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El káiser Bayern vuelve a reinar

2020-08-23

Con los dos equipos exponiendo la presión adelantada que marca el nuevo paradigma que se...

Ladislao J. Moñino, El País

La Copa de Europa más anómala de la historia no culminó con el cambio de orden. El Bayern se erigió en el nuevo káiser de Europa frente a la pujanza de los petrodólares de los jeques catarís. La Champions del silencio de los graderíos, solo para telehinchas, la conquistó el pedigrí del ya seis veces campeón, más curtido en este tipo de citas. Dirigido por un técnico más próximo a la escuela de los silenciosos hombres de club, el equipo bávaro se impuso con un solitario gol de Coman. No fue una victoria aplastante, ni una final salpicada de tantos, pero sí de ritmo intenso en la que un bloque se impuso a una amalgama de fichajes que fallaron en su día más señalado. Neymar y Mbappé desperdiciaron una ocasión cada uno para marcharse del torneo entre lágrimas y sin un gol que cantar.

Con los dos equipos exponiendo la presión adelantada que marca el nuevo paradigma que se impone, ni uno ni otro renunciaron a ella de salida. Así que el arranque fue un choque de trenes por ver quién se imponía en los robos. Una batalla para dirimir quién forzaba más errores en las inmediaciones del área rival. Fue el Bayern, con esa defensa tirada a la altura del centro del campo, el primero que marcó territorio. Minó de emboscadas cada intento de salir jugando de su rival. Creó enjambres de camisetas rojas que retrataron las dificultades de Marquinhos y Paredes para construir en medio de tanto agobio. Ese primer empellón muniqués cortó toda conexión con Di María, Mbappé y Neymar. Le faltó mejor pie al equipo alemán en los últimos metros para poder probar a Keylor, al que Tuchel concedió la titularidad con un solo entrenamiento con el grupo tras la lesión que le apartó de las semifinales. Pasado el arreón del Bayern, el PSG grabó el boceto de la tendencia que iba a marcar el choque, muy influido por las características de los atacantes. Oficio contra talento y velocidad.

La primera ocasión clara del PSG fue una veloz combinación que puso a Neymar frente a Neuer. El duelo se resolvió con un duro disparo del brasileño resuelto por el meta alemán por su capacidad para no vencerse. Tapó el remate con el brazo y con el trasero, cuando la pelota parecía empeñada en rebasarle. Tuchel tenía claro que la ofensiva de su equipo pasaba por darle correa al tranco de su tridente. Y esa fue la primera muesca.

La respuesta del Bayern respondió a ese dominio del área de Lewandowski. Un centro de Davies al que no llegó Müller lo controló el delantero polaco de espaldas a la portería. El giro y el remate mordido definieron a un excelso arquitecto del gol. El palo fue el destino de la magistral maniobra con el sello de los grandes goleadores, de donde no había nada casi hubo un gol.

El duelo quedó muy definido ya. El Bayern, dominador de la pelota, el PSG gobernador de los espacios. Si el equipo de Flick necesitaba más toques para amenazar, al de Tuchel le bastaba con darle vuelo a las piernas de Mbappé. Los intentos por saltarse esa defensa de funambulistas con balones cruzados para su galope fueron descarados. Y fue Mbappé el que armó una contra meteórica con un taconazo que disparó a Neymar, acompañado por Herrera y Di María. Entre estos dos ligaron una pared que el argentino finalizó con un disparo alto con mucha portería para apuntar.

A cada susto respondió el Bayern con la raza de los viejos campeones. Golpe por golpe. Lewandowski, de nuevo con ese instinto para estar donde se cuece el gol, cazó un remate de cabeza cayéndose que apenas pudo dirigir a las manos de Keylor. Pero fue Mbappé el que pudo abrir el partido para su equipo. Alaba cometió uno de esos errores en la entrega en la salida de balón que se han dado tanto en esta final a ocho, y acabó el tuya-mía con Herrera con un disparo manso a las manos de Neuer. Será difícil que olvida su falta de pericia un futbolista destinado a marcar las diferencias en partidos como este.

Se fue el Bayern al descanso respirando, dominador de la pelota, pero acongojado por las ocasiones cedidas ante los vertiginosos ataques del PSG. No cambió mucho el paisaje en el segundo acto. Dominador el campeón alemán y en repliegue traicionero el PSG. De su gobierno no tardó en sacar rédito el equipo de Flick. Un pase de Thiago batiendo líneas, una dejada de Müller y una rosca perfecta de Kimmich la pescó Coman en el segundo palo. Su cabezazo picado y cruzado fue inalcanzable para Navas.

Con el gol a favor, y con Thiago y Kimmich imponiendo inteligencia y toque, el Bayern se refugió en ese oficio que ha terminado por coronarle. Coman, en una jugada calcada a la del gol, celebraba una nueva diana cuando Thiago Silva sacó la pelota sobre la línea. Disparado a por el empate, Marquinhos lo tuvo. Esa fue la única gran ocasión que generó el PSG. Apenas le mejoró Verratti. Las conexiones hacia Mbappé y Neymar, salvo una desperdiciada por el brasileño, fueron abortadas en su mayoría por Alaba, imperial como jefe de esa línea defensiva tirada de manera suicida a cuarenta metros de Neuer y sobre la que el Bayern ha cimentado su sexta Copa de Europa.



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