Internacional - Economía

España tardará al menos dos años en superar la peor crisis en un siglo, según la previsión del Gobierno

2020-05-01

Fuerte aumento del desempleo

Antonio Maqueda, El País

España desvela al fin sus cartas. Y es una pésima mano: una oleada de destrucción del tejido productivo de una violencia desconocida desde tiempos de guerra. La Gran Reclusión infligirá la peor de las pesadillas cuanto todavía no han cicatrizado las heridas de la anterior crisis: con la incertidumbre en máximos y el BCE como único dique de contención, el Gobierno prevé que el derrumbe de la economía será del 9,2% en 2020, según desvela el Plan de Estabilidad que el Ejecutivo ha enviado a Bruselas, una estimación peor que los pronósticos del FMI y que puede quedarse corta a la luz de los datos ya conocidos de PIB. A este batacazo le seguirá, según el Gobierno, una recuperación del 6,8% en 2021, más optimista que la del Fondo. Se tardarán al menos dos años en recuperarse y, por el camino, a final de año se habrán perdido cerca de dos millones de puestos de trabajo a tiempo completo. Al siguiente, solo se recobrarán la mitad.

Dicho esto, fuentes gubernamentales explican que esos cálculos basados en las horas trabajadas no tienen en cuenta el efecto de los ERTE y que en realidad el empleo perdido en 2020 será la mitad: un millón.

A medida que se vaya poniendo en marcha la desescalada y se recupere la demanda, el perfil que trazará la economía española será el de una “V asimétrica”, ha explicado la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. “Una caída de la actividad económica muy intensa en el segundo trimestre seguida de una recuperación más gradual en el segundo semestre del año y una fuerte tasa de crecimiento en 2021″, ha señalado la titular de Economía en una rueda de prensa celebrada este viernes para detallar el contenido del Programa de Estabilidad 2020-2022. Calviño ha reconocido que no se restablecerán los niveles perdidos hasta 2022, y que este escenario está sometido a una gran incertidumbre con el riesgo de rebrotes en el otoño. Por su parte, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha sentenciado que "España se va a recuperar de este golpe”, y que la diferencia es que “esta vez no se va a quedar nadie atrás”. La portavoz del Gobierno ha calificado de “shock temporal” el batacazo de la economía española.

Fuerte aumento del desempleo

Esta evolución hará que la tasa de paro se dispare al 19% en promedio anual. La reactivación prevista para 2021 reduciría el desempleo al 17,2%, una disminución que se antoja escasa a pesar del rebote esperado y que solo se explica porque son medias y a cierre de 2020 habrá una tasa de desempleo muy alta. Al siguiente año solo se recuperaría la mitad del empleo destruido en un país que todavía está sanando las cicatrices de la pasada crisis.

Las cifras barajadas están lejos del máximo alcanzado durante la Gran Recesión, cuando se rozó el 27% de paro, aunque todos los pronósticos están sujetos a una enorme incertidumbre por una economía que hoy está casi en punto muerto y que dependerá mucho de cuánto se prolongue el confinamiento y cuán rápida sea la desescalada. Se espera que los ERTE, los avales y las mejores condiciones de financiación que garantiza el BCE palíen el golpe. Sin embargo, al mismo tiempo también existen dudas sobre hasta qué punto se podrán recuperar el turismo, la hostelería o las pymes en un horizonte próximo de menor demanda de estos servicios. O sobre si en algún momento los mercados empezarán a presionar ante la falta de una respuesta europea conjunta. Y todo ello podría debilitar cualquier rebote.

El parte médico de la economía española arroja además un déficit público que acabará este año en el 10,3%. Será la mayor brecha entre gastos e ingresos públicos desde 2012. Volvemos a las cotas que se registraron entre 2009 y 2013 y que dejaron a España al borde del KO. La deuda pública subirá hasta el 115% del PIB. Y el Ejecutivo no especifica cómo quedará en 2021.

Las medidas aprobadas para aliviar la economía supondrán un coste de unos 35,000 millones de euros, de los que 17,000 millones se corresponden con los ERTE. Es decir, parece que solo se contemplan por ahora unos tres o cuatro meses de este colchón. En total, el gasto de las Administraciones Públicas aumentará en unos 55,000 millones, un 10%, incluyendo las partidas sanitarias y de protección de parados. En cambio, la recaudación solo caerá en 25,000 millones, un 5%. Esta caída proyectada de los ingresos parece quedarse bastante corta si se tiene en cuenta que el PIB se desplomará un 9%. Si cayese en la misma proporción que la actividad como al menos parece lógico, los ingresos se hundirían el doble, en 50,000 millones. La ministra de Hacienda lo ha justificado diciendo que iniciativas como los ERTE permitirán que la caja del IRPF no se resienta tanto. Solo se perderá un 2,4% de recaudación en el impuesto de la Renta. La previsión parece, cuando menos, optimista. En consecuencia, hay probabilidades de que el déficit y la deuda aumenten incluso todavía más.

