Internacional - Economía

Los desafíos de China en 2020: de la protesta de Hong Kong a la desaceleración económica

2020-01-05

Este descontento se alimenta también de la marcha de la economía. El crecimiento se...

Jaime Santirso, El País

El gigante asiático afronta un año con múltiples frentes abiertos. China intentará capear el temporal de su desaceleración económica mientras trata de poner broche final a una guerra comercial que ha golpeado sus exportaciones y que aún está abierta pese a un primer avance en las negociaciones con Estados Unidos. Además, Pekín seguirá pendiente de las protestas prodemocracia en Hong Kong, que duran ya casi ocho meses y mantienen al territorio sumido en la mayor crisis social de su historia moderna, y de las elecciones presidenciales de Taiwán, cuyo resultado marcará sus relaciones con la que considera una “isla rebelde”. Corea del Norte, que ha decidido anular la moratoria de pruebas de armamento nuclear que se impuso, requerirá de nuevo la atención china ante las amenazas de Kim Jong-un de lanzar nuevos misiles, lo que también eleva la tensión con Corea del Sur y Japón.

El primero de los eventos que marca el nuevo año en Asia tendrá lugar menos de dos semanas después de su arranque. Taiwán celebrará el próximo día 11 elecciones presidenciales y legislativas, en las que la actual presidenta Tsai Ing-wen, líder del Partido Progresista Democrático, buscar reeditar su victoria de 2016. Todo apunta a que lo logrará: el estallido de las protestas en Hong Kong ha reavivado el miedo al poder de China, dando la vuelta a las encuestas que hasta mayo situaban como favorito a su rival en las urnas, Han Kuo-yu, representante del Kuomintang, el partido nacionalista chino.

Como respuesta a la política de alejamiento de la presidenta, Pekín ha llevado a cabo una fuerte ofensiva diplomática durante la pasada primera legislatura que se ha traducido en siete bajas más en la menguante lista de países aliados de la isla. Taiwán, que todavía mantiene el nombre oficial de República de China, ya solo cuenta con 15 socios oficiales. Una segunda victoria de Tsai tensaría aún más la cuerda entre la isla y el continente. En enero del año pasado, el líder chino Xi Jinping reiteró que China cuenta “con la legitimidad de recurrir a la fuerza” para lograr la reincorporación de Taiwán.

En el frente doméstico, la economía de China estará bajo escrutinio en 2020, pendiente de la tensión comercial con Estados Unidos. Aunque ambos países han cerrado un primer acuerdo para comenzar a desactivar la guerra comercial, están lejos todavía de enterrar el hacha de guerra. Quedan por abordar los asuntos más espinosos de la negociación, que incluyen una serie de reformas complejas para China y el futuro de la tecnológica Huawei, vetada en suelo estadounidense. Las elecciones presidenciales de EE UU de noviembre marcarán, sin duda, el ritmo de las conversaciones entre las dos potencias. Un deterioro del diálogo lastraría el PIB chino, que este año podría, según coinciden la mayoría de los analistas, crecer a un ritmo inferior al 6%, el más bajo en 30 años. Un recrudecimiento de las tensiones comerciales, además, ahondaría la desconexión de las economías de las dos grandes potencias, un proceso que tendría un enorme impacto en las perspectivas de crecimiento global.

En la otra cara de la moneda, este será el año en el que Xi Jinping aspira a erradicar la pobreza en China, según sus propios estándares y no los de la comunidad internacional. Pekín considera pobres a quienes viven con menos de 3,000 yuanes al año (383 euros, frente a los 623 que establece el Banco Mundial). El líder chino se marcó este objetivo allá por 2015 y, desde entonces, ha sido una prioridad en la acción gubernamental que puede estar en condiciones de conseguir. El número de personas que viven bajo el umbral chino de pobreza ha pasado de 750 millones en 1990 a 16,6 millones en menos de tres décadas.

Otro de los quebraderos de cabeza para China son las protestas antigubernamentales en Hong Kong. El Ejecutivo liderado por Carrie Lam ha sido incapaz de aplacar el descontento de los manifestantes, que mantienen sus demandas tras ocho incansables meses de protestas. Tras su histórica victoria en las elecciones municipales del pasado noviembre –en las que se adjudicaron 392 de las 452 concejalías en juego con un 60% del voto popular–, las fuerzas prodemocracia aspiran a lograr un nuevo hito en los comicios al Parlamento que se celebrarán el próximo septiembre. El reto es aún mayor, ya que el sufragio universal solo se aplica a 35 de los 70 escaños –el resto se reparte entre distritos laborales de mayoría prochina–, pero una mayoría en la Cámara les permitiría bloquear la acción del Gobierno autónomo de la antigua colonia británica. Mientras, se mantiene la presión en la calle, con manifestaciones multitudinarias.

