

La riqueza puede ser un obstáculo para la santidad

Desprendimiento de los bienes materiales

Meditamos, pues, en la contingencia y fragilidad de los bienes terrenos y en el ejemplo de pobreza que nos ofrece San Francisco de Asis, a quien podemos encomendarnos para que el Señor nos conceda amar esta virtud –la pobreza–, que él calificaba de "señora" para significar su importancia. Las cosas, incluso las que se nos presentan con su atractivo más atrayente, no dejan en ningún caso de ser caducas; bienes que nos llenan –y sólo hasta cierto punto– hoy o durante una temporada; tal vez en algún caso, por "toda la vida", pero nada más. Y es que, para un hombre con fe, esto es muy poco, porque es muy poco "toda la vida". Sería, por tanto, un contrasentido incoherente proponerse, como objetivo de nuestra vida entera, la felicidad que puedan proporcionar las riquezas.

Por lo demás, cuando las riquezas se valoran en sí mismas, se conviertan en un poderoso obstáculo para la santidad, para la posesión de Dios, único objetivo que puede colmarnos en plenitud. Se hace necesario, por tanto, un efectivo desprendimiento de los bienes terrenos –que san Francisco practicó con heroísmo– y es condición para la Caridad: para el amor a Dios, en que consiste la santidad: Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas. Así se expresaba Jesús, para dejarnos claro que la preocupación por los bienes materiales, en sí mismos, no es compatible con la salvación. Agradezcamos al Señor los medios materiales de que disponemos, fomentando incluso la ilusión de poder contar con más y mejores medios, pero que sean instrumentos para servirle mejor.

Recordemos lo que decía Jesús, Señor nuestro, en otra ocasión: La sal es buena; pero si hasta la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran fuera. Quien tenga oídos para oír, que oiga. El dinero es bueno, podríamos decir: lo que poseo y aquello que me ilusiona lograr es bueno, pero si se desvirtúa porque lo amo en sí mismo y no para servir mejor a Dios, para la santidad, que es mi fin en la vida, entonces resulta inútil; más aún, nefasto, por cuanto se interpone como obstáculo entre Dios y yo. En cambio, si busco en Dios mis riquezas: esos tesoros a los que nos anima Jesús de diversos modos, entonces no sólo mantengo el "capital" sino que lo incremento asombrosamente: No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y donde los ladrones socavan y los roban. Amontonad en cambio tesoros en el Cielo, donde ni polilla ni herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.

Conviene, por consiguiente, que nos preguntemos si tenemos la impresión de gastar para Dios, de invertir propiamente en el Cielo. San Francisco, dándonos un ejemplo heroico, abandonó todos sus bienes, cuando su familia y amigos esperaban que administrara con acierto su fortuna. Sólo él consideró que su mejor negocio sería "invertir" en la Vida Eterna propia y en la Vida Eterna de los demás. Es, en efecto, muy importante, por una parte, conocer el veradero valor de los bienes materiales: escaso en realidad en sí mismo, por grande que sea su atractivo; muy útiles, en cambio, como instrumentos imprescindibles para servir a Dios, en nuestra condición de seres corpóreos. Por otra parte, es preciso tener claro en qué consiste ser rico de verdad: en la posesión de Dios, en la Bienaventuranza. Dios no espera de todos, sin embargo, un abandono absoluto de las posesiones, ya que se necesitan de ordinario para desenvolverse de un modo normal en la sociedad. Nos pide, en cambio, que no pongamos nuestro corazón en las cosas, pues sabe Dios que nada distinto de Él puede darnos la felicidad.

Aprendamos, de la mano de Nuestra Madre, esta lección que Nuestro Padre Dios enseña a sus hijos pequeños, porque queremos hacernos y aprender como niños.


 



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