En cuanto a la adopción de medidas para cerrar el agujero de las cuentas públicas, la ministra de Hacienda ha rechazado que vaya a haber recortes del gasto. Ahora es el momento de mantener la actividad, ha recordado. También ha negado que se fuesen a crear nuevos impuestos aparte de los ya planeados, a los que no renuncia: la tasa Google, el tributo a las transacciones financieras, la reforma fiscal verde y un refuerzo de la lucha contra el fraude —unas subidas de impuestos por valor de 5,000 millones que llevan dos años prometiendo—. “Ni recortes masivos de gasto ni subidas masivas de impuestos”, ha zanjado María Jesús Montero.

El FMI pronosticaba un desplome del PIB del 8%; el Banco de España preveía hasta el 13% en el peor de los escenarios, y el INE constató este jueves un batacazo del 5,2% en un solo trimestre, el peor dato desde la Guerra Civil. El Gobierno hablaba hasta ahora de una “situación gravísima”, pero prefería no poner cifras a la herida (“seguramente, más vale no pretender calcular lo incalculable”, decía Isaiah Berlin). Y esos números cuentan historias: dicen que la crisis provocada por el coronavirus ha golpeado con una violencia inusitada y provoca mayores destrozos en España que en las economías de su entorno (con la única excepción de Italia: el Mediterráneo parece ahora mismo la zona cero de la crisis, por el número de contagios y por estar más expuestos al turismo). Y aun así los números finales del Gobierno son más optimistas de lo que cabría esperar a la luz del último dato publicado de PIB, que proyecta caídas en el año del orden de dos dígitos. Aun así, la Autoridad Fiscal avala la previsión del batacazo. Siembra dudas, sin embargo, sobre la intensidad de la recuperación prevista para la segunda mitad de 2020 y en 2021. “No descartamos escenarios más adversos”, dice el organismo encargado de tutelar las cuentas públicas impuesto por Bruselas, que ve riesgos de rebrotes del virus o de que haya daños persistentes en la capacidad productiva.

Captura de la señal institucional del Palacio de la Moncloa de la rueda de prensa ofrecida por la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, este viernes. En vídeo, sus declaraciones. EFE

La hora de los bancos centrales

Esta no es una crisis financiera: todavía, no. Pero el batacazo ha deteriorado las condiciones financieras, que no van a ir sino a peor. Las economías avanzadas han sufrido ya fuertes castañazos en las Bolsas, solo relativamente contenidos por el activismo sin precedentes de los bancos centrales. Y muy probablemente sufrirán más por el desplome del crédito y las caídas de precios en sectores como el inmobiliario en todo el mundo. España ya pasó por ahí hace una década con una virulencia casi sin parangón entre los grandes países. Si las heridas no son más profundas en Occidente es porque los cuatro grandes bancos centrales del mundo (la Fed de EE UU, el BCE, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón) han inyectado 18 billones de dólares en la economía desde 2007 (algo así como 18 veces lo que produce España en un año). Y ahora han prometido hacer aún más.

Los Gobiernos han sacado también la artillería, aunque queda por ver la respuesta europea. Pero en el mejor de los casos las economías occidentales no empezarán a recuperarse hasta el último trimestre del año, e incluso entonces los expertos prevén rebrotes del coronavirus. Si la pandemia empieza su metamorfosis —de crisis sanitaria a económica, y de crisis económica a crisis financiera—, sufrirán más los que traían un equipaje pesado: más deuda, más paro y peores fundamentos. Italia es quizá el más señalado. Pero España y Portugal van a la zaga: la economía española entró en la crisis con una deuda cercana al 100% del PIB y el desempleo más alto del Atlántico Norte, del 13%. Es muy probable que la deuda pública alcance el 120% en breve y que el paro se duplique. España hizo los deberes durante la Gran Recesión y capitalizó sus bancos (con ayuda de Europa) y mejoró su potencial exportador (de poco sirve en esta coyuntura, con el comercio global colapsado), pero corre grandes riesgos a partir de ahora. Los números de Italia son aún peores: una economía que no crece desde hace dos décadas, con un sistema bancario que no aprovechó la pasada crisis para reforzarse y una deuda pública que con toda probabilidad superará el 160% del PIB, un nivel al que las dudas de los mercados sobre la sostenibilidad son solo cuestión de tiempo. Si el BCE no consigue arreglarlo, claro, con otro whatever it takes.



regina