Del Dicho al Hecho
Noticias falsas contra las noticias falsas
David Marcial Pérez, El País
A las pocas horas del fallecimiento de Hugo Chávez, mientras todos los diarios del mundo publicaban rigurosas necrológicas, columnas de expertos y análisis geopolíticos sobre el impacto de la noticia, una web venezolana titulaba así: “Muere Chávez: el planeta sigue su movimiento de traslación y rotación”. Al día siguiente del histórico plebiscito con el que Gobierno colombiano buscaba el respaldo para los acuerdos de paz con la guerrilla, una web local se decidía por un reportaje sobre una aplicación de citas: “PlebisCitas, el Tinder de la Paz”, diseñada para, esta vez sí, reconciliar al país poniendo en contacto votantes de cada bando.
Venezuela y Colombia llevan años atravesando momentos de máxima polarización, y al calor de esa tensión nacieron El Chigüire bipolar y Actualidad Panamericana, dos publicaciones jóvenes y digitales que ganan premios y siguen acumulando seguidores en épocas revueltas surfeando internet con la bandera del humor. ¿La crispación política es abono para la burla y la sátira? ¿Tiempos duros provocan carcajadas más fuertes?
“El humor usa trucos argumentativos para contar temas complejos. Te permite además aprovechar los extremos”, explica José Andrés Ravell, uno de los fundadores de El Chigüire bipolar. En su caso, desde burlarse del señor de la oposición que está esperando que lleguen los helicópteros Black Hawk para invadir Venezuela; a retratar Diosdado Cabello, el poderoso número dos del chavismo, como una especie de Lex Luthor que se baña en una piscina de oro.
En 1998, Augusto Pinochet fue detenido en Londres mientras estaba internado por una hernia de hiato. El nombre del hospital era The Clinic. Y con ese nombre decidió bautizar Patricio Fernández un semanario que comenzó siendo “un panfleto para celebrar y burlarnos de la detención del dictador”, recuerda el escritor y periodista. “Atravesábamos aún por un momento muy conservador en Chile. No estaba legalizado el divorcio, había censura cinematográfica y la prensa era casi toda oficial”. En sus más de 20 años se ha convertido en una referencia en la región, además de extender sus trabajos a la crónica y la información política dura. Por sus páginas han pasado autores como Nicanor Parra, Pedro Lemebel o Rafael Gumucio.
Los más jóvenes también se sienten herederos de una tradición analógica –Semama en Colombia o El Camaleón en Venezuela, con los que crecieron en los noventa–, pero sobre todo se miran en el espejo de la sátira política digital estadounidense. El disparador de Actualidad Panamericana fue de hecho una broma de The Daily Currant. El blog satírico americano publicó en 2014 una noticia irónica sobre el debate alrededor del mercado legal de la marihuana: “Mueren 30 personas al día siguiente de la legalización”. Un congresista conservador colombiano cayó en la broma y utilizó la noticia para su campaña antilegalización.
“Nos dimos cuenta de que había un filón, una manera de retratar a los poderosos. En el caso del senador, había sido un error, pero en muchas otras ocasiones los políticos no tiene escrúpulos en presentar como verdaderas noticias que son falsas”, cuenta Leovigildo Galarza, el seudónimo de uno de los fundadores. La viralidad de internet es su ecosistema natural –tienen más de 700,000 seguidores en twitter, El Chigüire, dos millones– pero las fake news son su enemigo. Llevan un par de años haciendo mancuerna con la Fundación Gabo para “mejorar la manera cada vez más vertiginosa en que se genera la opinión pública”. La lógica sería: noticias falsas para desenmascarar a las noticias falsas. En El Chigüire, que hace tres años ganó el premio Václav Havel para la Disidencia Creativa, organizado por Human Rights Fundation, todas las noticias tienen un enlace al final que dirige a la notica original en la que se funda la broma: “Nos lo tomamos muy en serio aunque sean jodas”.
La cruzada satírica contra las fake news en Argentina comenzó antes del boom de las redes sociales e incluso antes de que Trump las colocara en el centro de la agenda. En 2001, en plena debacle económica, un grupo de los cientos de periodistas que perdieron su trabajo decidió crear una revista en papel para parodiar los medios tradicionales. “Sobre todo el más vendido, El Clarín, que ya por entonces se caracterizaba por difundir rumores, temas sin comprobar y usar el condicional en sus titulares” cuenta Ingrid Beck, fundadora de Revista Barcelona. Siguen funcionando en papel y digital bajo suscripción y aseguran que la polarización casi consustancial a la política argentina –durante los años de gobiernos kirchneristas, les acusaron de rebajar su colmillo– les ha favorecido: “Hay gente que se informa con nosotros, prefieren nuestro sesgo al de los medios tradicionales”.
Todos coinciden en que gran parte la credibilidad de la sátira reside en que el público la perciba como equilibrada. Es decir, que los golpes se dirijan a unos y a otros. El Chigüire nació como una voz crítica con el chavismo, pero con los años han ensanchado sus chanzas. Sus límites son “no hacer bromas con familiares de políticos, niños o presos políticos”. Pero sí, por ejemplo, burlarse de Leopoldo López durante su encarcelamiento porque “sigue siendo un personaje político que ejerce el poder”. Una de sus tiras fue imaginar cómo sería su carta a los Reyes Magos: wifi, camisas de su talla, una licuadora y un helicóptero.
Las líneas rojas de Actualidad Panamericana son “las víctimas del conflicto armado, el aspecto físico que no se elige –en sus inicios hicieron una broma sobre enanos y dicen que aprendieron la lección– y el marco legal”. Con la ley se ha topado ya la argentina Barcelona. En 2011, la esposa de una militar preso por crímenes de lesa humanidad se encadenó a un edificio para pedir mejores condiciones para su marido. La revista hizo un fotomontaje para que pareciera que la señora encadenada estaba en un club sadomasoquista. “Un juez nos obligó a levantar la tapa de los kioskos y ahora estamos pendientes Corte Suprema de Justicia porque está siendo juzgado como un caso de libertad de expresión”, explica Beck.
Ensanchar los límites esa libertad es por definición una de las banderas de la sátira. O como dice Fernández, el fundador de The Clinic, “recordarnos que, más allá de los derechos humanos, en democracia no hay nada sagrado en la relación política entre las personas”. Más peliaguda parece la “tarea de desfanatizar o concientizar sobre el pensamiento crítico. Quizá esa no sea la responsabilidad del humor”, apuntan desde Actualidad Panamericana. Al fin y al cabo, el público medio de estos medios suele ser clase media joven y universitaria. Queda al descubierto toda una mayoría de las sociedades latinoamericanas para que surta efecto el viejo adagio latino: castigat ridendo mores (corrige las costumbres riendo).
regina