Salud

Bolsonaro militariza la sanidad y desplaza a los técnicos de la gestión de la pandemia

2020-07-14

Las reuniones en el Ministerio de Sanidad, según narran los técnicos, se han...

Beatriz Jucá | El País

São Paulo.- En el Ministerio de Sanidad de Brasil, el ambiente entre los empleados es tenso. Después de que dos ministros abandonaran el Gobierno en plena crisis del coronavirus por diferencias con el presidente Jair Bolsonaro, los militares se han multiplicado en los puestos clave de la cartera, la mayoría nombrados por el ministro interino, el general Eduardo Pazuello. El Ministerio, acéfalo desde hace 59 días, está inmerso en una disputa política y ha perdido protagonismo en la grave crisis sanitaria. Los técnicos dicen que les da vergüenza incluso llevar mascarilla para protegerse del virus en la Explanada de los Ministerios por temor a que la acción se considere “ideológica”.

Las reuniones en el Ministerio de Sanidad, según narran los técnicos, se han convertido en juntas en las que los militares siempre evocan el nombre de Pazuello. Se les exige entregas y plazos y cada vez hay menos espacio para discusiones técnicas que guíen las políticas nacionales de salud pública. Todo esto, señalan, ha provocado una ruptura en la agenda de la cartera, responsable de coordinar el complejo mecanismo del Sistema Único de Salud —la sanidad pública brasileña—, cuyas acciones las llevan a cabo los Estados y Ayuntamientos.

“Estamos viviendo hace meses una situación muy difícil. Allá adentro, los colegas están muy angustiados. Muchos técnicos van a trabajar en persona, pero se avergüenzan de usar un cubrebocas, como si fuera una actitud ideológica. Es como si se hubiera convertido en comunista. Quien está con el Gobierno no usa una mascarilla“, dice un empleado que ha trabajado en la cartera durante 15 años y que habló con EL PAÍS bajo condición de anonimato. El temor es que acciones como esta provoquen despidos, ya que una gran parte del personal del Ministerio de Salud no son servidores, sino contratistas externos de otras instituciones. A principios de junio, un grupo de técnicos fue despedido por producir un documento que incluía garantizar la salud de las mujeres que tuvieron abortos en las causales permitidas por la ley brasileña durante la pandemia. “Esto se convirtió en una agenda ideológica que trajo persecución y hace que las personas de otras áreas tengan miedo de hablar”, dice el empleado.

Mientras tanto, Brasil roza los 1,9 millones de casos de la covid-19 y se aproxima a las 73,000 muertes. Las cifran han llevado a un ministro de la Suprema Corte, Gilmar Mendes, a decir el fin de semana pasado que el Ejército se está asociando “a un genocidio”. La fuerte presencia de militares en el Ministerio de Sanidad, que comenzó con la gestión relámpago de Nelson Teich (menos de un mes en el puesto de ministro) y se consolidó con la de Pazuello, también se refleja en la tensión interna. Durante la pandemia se han nombrado al menos a 25 militares, la mayoría sin experiencia en sanidad.

Según los técnicos, en las reuniones internas los militares siempre mencionan el nombre del ministro interino Pazuello al pasar las directrices a los equipos, algo que no sucedía en las administraciones anteriores. Marcados por la jerarquía y la disciplina, exigen plazos y entregas. Sin embargo, las discusiones técnicas han perdido relevancia, incluso en otras áreas que no están directamente relacionadas con la pandemia y que no pueden paralizarse por la crisis. Es el caso de las acciones para controlar enfermedades como la diabetes y la hipertensión, las campañas contra el dengue y las políticas para la salud de la mujer.

“Estas agendas se están descuidando. La situación interna actual es muy mala. Las agendas son muy restringidas y antitécnicas. Los militares no conocen el área y no dejan que los técnicos se manifiesten. Muchos están dejando de opinar gradualmente, porque es muy vergonzoso. Yo soy uno de estos”, dice un funcionario que ha preferido no identificarse. Advierte de que los efectos de las decisiones políticas no se reflejan inmediatamente en los indicadores sanitarios, pero que las consecuencias se podrán observar en los próximos meses y años.

