Turismo

El turismo cierra su peor año en medio siglo por la pandemia

2020-12-28

En el turismo, a diferencia de otros sectores, al estar la movilidad entre países...

Por Hugo Gutiérrez | El País

La crisis del coronavirus ha supuesto para el turismo una especie de fisura volcánica, una grieta de dimensiones considerables en la superficie de la que brota lava. Para el sector, la provocada por la pandemia no ha parado de expulsar magma y ha arrasado casi todo a su camino. Los números no dejan lugar a dudas, con caídas superiores al 75%: el ejercicio se cerrará con menos de 20 millones de llegadas de turistas extranjeros (83,5 millones el año anterior), cuyo gasto no llegará a los 20,000 millones de euros (frente a los casi 92,000 millones de 2019).

El hundimiento de la demanda no tiene precedentes. En el turismo, a diferencia de otros sectores, al estar la movilidad entre países todavía muy afectada, la recuperación sigue siendo mínima. De hecho, según los registros históricos oficiales del Gobierno, nunca llegaron tan pocos viajeros extranjeros en medio siglo. Hay que remontarse al final de la década de los sesenta: en 1969, por ejemplo, visitaron el país casi 21,7 millones de turistas extranjeros, mientras que en 1968 lo hicieron unos 19,2 millones, según los anuarios de estadísticas de turismo de España. En el mejor de los casos, quedará entre ambos guarismos, aunque la previsión es que esté más cerca de lo anotado en 1968 (hasta octubre, último dato disponible, han llegado 17,8 millones de viajeros, los mismos que lo hicieron en los 12 meses de 1967).

Las malas noticias no acaban ahí. Los ingresos medidos con la fórmula de la cuenta satélite del INE —tiene en cuenta todo lo que aporta la actividad turística a la economía— acabarán el año en torno a los 46,000 millones de euros, según Exceltur. Esto es, unos 110,000 millones menos que un año antes y en niveles de 1995, cuando comenzó el instituto estadístico esta medición. Eso sí, la comparación es engañosa porque no tiene en cuenta la inflación durante este cuarto de siglo y valen mucho más los casi 45.126 millones de entonces que los de 2020.

“Nos hemos enfrentado a la peor crisis vivida por el sector turístico de nuestro país en toda su historia. Y ha sido así porque en esta ocasión se ven afectados dos elementos que definen la esencia misma de los viajes: la movilidad y la confianza”, explica a EL PAÍS la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto. Es por ello que el embate del coronavirus ha sido similar en el resto del mundo. De hecho, España está en línea con la caída que calcula la Organización Mundial del Turismo para el conjunto de países. “El turismo retrocede a niveles de 1990 con una caída en llegadas de más del 70%”, recogía en su último informe.

Tal vez solo de forma coyuntural —si el turismo consigue volver pronto a los niveles de facturación prepandemia—, el PIB turístico registrará un retroceso sin precedentes: pasará de representar el 12,4% del producto interior bruto en 2019 a poco más del 4% en este 2020. “Somos el sector más golpeado con diferencia de la economía española. Si no llegan ayudas contundentes, caerán miles de empresas y cientos de miles de empleos”, insiste José Luis Zoreda, vicepresidente del lobby turístico Exceltur. El tejido productivo del sector tirita desde mediados de marzo. En un inicio, tenían la esperanza de salvar parte del verano. Pero la realidad les estalló muy pronto y la recuperación estival fue tan leve que muchos negocios tuvieron que volver a bajar la persiana. En principio, de forma temporal. Aunque cada vez más se plantean el cierre definitivo.

Futuro incierto

Desde la academia, con algunas diferencias, coinciden en la necesidad imperiosa de que el Ejecutivo le eche un capote a un sector que en la anterior crisis fue tractor para la economía y que ahora es vagón de cola. “Es el momento de que el Gobierno ayude a las empresas para que sobrevivan. Y hay que hacerlo de forma diferenciada por regiones, porque el nivel de afectación varía mucho por comunidades”, argumenta Oriol Anguera-Torrell, profesor e investigador de Economía Aplicada al turismo de la Universidad de Barcelona.

Ante esta tesitura, pintan bastos para el futuro próximo del sector. Además de la incertidumbre por la pandemia ―no se atisba aún cuándo podrá volver a la normalidad el turismo—, se vienen otros nubarrones: el Brexit, la reducción de la capacidad de gasto por la crisis económica y, además, el aumento considerable del ahorro entre los que tienen mejores condiciones financieras. Todo se traduce en una demanda que seguirá deprimida por un tiempo. “Los dos próximos años, por lo menos, se verá reducida la movilidad en largas distancias”, sostiene Juan Ignacio Pulido, director del Laboratorio de Análisis e Innovación Turística de la Universidad de Jaén.