Corea del Norte es uno de los puntos más calientes de la región. Tras el fracaso de las negociaciones con Estados Unidos respecto a su programa nuclear, Kim Jong-un ha adoptado una postura más belicosa. Ha dado por finalizada la moratoria que se autoimpuso sobre pruebas nucleares y de misiles balísticos intercontinentales (ICBM) y amenaza con una "nueva arma estratégica" y con una "acción traumática". Una declaración en el inicio del curso que supone un importante revés al intento de desmantelar el programa nuclear de Pyongyang. La posibilidad de que Corea del Norte retome los lanzamientos de ICBM, capaces de alcanzar territorio norteamericano, cruza la única línea roja marcada por el presidente estadounidense, Donald Trump, con quien el líder norcoreano se ha entrevistado dos veces sin que las negociaciones hayan llegado a compromisos tangibles. La actitud de Kim eleva de nuevo la tensión en torno a la amenaza nuclear en la región.

Corea del Sur, especialmente, no pierde de vista los movimientos de Pyongyang. Tras los pasos dados por ambos países hacia una normalización de las relaciones, el proceso está ahora estancado.

También Japón está pendiente de la evolución en la península coreana, donde además tiene que lidiar con el conflicto que le enfrenta a Seúl. En el origen del desencuentro está un fallo judicial emitido por un tribunal surcoreano el pasado julio que pretende obligar a las empresas japonesas a indemnizar a aquellos ciudadanos empleados como trabajadores forzosos durante la ocupación en la primera mitad del siglo XX; un asunto que Tokio considera finiquitado con un acuerdo bilateral alcanzado en 2015. En el frente interno, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, afronta los problemas de una economía que necesita abrirse al exterior y afrontar el envejecimiento de la población. El Gobierno espera que la celebración este año de los Juegos Olímpicos en Tokio suponga una sacudida para la somnolienta economía del país y refuerce su presencia exterior. Las próximas elecciones generales están programadas para octubre de 2021, pero Abe —el líder que más tiempo ha ocupado el cargo de primer ministro en la historia del país— podría adelantarlas si lo considera favorable a los intereses de su partido.

Donde habrá elecciones seguro será en Myanmar. Tras su abrumadora victoria de 2015, Aung San Suu Kyi deberá enfrentarse de nuevo a las urnas el próximo noviembre. Pese a que goza de un gran apoyo doméstico, la imagen internacional de la premio Nobel de la Paz en 1991 ha quedado hecha pedazos a causa de los graves abusos de su Gobierno contra los rohingyás, una represión que la ONU ha calificado de "intento de genocidio". El pasado diciembre, la líder birmana compareció ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya para defender a su país en la denuncia por la persecución de la minoría musulmana.

En Tailandia, el primer ministro, Prayuth Chan-ocha, afrontará ya a mediados de este mes una cuestión de confianza en el Parlamento nacional. Los sectores críticos con su Gobierno han organizado una “marcha contra la dictadura” para el día 12. Se teme que esta convocatoria abra paso a otra convulsa etapa de protestas callejeras, como la que en 2014 se saldó con un golpe de Estado que aupó al poder a una junta militar liderada por el propio Chan-ocha.

A nivel regional, 2020 es el año en el que debería ratificarse el acuerdo para el establecimiento de la zona comercial conocida como RCEP. Este proyecto, comandado por China y del que India se ha apeado, aspira a convertirse en la mayor zona de libre comercio del mundo.

La India: la turbulenta senda nacionalista hindú

La India azafrán (color del hinduismo) de Narendra Modi afronta el año con el reto de aplacar el creciente descontento popular en varios frentes. La holgada victoria del primer ministro en las elecciones generales de 2019 no se ha traducido en mayor estabilidad para el segundo país más poblado del mundo y la séptima economía del planeta.

Modi ha puesto fin a décadas de políticas de integración o acercamiento a la minoría musulmana —200 millones de indios—. A la decisión de construir un templo hindú sobre los escombros de una mezquita le siguió la anulación de la autonomía de Cachemira —único Estado indio de mayoría musulmana, fronterizo con Pakistán—, y la ley de ciudadanía que excluye a este grupo ha acabado por llevar a las calles a quienes ven peligrar la pluralidad religiosa. Del concurso de la mayoría hindú en las protestas depende el éxito de un hinduismo político nunca antes visto en la India.

Este descontento se alimenta también de la marcha de la economía. El crecimiento se ha desplomado casi la mitad y se estima que el PIB de la India apenas crecerá el 5% en 2020. El mayor desempleo de las últimas cuatro décadas augura un año difícil para un Gobierno más centrado en imponer una política ideológica basada en las diferencias religiosas que en reformas económicas con vistas al futuro.

Las inminentes elecciones en Nueva Delhi, la capital, serán un examen para Modi, que podría perder sus novenos comicios regionales en pocos años pese a su supremacía nacional.



JMRS