Internacional - Seguridad y Justicia

Harvey Weinstein, la lucha imposible por un juicio normal

2020-01-06

Apenas ocho horas antes, a 4,500 kilómetros de distancia, la industria de Hollywood, sobre...

Por PABLO GUIMÓN | El País

Nueva York 6 ENE 2020 - 17:25 CST Afuera, detrás de las vallas metálicas, los focos de los sets improvisados por las televisiones empiezan a apagarse con las primeras luces de la mañana. Los más madrugadores de los 150 periodistas acreditados para el acontecimiento del año en la corte federal del Estado de Nueva York, en el sur de Manhattan, guardan ya cola. Quedan dos horas para que arranque el juicio contra Harvey Weinstein, quien fuera el rey del Hollywood del cambio de siglo, convertido hoy en la encarnación del abuso de poder para obtener sexo, después de que sendas investigaciones periodísticas de The New York Times y The New Yorker destaparan decenas de acusaciones de mujeres que prendieron la mecha del Me Too.

Apenas ocho horas antes, a 4,500 kilómetros de distancia, la industria de Hollywood, sobre la que un día gobernó, se celebraba a sí misma en la entrega de los Globos de Oro. Hace apenas dos años, Weinstein habría presidido una de esas mesas, brindando con champán francés. Ahí estaban Quentin Tarantino, Gwyneth Paltrow, todas sus criaturas vestidas de gala. Pero el lunes, el productor apestado no fue más que el chiste incómodo de la noche. “La siguiente presentadora está en Bird Box, una película en la que el mundo sobrevive tapándose los ojos. Como todo Hollywood mientras trabajaba con Harvey Weinstein", soltó el presentador de la gala, Ricky Gervais, ante las risas avergonzadas de las estrellas.

Todo un vuelco a una vida. A las 9.10 de la mañana, Weinstein llegaba a la corte neoyorquina rodeado de sus abogados. Los mismo focos que le iluminaban en sus días de gloria, pero ni rastro de alfombra roja. Entraba en la sala de la planta 15 del Juzgado empujando un andador. Caminaba inclinado sobre el aparato, dos ruedas en las patas delanteras y dos pelotas de tenis incrustadas en las traseras, que le acompaña desde que en diciembre fue operado de la espalda tras un accidente de tráfico. Traje y corbata negros, camisa blanca, despeinado, pálido, desaliñado. Si lo que buscaba es dar pena, como dicen sus críticos, no iba mal encaminado el cineasta.

Toda la excepcionalidad, toda la leyenda, quedaron fuera de la sala cuando el alguacil anunció que empezaba la sesión. Así lo quiere el juez James Burke. Entre estas cuatro paredes, desprovistas de cualquier pompa, no se va a juzgar un movimiento. El caso 02335/2018 de la Corte de Nueva York tampoco es un juicio al abuso de poder con fines sexuales. Ni siquiera al comportamiento general de un hombre al que 90 mujeres han acusado de ser un depredador que usó su posición para abusar sistemáticamente de las mujeres. Es un juicio a un hombre al que la ayudante producción Mimi Haleyi acusa de haber abusado sexualmente de ella en 2006 y otra mujer, cuyo nombre es aún confidencial, de haberla violado en 2013. Hasta este mismo lunes no se habían presentado más cargos, bien porque los supuestos delitos han prescrito o porque las supuestas víctimas han querido evitar la exposición pública. Sin embargo, la fiscalía de Los Ángeles ha anunciado hoy, el día en que comienza el juicio en Nueva York, que el productor se enfrenta a dos nuevos cargos, por una violación y una agresión sexual a dos mujeres en 2013. 

“El señor Weinstein tiene derecho a un juicio justo”, explicaba a la salida la abogada defensora Donna Rotunno. “La fiscalía cree que ya ha sido condenado, y esto no funciona así. Estamos aquí para recordar a todo el mundo que en este gran país eres inocente hasta que se demuestre que eres culpable”.

Esa es la dialéctica que macará el juicio. De puertas para dentro, solo el hecho de que la mayoría del centenar de personas que ocupan las vetustas bancadas de madera son periodistas diferencia a este juicio de los que se celebran por las cerca de 1,500 denuncias de violación que se producen cada año en la ciudad. De puertas para fuera, imposible eludir el hecho de que, justamente, esas denuncias por violación aumentaron un 22,4% de 2017 a 2018, y que crecieron casi ininterrumpidamente cada mes desde que las alegaciones contra Weinstein detonaron un reconocimiento global de lo que constituye acoso y agresión sexual.

Por eso es tan importante el proceso de selección del jurado, que comenzará este mismo martes y puede demorarse hasta dos semanas. La notoriedad del caso ha llevado a los funcionarios de Justicia a enviar citaciones a unos 2,000 jurados potenciales, 500 de los cuales respondieron, que deberán reducirse 12 jurados titulares y seis suplentes. Poniendo a prueba la paciencia del juez, que ya ha perdido brevemente en la hora y media que duró una primera jornada destinada a farragosos asuntos procedimentales, las partes examinarán sus antecedentes, sus creencias, sus sesgos. Su capacidad, en fin, para abstraerse de todo el ruido y alcanzar su veredicto en base solo a lo que se escuche entre estas cuatro paredes.

Fuera de esas paredes, en la calle, las actrices Rosanna Arquette y Rose McGowan, junto con otras mujeres que han acusado a Weinstein de agresiones sexuales, hablaban ante las cámaras. “Se acabó el tiempo del acoso sexual en el trabajo, decía Arquette. “Se acabó el culpar a las supervivientes. Se acabó la generalizada cultura del silencio que ha permitido abusadores como Weinstein”.



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