Entre la Espada y la Pared

El proceso de destitución ahonda el abismo

2020-01-22

Al comenzar en la Cámara de Representantes el procedimiento de destitución del...

JAIME DE OJEDA | Política Exterior

Un ‘impeachment’ impecable no será suficiente para mover las posiciones a favor y en contra de Trump. La polarización ha echado raíces.

Al comenzar en la Cámara de Representantes el procedimiento de destitución del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha estallado al fin la contienda civil larvada durante los tres años de su mandato. La presidenta demócrata de la Cámara, Nancy Pelosi, era contraria a iniciar este dramático recurso constitucional, que el ala radical de su partido exigía, cada vez con más insistencia, a sabiendas de que sería derrotado por la mayoría republicana en el Senado y no serviría más que para vigorizar el terco partidismo de los defensores del presidente y provocar un abismo insondable entre las dos mitades de la nación.

No obstante, Pelosi cambió de opinión cuando un denunciante anónimo reveló la manera en que Trump intentó forzar al nuevo presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a investigar la alegada corrupción del expresidente Joe Biden, por la asociación de su hijo Hunter en la compañía ucraniana Burisma. Trump incluso retuvo la ayuda económica y militar que el Congreso había aprobado, exigiendo además que confirmara la desbancada teoría conspiratoria de que no fue Rusia sino Ucrania quien realizó la injerencia en las elecciones presidenciales de 2016, de consuno con los demócratas. Pelosi concluyó que una acción presidencial tan burda como peligrosa para la seguridad nacional le permitiría iniciar el procedimiento de destitución y satisfacer así al ala izquierda de su partido, aprovechando la claridad con que el escándalo ucraniano revelaba los argumentos a favor del proceso.

En efecto, si el famoso informe de Robert Mueller, tergiversado por el fiscal general y por la hábil retórica de los republicanos, no logró convencer a la opinión trumpista de la injerencia rusa en las elecciones ni de la repetida obstrucción a la justicia del presidente, ahora su culpabilidad es de una claridad meridiana. La manera en que Trump intentó forzar a un gobierno extranjero a investigar a un posible rival y su obsesión por demostrar que los rusos no intervinieron en las elecciones –todo ello mediante turbios manejos de su abogado personal, Rudy Giuliani– destacan por su audacia y dolosidad. Ahora bien, para superar la airada reacción del presidente y una insuperable obstinación de sus seguidores, Pelosi ha exigido la máxima claridad y celeridad.

Cuanto más clara sea la imputación de los argumentos en favor de la destitución, más efectiva será su posibilidad de prosperar en el Senado o al menos enervar en toda la nación el apoyo a la reelección de Trump. Y para ello era necesario que el proceso se realizara antes de fin de año: tanto para evitar que los republicanos diluyeran su efecto con recursos exculpatorios, como para permitir que los demócratas puedan en 2020 proponer un amplio abanico de iniciativas legislativas que toda la nación apoya, demostrando la verdadera catadura de los republicanos y eventualmente ganando la mayoría de ambas cámaras y la presidencia en noviembre. Para ello, el proceso de destitución se ha ceñido solo a dos alegatos –abuso de poder y obstrucción del Congreso–, sabiendo que los otros muchos casos mencionados en el informe Mueller no son tan fáciles de probar y, por tanto, debilitarían la claridad del proceso y la celeridad de su aprobación…



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