Reportajes

Equipos de urgencias temen un rebrote en España

2020-05-13

Tras ayudar a frenar una de las curvas de contagio más pronunciadas de Europa en la...

Por BERNAT ARMANGUE

MADRID (AP) — Por primera vez en semanas, la doctora Mónica Rodríguez tiene tiempo para descansar. Pero incluso mientras disfruta de los juegos de cartas y los trucos de magia en la base de su equipo de ambulancia en Madrid, esta médico de emergencias no baja la guardia.

Están recuperando el aliento antes de la próxima llamada urgente, esté relacionada con el coronavirus o no.

“El virus está y se queda. Es decir, no va a desaparecer”, dijo Rodríguez durante la reciente visita de un fotógrafo de AP.

Tras ayudar a frenar una de las curvas de contagio más pronunciadas de Europa en la pandemia, los exhaustos trabajadores de ambulancia de Madrid temen que un rebrote de las infecciones pueda significar otro periodo de actividad frenética para los que trabajan en primera línea.

“Tememos el repunte”, añadió Rodríguez mientras España daba los primero pasos para abandonar un estricto confinamiento de siete semanas, con cerca de 27,000 decesos por coronavirus reportados. “Desgraciadamente la población no es consciente o no tiene esa visión real de lo que ocurre, con lo cual no toma las medidas de precaución”.

A partir de las lecciones aprendidas cuando España repatrió a dos ciudadanos infectados de ébola en 2014, el equipo de la doctora Rodríguez se formó para hacer frente a epidemias. Lo que no esperaban era tener que poner en práctica estas habilidades durante una crisis que pusiera al límite los recursos sanitarios de la capital de España.

En la segunda mitad de marzo, cuando el COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, golpeaba con fuerza el país, las ambulancias del servicio de urgencias del SUMMA trasladaron a más de 8,000 pacientes con síntomas de la dolencia a y entre hospitales. Las llamadas a los teléfonos de emergencias del servicio llegaron a superar hasta en tres veces el flujo habitual diario.

El servicio emplea a más de 2,000 personas, muchos de ellos trabajadores a tiempo parcial en hospitales o centros de salud. En un país donde el personal de salud ha sufrido una alta tasa de contagios, 210 de ellos han contraído el coronavirus.

Su turno comienza con una reanimación cardiopulmonar, una intervención rutinaria para el equipo. Pero en estos días, todas las salidas requieren precauciones extra, con equipos de protección y un meticuloso protocolo de desinfección antes y después.

Respondiendo a un llamado de emergencia, la ambulancia pasa de un barrio obrero a uno de clase alta de la ciudad en cuestión de minutos, para llevar al hospital a una anciana con un caso avanzado de Alzheimer que ha perdido la consciencia.

Hace apenas unas semanas, cuando las instalaciones médicas de Madrid estaban saturadas por pacientes de COVID-19, la mujer no habría sido ingresada, afirmó Rodríguez, que calificó esas difíciles decisiones como “medicina de guerra”.

“No había medios para todos, con lo cual tienes que hacer un triaje y este paciente sí, este paciente no, este paciente va al hospital o este paciente se abandona en un domicilio”, dijo.

La doctora reconoció que ahora que la presión es menor, esas experiencias están pasando una factura emocional a todos los trabajadores de urgencias. Tienen cada vez más dificultad para dormir, ansiedad y “mucha más tristeza”.

A las 20:00, cuando los españoles salen a sus ventanas y balcones para aplaudir en honor a los sanitarios, un miembro del equipo se ausenta discretamente y regresa con los ojos rojos.

Pero hay poco tiempo para calmar esos nervios. Pronto entra otro aviso: Un hombre de mediana edad ha intentado suicidarse. A toda velocidad por las calles vacías y saltándose los semáforos en rojo, la ambulancia llega justo detrás de los vehículos policiales, con las sirenas sonando.

Los cuatro miembros del equipo se dan tanta prisa que dos de ellos no tienen tiempo para ponerse los trajes de protección. Pero eso no les frena para reanimar al paciente. Entonces alguien le dice a la doctora que el hombre había superado el COVID-19.

Una vez estabilizado, el último paciente de su turno es trasladado a un hospital. Con una mezcla de euforia, adrenalina y agotamiento, el equipos se marcha a casa, satisfecho porque, al menos hoy, no ha habido víctimas mortales.



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