Es un hecho. Brasil ha estado sin ministro titular de Sanidad en los últimos dos meses. Durante este tiempo, el cargo lo ha ejercido interinamente el general Pazuello. Bolsonaro ya ha dicho que no va a permanecer en el puesto “para siempre”, pero ha advertido de que no hay una fecha límite para nombrar a otra persona. En la cartera, los funcionarios creen que la interinidad tiene poco efecto sobre el tamaño del espacio que los militares están ocupando. La influencia de Pazuello en las decisiones internas se considera más fuerte incluso que la del exministro Teich, que solía delegar más en su Gabinete y no interfería tanto en el trabajo que se llevaba a cabo. “Pazuello está al mando. No está ausente”, dice el funcionario.

El problema radica en la politización de la pandemia en los últimos meses. Mientras las alas ideológicas y militares ocupaban un espacio importante en otros ministerios del ultraderechista Jair Bolsonaro —como los de Educación y Familia, Mujeres y Derechos Humanos—, el de Sanidad logró mantenerse relativamente al margen de estas cuestiones durante el primer año de Gobierno. Con los cambios de ministros durante la pandemia, la crisis política afectó la agenda de la cartera, que históricamente ha tenido una posición técnica importante por la que ha recibido el respaldo tanto de la sociedad como de la comunidad médica.

Pero una de las primeras acciones de Pazuello fue publicar un protocolo de tratamiento para la covid-19 que incluye hidroxicloroquina, incluso no habiendo pruebas científicas de su eficacia contra la enfermedad. Bolsonaro ha defendido el medicamento desde el inicio de la crisis. “En las campañas, cuando se dice que el Ministerio de Sanidad advierte de algo, la sociedad lo respeta. Con la pandemia, lo que vemos es que su imagen se está desgastando por sus posturas menos técnicas”, dice el funcionario.

El órgano más importante en Sanidad del país está perdiendo protagonismo durante la crisis. En teoría, su papel sería el de definir las reglas, regular y financiar políticas para combatir el virus. Y a los Estados y Ayuntamientos les correspondería ejecutar la estrategia nacional. Pero el comportamiento errático del presidente —que se posicionó contra las medidas de aislamiento social necesarias para frenar el contagio del coronavirus— llevó al Supremo Tribunal Federal a dejar que los alcaldes y gobernadores tomaran decisiones sobre este asunto.

El Gobierno Federal ha utilizado esta decisión como argumento para vaciar su papel como coordinador de la gestión de la epidemia. Básicamente, se ha convertido en un receptor de las demandas de los administradores locales, que a menudo solicitan que se les envíen respiradores, medicamentos y pruebas para tratar a los pacientes infectados. “Ha habido momentos durante la pandemia en que ha sido imposible dialogar con el Ministerio de Sanidad. El ministro Pazuello se ha esforzado para establecer un diálogo más estrecho con los secretarios”, elogia el presidente del Consejo Nacional de Secretarios Estatales de Sanidad, Carlos Lula. Pero, según los expertos, las acciones de Brasil para contener la epidemia aún están desarticuladas.

“No estamos mirando todo el territorio nacional, solo partes. Es como si no hubiera relación entre las entidades federadas”, considera Dário Frederico Pasche, doctor en salud colectiva y miembro de la Comisión de Política, Planificación y Gestión de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva. Pasche, que trabajó durante 10 años en el Ministerio de Sanidad, dice que hay una deficiencia intencional en la cartera con relación a las acciones para atender la pandemia. En su opinión, mantener la cartera sin un titular y bajo el mando interino de un militar no familiarizado con el área es una estrategia para seguir la línea errática defendida por Bolsonaro, que criticó el aislamiento social e intentó evadir la responsabilidad de haber minimizado las muertes por el coronavirus.

“La interinidad [de Pazuello] es una intervención política. Es la coartada para que el Ministerio de Sanidad no funcione. Y si no funciona, delega a otras entidades actividades de coordinación que no les corresponden. Falta inteligencia política y coordinación [en las acciones para hacer frente a la pandemia], de la que es responsable el Ministerio”, afirma Pasche. Sin directrices claras, los Ayuntamientos han adoptado su propio protocolo para tratar la covid-19, con vermicidas y otros medicamentos cuya eficacia no está ni siquiera comprobada. “Los militares juegan a la necropolítica. En casi dos meses, no se ha construido una estrategia nacional para combatir el virus”, añade.



Jamileth