Del Dicho al Hecho
Donald Trump vuelve a ser su peor enemigo en la gestión del coronavirus
Pablo Ximénez de Sandoval, El País
Se acabó el espectáculo. Corre peligro la reelección del artista. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, indicó el sábado que ya no dará más ruedas de prensa diarias para actualizar la información sobre el coronavirus. “¡No merece la pena!”, tuiteó, después de dos días de ser objeto de mofa nacional por sugerir teorías estrambóticas para combatir el virus. Las palabras de Trump llegaron con más de 50,000 muertos en Estados Unidos por covid-19 y el mayor parón económico en un siglo. Trump parece haber tomado conciencia de que no puede convertir la gestión del coronavirus en un mitin electoral constante.
La crisis del coronavirus ofreció a Donald Trump una oportunidad única para presentarse como líder del país a siete meses de las elecciones y con sus rivales encerrados en casa. Las ruedas de prensa diarias en la Casa Blanca para actualizar las cifras y la acción del Gobierno federal fueron incluso criticadas como actos electorales, y Trump no disimula que él también lo ve así. Llegó a presumir de audiencia televisiva. Pero Donald Trump delante de un micrófono es un campo de minas. En algún momento, una tenía que explotar.
Ese momento llegó el jueves, cuando Trump dijo desde el atril de la Casa Blanca que había que investigar si se podía matar al virus “metiendo en el cuerpo” una “tremenda luz ultravioleta”. Después, sugirió que a lo mejor se podía inyectar desinfectante para matar al causante de la covid-19. No está claro cuáles son las fuentes de Trump para lanzar estas teorías al aire. “Me suena interesante”, fue su justificación. La cara de la doctora Deborah Birx, coordinadora del equipo contra la pandemia, mientras escucha las palabras de Trump ya es un chiste en Internet.
El revuelo en los medios y las redes fue inmediato. Pero esta vez era distinto a otras salidas de tono de Trump. No era de escándalo, sino de mofa. Hasta el candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden, salió a pedir a los seguidores de Trump que no se suicidaran. “No me puedo creer que tenga que decir esto pero, por favor, no beban lejía”, escribió en Twitter.
La compañía fabricante de dos conocidos productos de limpieza publicó un comunicado pidiendo que nadie los ingiera. El jefe del regulador de seguridad alimentaria también salió a pedir que bajo ninguna circunstancia la gente introduzca desinfectante en su cuerpo. El Centro de Control de Enfermedades publicó un tuit diciendo educadamente: “Los limpiadores y desinfectantes domésticos pueden causar problemas de salud si no se utilizan como se debe”. Trump retuiteó este mensaje.
El viernes por la mañana, Trump se justificó diciendo que hablaba de manera “sarcástica”. Muy pocas veces Trump ha intentado matizar sus palabras con el argumento de que estaba de broma. Lo normal es que redoble la apuesta. Por la tarde, dio la información del día sobre el coronavirus pero, por primera vez, no admitió preguntas. El sábado, directamente no hubo rueda de prensa. Por la tarde, Trump dejó clara la nueva situación en un tuit: “Qué sentido tiene hacer las conferencias de prensa de la Casa Blanca cuando los sosos medios mainstream no hace más que formular preguntas hostiles y luego se niega a informar de los datos con precisión. Tienen audiencias récord y los americanos reciben fake news. ¡No merece la pena el tiempo y el esfuerzo!”.
Para entonces, la oficina de Emergencias de Maryland afirmó que había recibido 100 llamadas de personas interesadas por el uso del desinfectante contra el virus. La autoridad sanitaria de Nueva York informó de que había registrado 30 casos de heridas por ingesta de productos de limpieza entre el jueves y el viernes, el triple que en el mismo día el año anterior. La autoridad sanitaria de Illinois dijo que había registrado un “incremento significativo” de consultas sobre problemas con productos de limpieza.
Como todos los episodios de esta crisis del coronavirus, la metedura de pata de Trump tiene una dimensión de salud pública, pero también electoral. Todo esto está sucediendo a siete meses de unas elecciones presidenciales que los dos partidos ven como las más trascendentales en varias generaciones. Para el Partido Republicano, la adicción de Trump a la televisión es un arma de doble filo, y está empezando a cortar por el otro lado. Por el momento, Trump se lo está poniendo difícil para presentarse como un líder templado y coherente en una situación de emergencia nacional.
Trump es el rostro de EE UU en una crisis donde 26 millones de personas han pedido ayuda de desempleo en el último mes. La baza de la economía, el principal argumento de reelección de Trump puede desaparecer por completo de aquí a noviembre. No solo está en juego la presidencia, sino la mayoría en el Senado. El Partido Republicano ha demostrado que está dispuesto a ir a las elecciones abrazado a Trump y defender, excusar o ignorar casi todo lo que diga el presidente. Casi todo. La idea de inyectarse detergente, se antoja difícil.
JMRS