Testimonios

Coincidencia católica y judía

2020-12-10

La reprobación de Dios sería tan abominable como lo fue en tiempos de Ozías,...

José Manuel Rodríguez Solar

Entre los católicos y judíos existe una principal y tal vez única semejanza, coincidencia o igual creencia. Ambos reconocemos y tenemos registrado en nuestros libros religiosos: la Biblia,  o sea la Sagrada Escritura; y la Tora, el Libro de la ley de los judíos: el Antiguo Testamento,  lo que significa que tenemos las mismas creencias de lo que se encuentra relatado en esos libros sagrados. Por lo tanto los católicos y judíos  tenemos, reconocemos y creemos en un solo Dios que además es único para todos sin excepción alguna. Tenemos conciencia de que Adán y Eva fueron nuestros primeros padres. Reconocemos a Abraham como se cita en la Biblia y en la Tora. Estamos de acuerdo en todo lo que nos narra el Antiguo Testamento. Hasta aquí nos encontramos, entendemos y transitamos de común y mutuo acuerdo. 

Dentro Antiguo Testamento se encuentra un libro profético en el que habla Isaías, quién era natural de Jerusalén, pertenecía a una familia acomodada que se relacionaba con el rey y frecuentaba los círculos palaciegos. Estuvo casado y tuvo al menos dos hijos, a los que dio nombres simbólicos. Es uno de los mayores poetas de la lengua hebrea. Por propia confesión sabemos que predicó desde el año de la muerte del rey Ozías hasta la expedición de Senaquerib contra Jerusalén (739-701 A.C.). Sus discípulos recopilaron sus oráculos en diversas colecciones.     

Han pasado más de 2,700 años desde la existencia de Isaías y la primera visión que nos cuenta en su libro se refiere a la infidelidad de Israel con Dios. El pueblo judío contaba con la gracia de Dios y era su pueblo amado y querido por medio del cual se manifestaba al mundo.. Hoy el mundo globalizado se ha hecho uno solo y la situación es igual en todas partes de la tierra. Por lo tanto, Israel y el mismo vendrían siendo un mismo país para Dios, todos somos parte de la tierra de Dios. 

Hoy, junto con todos los demás países del mundo, todos nos encontramos padeciendo las calamidades más extremas de la vida y de la historia, calamidades que no tienen razón de ser pero que existen y las soportamos todos los días. Cada día nos apartamos más de Dios y solo existe cuando nos acordamos de Él en medio de las tragedias o dificultades que nos pasan. Desde hace miles de años las infidelidades a Dios siguen dándose y hererandóse, no hemos cambiado y la herencia para nuestros hijos no podría ser más grave. Gracias a los avances en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, hoy somos más pecadores que nuestros ancestros que estaban limitados del desarrollo tecnológico de ahora. . nos hemos vuelto más pecadores y nos hemos apartado y alejado de Dios más que nunca. 

Al referirnos al pecado, cuando usamos la palabra o la conjugamos, queremos significar la definición tal cual, que no es otra cosa que “maldad”, todo lo que puede ser mala conducta, la violación sistematica de los 10 mandamientos de Dios, el creador supremo, el que nos puso y al que le debemos la vida. Amo y señor absoluto de nuestras vidas aunque no lo veamos. La desobediencia a Dios, a sus leyes, es un pecado. De tal forma si decimos que estamos pecando es que estamos portándonos mal, desobedeciendo a Dios en cualquiera de las manifestaciones cotidianas con nuestro prójimo, con la sociedad, con nuestro país, cometiendo cualquier falta que va contra la moral, el respeto y las buenas costumbres. No robar, no matar, no engañar, no codiciar, no desear los bienes del prójimo (envidia, egoismo), la infidelidad, la lujuria y la vanidad. Algunos de estos pecados ya los hemos hecho incluso a nuestra conveniencia, ya no vemos mal el aborto, la degeneracion del sexo, el homosexualismo, el consumo de drogas, la corrupción. 

Quién diga lo contrario estaría falseando la realidad. La corrupción como una llave de maldad ha abierto nuestra mente y maneja nuestra voluntad hacia los extremos de los siete pecados capitales. Tal vez ahora cabe la posibilidad de hacer un repaso de ellos y entonces nuestra calificación sería negativa si somos honestos. La reprobación de Dios sería tan abominable como lo fue en tiempos de Ozías, de Jotám, de Ajaz y de Ezequías, reyes de Judá.

La notable ausencia de nuevos profetas después de los últimos: Ageo, Zacarías y Malaquías es comprensible porque simple y llanamente no los necesitamos ni creo que Dios lo considere pertinente en virtud de que lo que dijeron y profetizaron aquellos mensajeros en aquel entonces, está vigente hoy más que nunca para todos los pueblos y seguramente lo estará también mañana y después.