Los responsables de la casa de análisis Funcas coinciden en esta lectura. Y ponen cifras al posible ritmo de mejora: “Esperamos una recuperación del 40% en 2021 y del 80% en 2022, según lo que estamos viendo en otros países”, advirtió hace unas semanas Raymond Torres, director de coyuntura y análisis internacional de la fundación. Aunque matiza: “Seguirá muy por debajo de un año normal, pero supondrá una recuperación potente porque ahora están en mínimos”. El Gobierno, por su lado, es algo más optimista y ponen fecha a una reactivación espoleada por la vacuna: “Tenemos la vista puesta en la Semana Santa de 2021. Es ahí donde esperamos iniciar la recuperación del sector, que comenzará por el turismo doméstico y, poco a poco, por el procedente de nuestros vecinos europeos, para incorporar paulatinamente a los turistas de mercados lejanos”, zanja la ministra Maroto.

Sin turistas ni ocio nocturno

En Baleares el sector turístico se vio sorprendido por la pandemia cuando apenas comenzaba a calentar motores para una temporada que se preveía de récord. La pérdida total de la Semana Santa por el confinamiento vaticinaba un horizonte turbulento, aunque la apertura progresiva del país en mayo y la reactivación de los sectores económicos trajeron algo de optimismo. El 15 de junio los primeros turistas internacionales llegaron a Mallorca procedentes de Alemania y el sector echó a andar en una temporada incierta con solo una parte de la planta hotelera abierta.

A mediados de agosto todo volvió a torcerse y se dieron pasos atrás considerables, especialmente tras el anuncio del Reino Unido, el segundo mercado extranjero en Baleares, de imponer una cuarentena a los viajeros que regresaran de España. Esto provocó un alud de cierres, adelantando el final de la temporada de verano en septiembre. El descenso de la actividad en Baleares al finalizar este 2020, según Exceltur, será superior al 82%. “No ha habido por parte de las Administraciones un ápice de ayuda en la reducción de gastos fiscales para las empresas del sector”, censura María Frontera, presidenta de la Federación Hotelera de Mallorca.

La ola de coronavirus también ha arrasado el ocio nocturno, uno de los puntales de la industria en la región. De hecho, lleva clausurado desde marzo y ni siquiera pudieron abrir parcialmente en verano. La Asociación Balear de Ocio Nocturno calcula que el 63% de establecimientos terminarán por cerrar a lo largo del año que viene. “Hay casi 400 trabajadores en una situación muy complicada, que suelen vivir en invierno de lo que ganan en verano” afirmaba el presidente de la asociación, Jesús Sánchez, durante una protesta frente a una de las oficinas del Servicio de Empleo.

“No había nadie a quien servir y cerramos”

José Ravira aún recuerda los días de 1969 cuando abrió lo que entonces era un pequeño kiosco en la playa de Venus, junto al casco histórico de Marbella. Eran tiempos de turismo familiar, más sencillos. Apenas superaba los 20 años y lo que no sabía entonces es que arrancaba una vida dedicada a la hostelería. En este tiempo ha visto de todo: la “increíble” transformación de la ciudad, los años de la jet set, los atentados de ETA, la época de Gil, los petrodólares árabes en Puerto Banús. “Pero jamás imaginé que podía ocurrir algo como lo de este año”, asegura. Su especialidad son los pecados espetados, pero solo ha podido ofrecerlos tres meses, cuando habitualmente lo hace de marzo a diciembre. Su temporada estaría ahora en la recta final, pero esta vez acabó en septiembre. “No había nadie a quien servir y cerramos”, dice Ravira, máximo responsable del histórico chiringuito Pepes Bar, que mira con dudas a 2021.

El caso de este negocio no es excepcional en la Costa del Sol. El turismo de sol y playa ha sufrido el mayor varapalo de su historia. Al cierre de fronteras se unieron las advertencias a los viajes por España y la vuelta de las restricciones por el aumento de los contagios. “Está siendo un drama”, insiste Margarita del Cid, consejera delegada de Turismo Costa del Sol, que critica la falta de información sobre las medidas que ha ido tomando el Gobierno central. “Trabajar con incertidumbre es muy negativo”, subraya.

