Salud

Ciudad de México marca el camino para el manejo de la pandemia

2020-09-17

El plan desarrollado por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, apunta resultados, particularmente...

Jorge Galindo | El País

Si México ha sufrido con la pandemia, su capital ha sido uno de los epicentros del sufrimiento. Así lo afirmó José Merino, titular de la Agencia Digital de Innovación Pública (ANIP) de la Ciudad de México. “Somos una de las entidades del país y una de las ciudades del mundo más afectadas por la pandemia”, ha dicho este miércoles en Twitter. Los datos que comparan el número de muertes en 2020 contra los esperados en este mismo periodo para medir el efecto de la tragedia sin depender de pruebas diagnósticas así lo confirman: la metrópolis ha doblado los fallecimientos esperados, y el exceso per capita es de los más altos del país. La capital, no obstante, ha hecho un esfuerzo significativo desde la reapertura de las actividades para manejar la pandemia. El plan desarrollado por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, apunta resultados, particularmente cuando se le compara con otras entidades del país.

Es posible constatar la magnitud del problema gracias a que las autoridades capitalinas publican actualizaciones periódicas de esta cifra, con un grado de transparencia que supera al del resto de entidades federativas, y también está por encima del Gobierno federal. Conforme la epidemia se asienta, el exceso de mortalidad se convierte en la cifra de referencia para calibrar su impacto. Las 30,000 sumadas en la Ciudad de México a cierre de agosto son el testigo del mismo.

Ahora bien: la mayoría de estos fallecimientos se produjeron en el segundo trimestre del año, cuando la epidemia estaba en su punto álgido. Desde entonces, el Gobierno local ha puesto en marcha una estrategia epidemiológica que le pone en un plano distinto al de sus vecinos, aunque las restricciones estructurales del país todavía se dejen notar en la comparación internacional. Los pilares de dicha política son las pruebas y el rastreo.

Más pruebas que nadie en el país, pero aún insuficientes

México lleva destacando desde el principio de la pandemia por ser uno de los países del mundo con menor uso de pruebas diagnósticas, una herramienta fundamental para detectar y perseguir el virus. En parte, esto se debe a la decisión inicial del Gobierno federal, cuya estrategia lidera el subsecretario Hugo López-Gatell, de emplear la red de vigilancia epidemiológica instalada: los casi quinientos centros “Centinela” que se distribuyen por todo el territorio mexicano han hecho las veces de red estática, que por su propia naturaleza solo pueden limitarse a que los casos sospechosos lleguen a ella.

Pero como corresponde a un Estado descentralizado, las entidades cuentan con cierta autonomía en la decisión de su respuesta. La capital dispone además de medios extra al ser una de las instituciones con más recursos disponibles en el país. Desde junio, coincidiendo con la llegada oficial de la “nueva normalidad”, la Ciudad de México puso en marcha una estrategia más activa de búsqueda de casos que comenzaba por la realización de un mayor número de pruebas diagnósticas a sus habitantes. En otras palabras, no se podía garantizar un regreso a las actividades sin un aumento de las pruebas. Esto implicó una mayor adquisición de las mismas, al tiempo que otras entidades seguían defendiendo el uso de pruebas rápidas, con peores resultados.

En tanto que Ciudad de México se ha enfrentado a un número mayor de casos que el resto del país, es normal que tengan más pruebas. El indicador definitivo de que en realidad sí se ha producido un esfuerzo diferencial viene por la tasa de positividad: si el crecimiento en tests se debiera exclusivamente a la necesidad de seguirle el ritmo a la epidemia, el porcentaje de positivos en la capital sería constante en el tiempo, además de idéntico al del resto de entidades. Pero en realidad lleva descendiendo desde principios de mayo, y se sitúa hoy en la banda inferior de la distribución nacional.

Un 29% de positividad es en cualquier caso una cifra que multiplica el valor máximo recomendado por la OMS (entre 5%y 10%), lo cual sitúa a Ciudad de México como cola de león, pero cabeza de ratón dentro de su país, algo que se hace aún más evidente al contraponer el ratio de positivos y el de pruebas per capita.

El cuadrado superior izquierdo es donde una entidad debe aspirar a estar en este gráfico: muchas pruebas, pero no tantas positivas. El paso epidemiológico crucial, sin embargo, es para qué sirven y qué se hace con estas pruebas: el objetivo no es solo contar casos, sino romper tantas cadenas de contagio como sea posible.

Rastreo mejorado

Además de los tratamientos a pacientes críticos, el rastreo de casos es la labor más ardua de la lucha contra un virus respiratorio de rápido contagio. Con aproximadamente un 40% de casos asintomáticos según la última estimación de los CDC estadounidenses, las alarmas pasivas se revelan insuficientes: no basta con esperar a que afloren unos síntomas que muchas veces no existirán, o serán muy leves. Es por ello que se vuelve fundamental contactar a los casos sospechosos, hacerles una prueba diagnóstica, solicitarles aislamiento individual y además que compartan en la medida de lo posible sus contactos personales recientes (con quién se han visto, dónde y en qué circunstancias). Un trabajo que siempre va a requerir esfuerzos individuales, personas y horas.

Según información proporcionada por la jefatura de Claudia Sheinbaum, a 9 de septiembre se había llamado a 75.082 casos positivos. Respondieron 52.115. Es decir: aproximadamente la mitad del total de infecciones detectadas. Siendo que probablemente estas apenas representan una pequeña parte (entre 1/5 y 1/15) de total, el ratio de contactos es escaso. Más aún cuando 14,000 de las personas que sí descolgaron, rechazaron responder el cuestionario planteado por las autoridades. Y de las 38,000 que aceptaron, solo 8.262 accedieron a dar contactos. Proporcionaron un total de 18.320 contactos: algo menos de tres por caso. Unas cifras no tan distintas de las que se conocen para España, por ejemplo.

Esta pirámide de números dibuja los límites de las instituciones, pero sobre todo de la confianza en las mismas: apenas un 10% de los casos contactados se atreven proporcionar el insumo básico para el rastreo. En este contexto, la proactividad de las autoridades se vuelve un sustituto imperfecto pero necesario. Ciudad de México ha puesto el foco en lugares como prisiones (4.607 muestras tomadas para apenas 73 positivos, denotando la preocupación que existe por un contagio masivo mezclado con inseguridad y hacinamiento que ha producido motines en otras prisiones del mundo) o su Central de Abastos (7.957 muestras). Pero sobre todo ha definido una serie de colonias prioritarias, hasta 158, que se han incorporado paulatinamente a los mecanismos de vigilancia de la ciudad. Esta atención diferencial sigue un esquema de búsqueda y prevención de brotes parecido al que ha aplicado tanto la ciudad de Buenos Aires como el Instituto Nacional de Salud colombiano, destinado a optimizar recursos escasos (sobre todo: pruebas diagnósticas, horas dedicadas de rastreadores). Así, por ejemplo, estas colonias se han llevado una de cada seis llamadas de rastreo.

Resulta difícil medir con los datos disponibles si la estrategia ha producido frutos diferenciados en estas zonas: lo único que se puede decir a la luz de las cifras es que en ellas, por ahora, la incidencia de casos no ha crecido. No es poco, teniendo en cuenta que México en su conjunto siente el vértigo de un posible rebrote tras un respiro en julio y agosto. Por ahora, la capital aspira a enfrentar el abismo construyendo su propio puente para sortearlo.



Jamileth
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