Ecología

El calentamiento llega a la región más fría del planeta

2020-06-29

Investigadores vinculan ahora esta anomalía a cambios en los vientos oceánicos que...

Miguel Ángel Criado | El País

El Polo Sur geográfico no escapa al calentamiento global. Localizado en la meseta antártica, la región más fría del planeta lleva tres décadas calentándose y lo hace a un ritmo que triplica la media del planeta. Investigadores vinculan ahora esta anomalía a cambios en los vientos oceánicos que llevan hasta el interior de la Antártida un aire más cálido y húmedo. En lo que no coinciden los científicos es en el reparto de responsabilidades de esta alteración entre el cambio natural y el cambio climático provocado por los humanos.

La temperatura en el extremo más meridional del planeta se viene registrando de forma ininterrumpida desde 1957. En noviembre del año anterior, EE UU había desplegado los primeros módulos de su Estación del Polo Sur Amundsen-Scott a pocos metros del polo sur geográfico. La estación se encuentra en la parte más oriental de la meseta antártica y sobre unos 2,700 metros de hielo. Esta altiplanicie de la Antártida de unos 1,000 kilómetros de diámetro apenas se ve afectada por los vientos oceánicos lo que la convierten en la región más seca y la que registra las temperaturas más bajas del mundo.

Un grupo de investigadores ha analizado ahora los datos meteorológicos de la estación para comprobar que la temperatura media del aire se mantuvo, incluso bajó, hasta 1989. Pero desde entonces no ha dejado de subir. Medida con termómetros en superficie y radiosondas elevadas por globos meteorológicos en la atmósfera más cercana, la temperatura ha subido 1,8º. De hecho, 2018 fue el año más cálido que se recuerda en la estación. Su media térmica fue 2,4º superior a la registrada en los anteriores 40 años.

    La llegada de aire más cálido y húmedo desde el mar podría explicar este aumento de la temperatura en el Polo Sur.

“No está claro cuánto se ha extendido el calentamiento por la meseta antártica, ya que no contamos con registros continuados de temperatura a largo plazo de todo el altiplano”, comenta en un correo en investigador de la Universidad Victoria de Wellington (Nueva Zelanda) Kyle Clem, coautor del estudio publicado en Nature Climate Change. “El tiempo es extremadamente duro en la meseta, lo que hace muy difícil desplegar y mantener estaciones meteorológicas en esta región añade”.

Sin embargo, a cientos de kilómetros de la Amundsen-Scott se halla la estación Vostok. Levantada por los soviéticos un año después que los estadounidenses, es la única que conserva un registro de las temperaturas desde los años cincuenta. Allí fue donde se obtuvo la temperatura más baja registrada en una estación antártica, -89,2º en 1983. Aunque faltan mediciones fiables del periodo posterior a la caída de la Unión Soviética, la base ahora rusa registró también en 2018 los mismos 2,4º de exceso. Además, con los datos parciales de la serie temporal se puede ver que el incremento allí no ha sido cosa de un solo año, aunque en este caso los aumentos parecen concentrarse en la primavera austral (el otoño del hemisferio norte).

Este calentamiento de la zona más fría del planeta arroja aún más confusión sobre lo que está pasando en la Antártida. Con una superficie 27 veces la de España o 7 la de México, el continente se divide en tres áreas geomorfológicas. En la parte nororiental se halla la península antártica, unida al resto por la Antártida Occidental. Ambas zonas cuentan con enormes extensiones de hielo marino. Son también las que más preocupan a los científicos climáticos, ya que llevan al menos desde los años setenta del siglo pasado calentándose. Sin embargo, desde comienzos del actual, el calentamiento se había frenado e incluso revertido en buena parte de ellas. Mientras, la Antártida Oriental, donde está meseta antártica, había mantenido sus temperaturas e incluso agrandado su capa de hielo.

Parte de esta diversidad se debe a la falta de simetría de la Antártida. Aunque desde aquí se la vea uniforme, no es un círculo perfecto alrededor del Polo Sur. Su parte más oriental se prolonga más al norte hacia el ecuador que su parte occidental. Además ambas miran a distintos océanos, cada uno con sus sistemas de vientos propios que confluyen aquí. Así que su repuesta ante los cambios, ya sea naturales o antropogénicos, no tiene porqué ser igual. Y esto conecta con el calentamiento observado en la estación Amundsen-Scott.

“El Polo Sur se está calentando sobre todo debido a los sistemas de bajas presiones y fuertes tormentas en el mar de Weddell, que están llevando aire húmedo y cálido desde el Atlántico Sur al interior del continente”, sostiene Clem. Este mar es una porción del Atlántico (aquí ya rebautizado como océano Antártico) que baña el norte del continente helado.

El catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y experto en glaciología Francisco Navarro, no relacionado con el estudio, explica lo que, a tenor del estudio, estaría pasando con el mar de Weddell: “En el hemisferio sur, la dirección del viento alrededor de las borrascas (zona de bajas presiones) es en el sentido de las agujas del reloj. Al intensificarse las bajas presiones en el mar de Weddell, se intensifican esos vientos, los cuales llevan aire oceánico más caliente y húmedo al interior del continente provocando ese calentamiento observado”.

    Aunque los sistemas de vientos varían de forma natural cada varios años, el calentamiento de las aguas tropicales debido al cambio climático estaría amplificando el impacto en la Antártida.

Pero, ¿qué está rebajando las presiones en este mar? Para responder a eso hay que irse muy lejos de allí, hasta el Pacífico, al noreste de Australia. Aquí la temperatura superficial del mar está subiendo y eso llega al Polo Sur. “Estas temperaturas más altas de la superficie del océano generan un tren de ondas de presión (es decir, una sucesión de anticiclones y borrascas) que se desplazan a la zona del Estrecho de Drake (contiguo al mar de Weddell)”, detalla Navarro. Allí se encuentran con el cinturón de ciclones del oeste, reforzando las bajas presiones.

Para los autores del estudio, la mayor parte de estos cambios se deben a la variabilidad natural de los sistemas de vientos oceánicos, ya muy irregulares. Por tanto, las fases de calentamiento o enfriamiento en la Antártida, también tendrían que ver con procesos naturales. Pero reconocen una señal antropogénica enmascarada en esas variaciones naturales. Usando varios modelos climáticos que incorporan el efecto de los gases de efecto invernadero en el clima, estiman que alrededor de 1º del aumento de las temperaturas observadas en el Polo Sur en los últimos 30 años lo habrían provocado los humanos.

El director del Centro para el Modelado y Observación Polar (Reino Unido) Andrew Shepherd cuestiona el reparto de responsabilidades en el calentamiento de la Antártida que hacen los autores de este estudio. También profesor de la universidad británica de Leeds, Shepherd sostiene: “Aunque los modelos climáticos sugieren que el Polo Sur fue más cálido durante largos periodos en el pasado, el calentamiento de las recientes décadas sobrepasa el rango superior de sus predicciones y no muestra signos de frenarse, así que es difícil desvincularlo del patrón más amplio del cambio climático que está derritiendo el hielo a lo largo de las áreas más al norte de la Antártida”.



Jamileth