Ahora la inmensa mayoría de hoteles están cerrados sin saber cuándo podrán abrir ante la falta de demanda. Y las imágenes de hamacas vacías y paseos marítimos desiertos se han traducido en balances desastrosos. Según los de Turismo Costa del Sol, los 26 millones de noches reservadas en 2019 han pasado a siete en 2020. El número de viajeros también ha caído por encima del 70%, como cualquier otro indicador. Y queda por ver cómo afectará a la industria turística en 2021: “Parte del sector se va a quedar por el camino”, avisa Del Cid quien, a pesar de todo, es optimista. “Estoy convencida de que a partir del segundo semestre del año que viene todo irá mejor”, concluye.

Sin rastro del turismo urbano

En Cataluña la situación ha sido igual de dramática. El sector turístico, uno de los pilares de la economía de la región, cierra con esta Navidad marcada por las restricciones uno de los peores años que se recuerdan. Con los últimos datos disponibles del Instituto de Estadística de Cataluña, correspondientes al mes de octubre, la caída de turistas extranjeros se sitúa en un 78,5% en lo que va de año. El gasto de estos ha caído un 81,8% y las pernoctaciones en hoteles fueron un 76,5% inferiores con respecto al mismo periodo del año anterior.

En el conjunto de la comunidad existen 700,000 plazas entre hoteles, campings y apartamentos. La estampa en localidades costeras que viven casi exclusivamente del turismo, como Lloret de Mar o Salou, está marcada por hoteles cerrados y miles de trabajadores sin empleo. Un desastre que se repite en los destinos urbanos, por ejemplo en Barcelona, donde el sector ha caído en picado. “Ha sido un año horrible. Empezó con el mes de enero, que nunca es bueno, siguió con el de febrero, que estuvo marcado por la anulación del Mobile, y ha continuado con las restricciones por la pandemia. Calculamos que el sector no empezará a reactivarse hasta mediados o finales de la próxima primavera”, destaca Manel Casals, director del Gremio de Hoteles de Barcelona.

Actualmente hay 110 hoteles abiertos en la ciudad, el 25% de los 440 establecimientos que hay, y la ocupación de los que están operativos no supera el 15%. “Solo viene quien lo tiene que hacer por obligación, ya sea por trabajo o por venir al hospital. Las medidas restrictivas nos afectan de lleno y no tenemos ayudas”, lamenta Casals. El sector hotelero de la ciudad calcula que ha perdido este año 1,400 millones de euros, el 82% de las ventas que se conseguían en los años anteriores.

Temporada alta perdida

El turismo canario también ha vivido el peor año que se recuerda, con dos meses sin entrada de turistas, hoteles cerrados, negocios clausurados y unas cifras de visitantes más propias de la época de la dictadura franquista. El otoño dejó caer esperanzas sobre el empresariado local, pero la realidad de la pandemia con la llegada de la segunda ola de contagios ha terminado por hacerlas añicos. Canarias, de hecho, ya da por perdida la temporada alta y comienza a mirar hacia el segundo trimestre de 2021 o incluso al segundo semestre para recuperar el turismo.

“Estamos en una situación de restricciones en todos los países emisores”, asegura el presidente de la Federación de Hostelería y Turismo de Las Palmas, José María Mañaricua. Él es uno de los que da por perdida la temporada de invierno y ya mira hacia el próximo verano. “La imposición del Gobierno de España de las pruebas PCR, que encarecen el destino, en lugar de las de antígenos nos deja con una situación bastante delicada”, añade. En el mismo sentido se manifiesta el presidente de la Confederación Canaria de Empresarios, Agustín Manrique de Lara. “Ha habido escasa lealtad del Gobierno central con Canarias”.

Hasta que se sucedieron los rebrotes por Europa, las cifras oficiales pasaban por cerrar el ejercicio con poco más de cuatro millones de turistas, si bien fuentes del Gobierno aceptan ya que será imposible de alcanzar. Entre enero y octubre, según el INE, han entrado en Canarias 3,4 millones de visitantes internacionales, frente a los más de 13 millones del ejercicio anterior. La consejera de Turismo, Industria y Comercio del Gobierno de Canarias, Yaiza Castilla, más optimista, afirma que “la demanda sigue fuerte, pero los turistas no pueden venir” debido a las restricciones de los 14 principales mercados emisores. En su caso, confía en que a principios del año próximo pueda paliarse en parte la situación por la vacunación y la relajación de las restricciones. “Esperamos alcanzar al menos los ocho millones de turistas en 2021, aunque son pronósticos que cambian casi semanalmente”, zanja.



maria-jose