Salud

200,000 muertos por el coronavirus mientras Trump critica ciencia

2020-09-23

En los últimos seis meses, la administración Trump ha priorizado la política...

Por JASON DEAREN

NUEVA YORK (AP) — En momentos en que las muertes por coronavirus en Estados Unidos pasan de las 200,000, el presidente Donald Trump sigue enfrascado en su guerra contra los científicos de su propio gobierno.

En los últimos seis meses, la administración Trump ha priorizado la política sobre la ciencia, negándose a seguir consejos de expertos que pudieran haber contenido la diseminación del coronavirus y la enfermedad que causa. Trump y su gente han desestimado constantemente las evaluaciones de expertos sobre la gravedad de la pandemia y las medidas necesarias para controlarla. Han tratado de acallar a científicos que disputan el sesgo optimista de la administración.

Apenas la semana pasada, Trump describió al doctor Robert Redfield, un virólogo y director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, como una persona “confundida” por decir que no era probable que una vacuna estuviese disponible hasta el verano o el otoño del 2021. Trump, sin evidencia, dijo que pudiera estar lista antes de las elecciones.

Aunque no hay indicios de que la desesperación de Trump haya afectado el proceso científico, su insistencia en que habrá una vacuna antes de la elección está creando desconfianza en el logro que él espera ayude a su reelección.

La dinámica de Trump vs. ciencia ha sido evidente desde el inicio.

A finales de enero, después que el virus emergió en Wuhan, China, los CDC lanzaron su centro de operaciones de emergencia. Lo que se necesitaba, dijeron los epidemiólogos, era una campaña activa de educación pública y rastreos de contactos para identificar y aislar a los primeros casos antes de que se produjese una diseminación descontrolada.

En lugar de ello, Trump públicamente le restó importancia a la gravedad del virus en esas primeras semanas cruciales, aunque en privado reconoció la seriedad de la amenaza.

“Yo quería minimizarlo siempre”, le dijo Trump al periodista Bob Woodward en marzo.

Para mediados de ese mes, los hospitales en Nueva York y otras partes estaban abrumados por pacientes y almacenando cadáveres en camiones refrigerados.

El 31 de marzo, el país seguía tratando de entender la magnitud de la pandemia. La doctora Deborah Birx, coordinadora de la respuesta de la Casa Blanca al coronavirus, explicó, parada junto al presidente, las asombrosas proyecciones de muertes. Los médicos dijeron que a menos que el país adoptase máscaras, practicase distanciamiento social y mantuvieses cerrados los negocios habría entre 100,000 y 240,000 muertes.

Resaltaron que si Estados Unidos adoptaba medidas estrictas, el saldo pudiera mantenerse por debajo de 100,000.

“Esperaríamos que pudiéramos mantenerlo debajo de eso”, dijo Trump entonces.

Pero en lugar de emitir un mandato nacional de uso de máscaras, la administración Trump en pocas semanas publicó su plan de “Abrir de Nuevo Estados Unidos”.

Los CDC comenzaron a elaborar un grueso documento de directrices para ayudar a la toma de decisiones sobre la reapertura. Pero la Casa Blanca pensó que las directrices eran demasiado estrictas. “Nunca van a salir a la luz”, se les dijo a los científicos de los CDC. The Associated Press eventualmente dio a conocer el documento de 63 páginas que ofrecía recomendaciones basadas en ciencia para lugares de trabajo, guarderías y restaurantes.

Los predecible sucedió: Los casos aumentaron al reabrirse las comunidades y las esperanzas de mantener el total de muertes por debajo de 100,000 se esfumaron.

Las recomendaciones de los CDC continuaron siendo canalizadas por la fuerza especial de la Casa Blanca para aprobación antes de ser publicadas.

Redfield ha sido criticado por no ser lo suficientemente enérgico en la defensa de la agencia y quienes han trabajado en los CDC esperan ver a sus líderes defender la ciencia ante las presiones políticas.

“Estoy seguro de que no será fácil, pero es esencial para la reputación de los CDC”, dijo la doctora Sonja Rasmussen, una veterana de 20 años en la agencia y profesora en la Universidad de Florida. “Necesitamos unos CDC fuertes y confiables para sobrevivir esta pandemia — además de la próxima emergencia de salud pública después de ésta”.

Al tiempo que Fauci era restringido en sus interacciones con la prensa — su honestidad no era bien vista por la administración — Trump elevó a una nueva figura como el rostro público de su fuerza para la pandemia: el doctor Scott Atlas, un neurólogo de la Universidad de Stanford sin experiencia en enfermedades infecciosas.

En Atlas, Trump tiene a un médico que le ha restado importancia a la necesidad de que los estudiantes usen máscaras o practiquen distanciamiento social. Atlas ha promovido la idea de permitir que el virus se disemine para crear “inmunidad colectiva”, la idea de que puede crearse una resistencia en la comunidad al infectar a una gran porción de la población. La Organización Mundial de Salud ha dicho que ese enfoque es peligroso.

Funcionarios de la Casa Blanca dicen que Atlas no respalda más esa idea.

Como dijo Fauci en agosto, existe “un sentir fundamental anticiencia” en un momento en que algunas personas se están resistiendo a las autoridades.

Al mismo tiempo, al menos 60 líderes estatales y locales de salud en 27 estados han renunciado o se han retirado o han sido despedidos desde abril, de acuerdo con un examen por la AP Kaiser Health News. Esos números han aumentado al doble desde junio, cuando la AP y KHN comenzaron a rastrear las salidas. Muchos renunciaron tras presiones políticas de funcionarios púbicos, o incluso amenazas violentas de personas furiosas con los mandatos de máscaras y los cierres.

La Casa Blanca se ha dado cuenta de que existe una desventaja en minar públicamente la ciencia. Funcionarios reconocen las preocupaciones de los votantes sobre una aceleración del calendario para la vacuna como una crisis emergente de salud pública. Dicen que temen que habrá muertes innecesarias y un impacto económico si los estadounidenses temen ser vacunados, de acuerdo con dos funcionarios de la Casa Blanca que hablaron a condición de anonimato.

La administración ha ordenado una campaña para fortalecer la confianza pública en el proceso de desarrollo de la vacuna. Incluiría elevar los perfiles de funcionarios que han sido criticados por Trump, como el comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos, doctor Stephen Hahn; y del doctor Redfield, de los CDC.

Una persona no está de acuerdo — Trump. A menos de siete semanas de las elecciones, parece determinado a decir y hacer lo que considera necesario para asegurarse la reelección, sin importar la ciencia ni la evidencia.

Y pese al nefasto saldo de muertes, Trump sigue presentando los últimos seis meses como un éxito.

El lunes le dijo a una muchedumbre de partidarios en Ohio: “Vamos a tener una vacuna antes del final del año. Pero pudiera ser antes”.



Jamileth