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Ira y esperanza avivan la rebelión de las polacas por aborto

2020-12-02

Las protestas comenzaron cuanto la corte constitucional polaca, decidió el 22 de octubre...

Por VANESSA GERA

VARSOVIA, Polonia (AP) — Karolina Micula había utilizado su pecho desnudo en otra ocasión.

Cuando el gobierno conservador polaco intentó restringir los derechos del aborto por primera vez, la actriz y cantante ofreció una intensa interpretación en Breslavia en 2017 en la que se extendió pintura de los colores de la bandera, blando y rojo, sobre el rostro y el pecho, para terminar con un puño en alto.

Cuando las autoridades volvieron a intentar una prohibición casi total del aborto en octubre de este año, Micula, junto con una amiga, se desnudó de nuevo de cintura para arriba y se puso en pie sobre un auto en un bullicioso cruce de Varsovia durante una protesta, mostrando el dedo corazón en una mano y con una bengala en la otra.

“El cuerpo de una mujer es un espacio de lucha política”, dijo la intérprete de 32 años en una entrevista desde su apartamento de Varsovia. “Mi gesto simbolizaba que haré con mi cuerpo lo que quiera hacer con él. Si quiero plantarme desnuda ante la gente, lo haré, porque es mi decisión”.

La amiga de Micula acababa de terminar su tratamiento de fisioterapia tras una doble mastectomía, y quería animar a otras manifestantes mostrando su pecho tatuado. El suyo está entre los muchos tabúes que han roto las mujeres indignadas en Polonia en las últimas semanas.

Las protestas comenzaron cuanto la corte constitucional polaca, con mayoría de jueces afines al gobernante partido conservador, decidió el 22 de octubre prohibir los abortos en casos de malformaciones congénitas, incluso cuando el feto no tuviera posibilidades de sobrevivir.

Polonia ya tenía una de las leyes del aborto más restrictivas de Europa, y el fallo suponía que los únicos motivos legales para un aborto serían la violación, el incesto o que la vida de la madre corriera peligro.

Jaroslaw Kaczynski, el líder del partido gobernante y el político más poderoso de Polonia, había dicho que quería que se llevaran a término incluso los embarazos de fetos no viables para darles un nombre, el bautismo y un entierro.

La indignación de las polacas, y también de muchos hombres, estalló en las calles de todo el país para convertirse en el mayor movimiento de protesta en las tres décadas desde la caída del comunismo.

Las manifestantes empezaron interrumpiendo misas, gritaron obscenidades a los sacerdotes y pintaron el número de un teléfono de ayuda sobre el aborto en las fachadas de las iglesias. Esas primeras tácticas provocadoras se abandonaron después en su mayoría, después de que provocaran una reacción negativa en una sociedad donde muchos atesoran las tradiciones católicas.

Sin embargo, siguieron protestando en las calles sin dejar que las autoridades ni la pandemia las disuadieran.

“He roto aguas. Estoy dando a luz a una revolución”, decía un cartel en una protesta en Varsovia el 18 de noviembre, expresando una idea compartida por cada vez más manifestantes.

El Ministerio del Interior advirtió hace poco que el gobierno no toleraría “una revolución por la fuerza contra los organismos constitucionales del estado polaco”. La policía ha ido aumentando las detenciones y los cargos presentados contra activistas, y en algunos casos empleó gas lacrimógeno y otras medidas de fuerza.

Aun así, en medio de la enorme convulsión social, el gobierno no ha aplicado formalmente el fallo judicial y ha hablado de presentar una nueva ley. Pero las activistas de derechos reproductivos dicen que los hospitales ya se están negando a practicar abortos de fetos con malformaciones congénitas.

Nina Michnik, estudiante de filosofía y estudios árabes, dijo que el intento del partido gobernante de prohibir el aborto, a través de una corte llena de jueces leales y durante una pandemia, resultaba especialmente cruel.

“Lo hicieron en este momento crítico en el que todo el mundo tenía miedo de la pandemia”, dijo Michnik. Dijo haberse sentido muy sola y frágil cuando se emitió el fallo judicial.

“Nos tomaron en este momento muy sensible”, dijo la estudiante. “Por eso nos enojamos tanto”.

Michnik, confinada en casa por las cuarentenas contra el coronavirus, había dejado los entrenamientos de boxeo que tanto le gustaban. Cuando comenzaron las protestas comenzó a entrenar de nuevo, y se unió a un grupo que busca alborotadores de ultraderecha en las protestas.

Desde luego, las últimas protestas han sido un despertar político para los jóvenes polacos, pero también han participado polacos mayores. Están liderados por Huelga de Mujeres, un grupo de mujeres activistas, aunque también se han sumado mucho hombres. Lo que comenzó como una rebelión contra un fallo sobre el aborto se ha convertido en una lucha más amplia por la democracia y los derechos humanos.

Antes del fallo judicial, las personas que luchaban en la primera línea de la guerra cultural polaca eran activistas de derechos LGTB, que se veían calificados a menudo por el gobierno y los líderes religiosos como una amenaza para la cultura y las familias polacas.

Esos agravios forman parte ahora de una resistencia mayor contra un gobierno que los manifestantes aspiran a derrocar. En todas las protestas sobre el aborto se ondean banderas arcoíris.

Gabe Wilczynska, de 19 años, ha participado en lo que va de años en protestas por los derechos LGTB, por la justicia racial en Estados Unidos y contra la violencia sexual. Con unas convicciones políticas marcadas por haber sufrido una violación en la escuela secundaria, Wilczynska, que se identifica como lesbiana y persona no binaria, ha recibido cinco citaciones judiciales por participar en protestas.

Wilczynska, ha participado de diversas formas, por ejemplo llevando un disfraz rojo de criada para protestar por los “intentos del gobierno por controlar nuestros cuerpos” y uniéndose a un grupo que ha colocado en los muros de la ciudad carteles con lemas como “Mi útero no es un ataúd” y “El abordo es un derecho, no un favor”.

En entrevistas, las manifestantes han dicho sentir una conexión con las mujeres en la vecina Bielorrusia, que se han convertido en una fuerza impulsora de un alzamiento contra el régimen del veterano presidente autoritario Alexander Lukashenko.

Por ejemplo, la decisión de celebrar protestas semanales en lugar de diarias se vio inspirada por lo ocurrido en Bielorrusia, con el objetivo de impedir que las marchas diarias agoten a la gente, dijo Micula.

Conscientes del carácter global de la batalla entre fuerzas autoritarias y democráticas, algunos polacos también tienen esperanza en el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, que se espera fomente la democracia y los derechos humanos.

Micula dijo confiar en que esté naciendo una sociedad nueva y mejor, una esperanza que se ve reforzada cuando ve a jóvenes bailando en la calle durante las protestas, y la solidaridad que se muestran entre ellos.

No importa lo que ocurra en el corto plazo, señaló. En el largo plazo, “estamos ganando”.

“La revolución social ya está ocurriendo”, afirmó. “La sociedad está cambiando”.



Jamileth

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