Por lo tanto más que pensar en nuevas profecías  bien valdría la pena recordar y tener presente las que ya se hicieron y dijeron, como la que se menciona en el primer capítulo del libro de Isaías que se ajusta a las circunstancias actuales que vive el mundo y que padecemos todos de una u otra manera, como victimas o victimarios, opresores u oprimidos, cada quién según su calaña. No haría falta agregar nada más, simplemente convendría repetirlas ahora en las circunstancias actuales que vivimos, sin importar el lugar en el que habitamos. Valdría incluso la pena desenterrarlas y darlas a conocer, especialmente para que bajo estas advertencias no persista la ignorancia y nos quitemos la venda de los ojos.  De un millón quién sabe si uno las tenga presentes. Son palabras de Dios para creyentes y no creyentes, religiosos o laicos, con para todos sin distinción como parte innegable de su creación. Quién se niegue a reconocerlo y no lo crea será por conveniencia a su perversión y el usufructo quede ella obtiene temporalmente, pero que tarde o temprano tendrá que caer de rodillas o con la soga al cuello. 

Cuantos admirados personajes de la política, de los espectáculos, de la farándula, de los deportes. Ciencia y tecnología; no hemos visto subir tan alto y caer tan bajo, hasta debajo de la tierra, y cuán grande su desesperación y agonía cuando les llega la muerte.

Vale la pena citar los siguientes personajes, que como muchos, negaron a Dios en un principio, pero terminaron postrándose ante Él y reconociendo su existencia y una Inteligencia Superior Infinita a través del universo incomprensible. Albert Einstein llegó a decir en su postrimería que “a todo investigador profundo de la naturaleza  no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso,  porque le es imposible concebir que haya  sido él el primero  en haber visto las   relaciones delicadísimas que contempla. 

Otros ilustres y grandes hombres pensadores, filósofos y científicos que también brillaron por su inteligencia y raciocinio fueron.

Ch. DARWIN: «Jamás he negado la existencia de Dios. Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la existencia de Dios, me parece, la imposibilidad de demostrar y comprender que el universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido frutos del azar». 

N. COPÉRNICO: «¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes? ¿Quién no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?». 

T. A. EDISON: «Mi máximo respeto y mi máxima admiración a todos los ingenieros, especialmente al mayor de todos ellos, que es Dios». 

HATHAWAY (padre del cerebro electrónico): «La moderna física me enseña que la naturaleza no es capaz de ordenarse a sí misma. El universo supone una enorme masa de orden. Por eso requiere una Causa Primera, grande, que no está sometida a la segunda ley de la transformación de la energía y que, por lo mismo, es sobrenatural». 

W. VON BRAUN: «Por encima de todo está la gloria de Dios, que creó el gran universo, que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día en profunda adoración». 

A. M. AMPERE: «¡Cuán grande es Dios, y nuestra ciencia, una pequeñez!». 

I. NEWTON: «Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo no ha podido salir sino del plan de un Ser omnisciente y omnipotente». 

K. F. GAUSS: «Cuando suene nuestra última hora, será grande e inefable nuestro gozo al ver a Quien en todo nuestro quehacer sólo hemos podido columbrar». 

G. MARCONI: «Lo declaro con orgullo: soy creyente. Creo en el poder de la oración y creo no sólo como católico, sino como científico». 

C. LINNEO: «He visto pasar de cerca al Dios eterno, infinito, omnisciente y omnipotente, y me he postrado de hinojos en adoración». 

E. SCHRÖDINGER (premio Nobel de Física, creador de la Mecánica Ondulatoria): «La obra maestra más fina es la hecha por Dios según los principios de la mecánica cuántica». 

K. L. SCHLEICH (célebre cirujano, descubridor de la anestesia local): «Me hice creyente por el microscopio y la observación de la naturaleza, y quiero, en cuanto esté a mi alcance, contribuir a la plena concordia entre la ciencia y la religión». 

J. KEPLER: «Si Dios es grande, grande es su poder, grande su sabiduría. Alabadle, cielos y tierra. ¡Mi Señor y mi Creador! La magnificencia de tus obras quisiera yo anunciarla a los hombres en la medida en que mi limitada inteligencia puede comprenderla». 

Sir Fred HOYLE (gran astrónomo y matemático): «El universo de las galaxias se dilata, y se crea continuamente en el espacio nueva materia para mantener constante la densidad media del universo, y esto exige la existencia de un Creador». 

A. S. EDDINGTON (astrónomo y matemático inglés): «Ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista, sino filósofos mediocres. El origen del universo presenta dificultades insuperables, a no ser que lo consideremos sobrenatural». 

J. barón VON LIEBIG (químico y fisiólogo alemán): «La grandeza e infinita sabiduría del Creador la reconocerá realmente sólo el que se esfuerce por extraer sus ideas del gran libro que llamamos naturaleza». 

E. WHITTAKER (investigador y catedrático de la Universidad de Edimburgo): «Cuando se investiga profundamente sobre el origen del universo, no hay más opción que convertirse al catolicismo».



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