Pan y Circo

Alianza verde; alerta roja

2020-06-22

A pesar de su nombre y del colorido tucán de su escudo, el Verde no es un partido interesado...

Antonio Ortuño, El País

El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) tiene un nombre que incluye dos verdades y dos despropósitos. Porque es partido y mexicano, sí, pero de verde y ecologista no tiene una pluma. Compilar una historia de este instituto sería, inevitablemente, ensayar una antología de escándalos, que van de acusaciones criminales a denuncias por corrupción y que abarcan desde violaciones a la reglamentación electoral (por las que ha sido multado) hasta la promoción activa de la pena de muerte. Seamos sinceros: el Partido Verde cuenta con un expediente que tira más bien al negro subido.

Es, sin embargo, un grupo astuto y con una habilidad para sobrevivir que sería digna de encontrar al Darwin que la estudie. Porque hace más de 20 años que el Verde ha medrado comportándose como un camaleón que muda de tonalidades para protegerse. Y también como un mercernario que pacta con quien sea que le llegue al precio. Veamos: el PVEM apoyó la candidatura del panista Vicente Fox en la elección presidencial del 2000: la primera, no olvidemos, en que el PRI fue derrotado. Pero en 2003 se alió con el mismísimo PRI, y ese matrimonio, con sus altas y bajas, se mantuvo a través de las elecciones federales de 2006, 2012 y 2018. Ahora, la marea ha cambiado otra vez. A partir de la semana pasada, el Verde volvió a mudar de playera y apoya oficialmente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Así, pues, como un herpes que va de labio en labio y demuestra la promiscuidad esencial del medio político mexicano, el Verde se las ha arreglado para recibir millones y millones de pesos de presupuesto federal y para obtener poder contante y sonante en forma de gubernaturas, alcaldías, regidurías y una galaxia de posiciones legislativas locales y federales. ¿Cómo rayos ha logrado esto un instituto que, fuera de alianzas, nunca ha obtenido más del 7% de los votos nacionales?

A pesar de su nombre y del colorido tucán de su escudo, el Verde no es un partido interesado en el medio ambiente ni en ninguna suerte de posturas articuladas en torno a la sustentabilidad o la defensa del territorio, la fauna y la cobertura vegetal del país. De hecho, no puede sostenerse que posea alguna clase de ideología precisa y ni siquiera que ocupe un lugar definido en el espectro político. Ferozmente pragmático, el PVEM se especializa en recibir a políticos tronados a los que se le cierra el camino a derecha, centro o izquierda.

¿Y qué es lo que hace un gobierno pretendidamente moralizador, cuyo discurso llama una y otra vez a la espiritualidad en términos más religiosos que políticos, aliándose con una facción a la que el propio presidente describió como parte de “La mafia del poder”? Así es esto. La política en México es tan cínica que Morena se va a la cama con un partido al que hasta hace cinco minutos llamaba mafioso, y, en respuesta, recibe el despecho de los viejos amantes del nuevo partenaire, ahora en la oposición. El desgaste que el ejercicio del poder, sus propios errores y la situación mundial ha infligido al gobierno debe ser muy notable si se toma la molestia de buscarse aliados de esta calaña. Y mucho deben preocuparle las elecciones legislativas del año próximo si recurre a socios tan inescrupulosos.

Todavía existen numerosos ciudadanos que apoyan de buena fe al gobierno y se afanan en buscar virtudes que equilibren su ristra de pifias. O que creen que esos desatinos se deben a la conjura de unas fuerzas oscuras y nebulosas. Me temo que una alianza como esta será para ellos una píldora amarga y difícil de tragar. Porque cualquier persona medianamente enterada (o, como solía decirse, con dos dedos de frente) está consciente de que el Partido Verde no es defendible.

Hace unas semanas, el presidente López Obrador reconoció que le irritaba que su gobierno fuera equiparado a los que lo precedieron. Solo que cuesta mucho encontrar las diferencias cada vez que toma las mismas decisiones que aquellos. Quizá sea verdad que nadie gana una guerra con puros soldados inmaculados. Pero el Gobierno ya tenía una sobrecarga de aliados cuestionables (y de militantes con súbitas riquezas que explicar). Que sume al PVEM a sus filas quizá tenga un sentido electoralista en el corto plazo, pero lo hará perder aún más legitimidad ante los ciudadanos comunes y corrientes, y contribuirá a que nazcan o aumenten las dudas entre aquellos que, cada mañana, se tapan los oídos y entornan los ojos para seguir creyendo que no es igual que los otros.



Jamileth