Internacional - Política

Biden asume como presidente en medio de la crisis

2021-01-20

Con la mano en una Biblia de cinco pulgadas de grosor que ha estado en su familia durante 128...

Por Peter Baker | The New York Times

WASHINGTON — Joseph Robinette Biden Jr. juramentó como 46.º presidente de Estados Unidos el miércoles, asumiendo el cargo en un momento de profunda crisis política, económica y de salud con la promesa de buscar la unidad tras cuatro turbulentos años que rasgaron el tejido de la sociedad estadounidense.

Con la mano en una Biblia de cinco pulgadas de grosor que ha estado en su familia durante 128 años, Biden recitó las 35 palabras del juramento y prometió “preservar, proteger y defender la Constitución”, en una ceremonia presidida por el presidente de la Corte Suprema, el magistrado John G. Roberts Jr., completando así el proceso a las 11:49 a. m., once minutos antes de que la autoridad de la presidencia cambie formalmente de manos.

El ritual de la transferencia del poder se llevó a cabo poco después de que Kamala Devi Harris fue juramentada como vicepresidenta por la jueza Sonia Sotomayor, con la mano en una Biblia que alguna vez perteneció a Thurgood Marshall, ícono de los derechos civiles y magistrado de la Corte Suprema de Estados Unidos. La toma de posesión de Harris la convirtió en la mujer con el más alto cargo político en la historia de Estados Unidos y la primera estadounidense negra y la primera persona de ascendencia asiática en ocupar el segundo cargo más alto del país.

La ceremonia, en un día frío y ventoso salpicado de copos de nieve, puso fin a la presidencia tormentosa y divisiva de Donald J. Trump. En su característico estilo, Trump volvió a desafiar la tradición al marcharse de Washington horas antes de la juramentación de su sucesor en lugar de encarar la realidad de su derrota electoral. Su vicepresidente, Mike Pence, sí asistió a la ceremonia.

Trump viajó a Florida, donde planea vivir en la propiedad de Mar-a-Lago. Pero en unos días el Senado abrirá un juicio de destitución para el expresidente, acusado de haber incitado una insurrección al alentar a la turba que atacó el Capitolio el 6 de enero en un intento por detener el conteo final de los votos del Colegio Electoral que ratificaron su derrota.

Fue un día surreal, subrayado por la imagen del presidente recién investido y la vicepresidenta en el frontis oeste del Capitolio, que hace apenas dos semanas lucía ocupado por una multitud acechante de partidarios de Trump. A diferencia de la mayoría de tomas de posesión, inundadas por la alegría y la sensación de un nuevo comienzo, las festividades del Día de Inauguración 59 ilustraron las penurias de Estados Unidos.

Debido al temor de más violencia, la capital, Washington, ha sido transformada en un campo armado custodiado por unos 25,000 elementos de la Guardia Nacional que se unieron a miles de agentes de policías. Gran parte del centro de la ciudad quedó bloqueado al tráfico. Debido a que la pandemia del coronavirus sigue arrasando el país, a los estadounidenses se les pidió que no acudieran, creando un fantasmal espectáculo: el nuevo presidente se dirigió a la Explanada Nacional, repleta no de personas sino de banderas que simbolizaban a una multitud ausente.

Muchas de las tradiciones habituales del día de toma de posesión se obviaron debido al virus, entre ellas un almuerzo con los líderes del Congreso en el Statuary Hall, la algarabía del desfile por la Avenida Pensilvania y los bailes de gala donde se espera que el presidente entrante y su esposa abran la pista.

En lugar de ello, Biden pasará revista a las unidades militares en el frontis este del Capitolio y más tarde procederá a la Casa Blanca escoltado por bandas de música de todas las ramas del ejército así como por los tambores de la Universidad de Delaware y de la Universidad Howard, las alma mater del presidente y la vicepresidenta, respectivamente. Luego de eso, un “Desfile por Estados Unidos” virtual presentará actuaciones en vivo desde 56 estados y territorios.

Para simbolizar el tema de unidad nacional que Biden ha buscado proyectar, lo acompañarán tres expresidentes —Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton— a dejar una corona en la tumba al soldado desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington antes del desfile. En lugar de los bailes formales, la primera y la segunda pareja participarán en un programa nocturno televisado conducido por el actor Tom Hanks.

Si la pompa y circunstancia del evento estuvieron limitadas por los desafíos actuales, ese no fue el caso de la determinación de Biden para empezar a desarmar rápidamente la presidencia de Trump. Planeaba firmar 17 órdenes ejecutivas, memorándums y proclamas por la tarde para revertir muchos de los principales elementos del gobierno anterior, en un repudio dramático a su predecesor. Las medidas son las más ambiciosas que se han llevado a cabo en la historia moderna en un primer día en la presidencia.

Entre otras acciones, planeaba emitir un mandato nacional para llevar cubrebocas dirigido a los trabajadores del gobierno federal y a todos los edificios federales, procurar una extensión a la moratoria de desalojos y el alivio a los préstamos estudiantiles, volver a unirse al Acuerdo Climático de París, suspender la construcción del muro fronterizo de Trump, retirar la prohibición de viajar a ciertos países de mayoría musulmana, impulsar el programa que permite que los jóvenes inmigrantes que llegaron al país de forma no autorizada permanezcan en Estados Unidos, prohibir la discriminación por parte del gobierno federal por orientaación sexual o identidad de género así como imponer una moratoria a las concesiones petroleras y de gas natural en el Refugio de Vida Silvestre del Ártico.

Rara vez un presidente ha tomado tantas medidas para revertir el trabajo de su antecesor en el primer día del cargo, pero Biden tenía la intención de mostrar un rompimiento claro con el legado de Trump. Algunos de los decretos eran más simbólicos que sustanciales y será necesario legislar para que los cambios sean duraderos. Con ese fin, Biden planeaba dar a conocer el miércoles una propuesta de reforma migratoria con un plan de ciudadanía para 11 millones de personas que viven en el país sin documentos que tendrá que ser aprobada por el Congreso en lo que será sin duda un debate acalorado.



Jamileth