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La información incorrecta durante una emergencia sanitaria cuesta vidas

2021-01-28

Durante el proceso electoral de 2020 se intensificaron los esfuerzos deliberados para manipular...

Enrique Acevedo | The Wasgington Post

Unas semanas antes de la elección presidencial de noviembre pasado aquí en Estados Unidos, comenzaron a circular mensajes con información falsa en Facebook y WhatsApp sobre la supuesta posición respecto al aborto de los entonces candidatos demócratas a la presidencia y vicepresidencia, Joe Biden y Kamala Harris. Entre los mensajes destacaba una imagen que aseguraba que ambos apoyaban el aborto hasta minutos antes del nacimiento. Si la criatura sobrevivía al aborto, decía falsamente el meme, los demócratas estaban de acuerdo en que el bebé fuera asesinado.

Es posible que este y otros mensajes falsos hayan terminado en las manos de algún lector, por medio de las redes sociales o de aplicaciones de mensajes instantáneos y que, al verlos, cualquiera haya asumido que lo que dicen es verdad. No lo es. Mensajes como este abundaron durante la campaña presidencial y muestran la escala de la información falsa o desinformación que inunda nuestras vidas. Se trata de contenido manipulado, distorsionado, incompleto o fuera de contexto, y si no tomamos medidas para reducir su impacto, seguirá siendo una amenaza seria a la vida de millones de personas, como ha ocurrido durante la pandemia, así como para el orden democrático.

Durante el proceso electoral de 2020 se intensificaron los esfuerzos deliberados para manipular votos y para crear divisiones dentro del electorado latinx. Individuos y organizaciones se dedicaron a difundir falsedades y mentiras para limitar su habilidad de tomar decisiones basadas en hechos verificables. Aunque gran parte de esta desinformación estuvo enfocada en la contienda presidencial, también sobran ejemplos de información falsa sobre el movimiento Black Lives Matter y sobre la pandemia de COVID-19.

Nuestra comunidad es particularmente vulnerable a este tipo de manipulación, pues en los últimos años pasó de consumir menos medios tradicionales y más información en línea, en donde proliferan las teorías de la conspiración, los rumores no verificados y el contenido falso, y en donde la información chatarra se puede difundir fácilmente. Un componente fundamental de la desinformación es que utiliza elementos históricos y experiencias específicas de las comunidades a las que está dirigida. Por ejemplo, parte de la propaganda difundida durante la campaña electoral de 2020, comparaba a Biden y Harris con los líderes de regímenes autocráticos como Cuba, Venezuela y Nicaragua.

He pasado buena parte de mi carrera trabajando en estos y otros lugares de América Latina, entrevistando a estos personajes y reportando sobre sus acciones. Esta comparación no resiste un grado mínimo de verificación. Hay una diferencia abismal entre las dictaduras latinoamericanas y su ideología, y los proyectos de los políticos estadounidenses etiquetados como socialistas por sus oponentes. Debemos ser sensibles y respetuosos de las experiencias de las comunidades exiliadas en Estados Unidos, pero esto debe incluir un compromiso con la verdad y contra la proliferación de contenidos falsos que solo buscan obtener ganancias a partir de su dolor.

Para complicar aún más las cosas, inmigrantes de países en donde los medios de comunicación están cooptados por las fuerzas del Estado están predispuestos a desconfiar de las plataformas de información o tienen dificultades para calibrar las diferencias entre medios de comunicación confiables y medios dedicados a difundir desinformación. Sobre todo, cuando nuestros líderes políticos buscan desacreditar a plataformas críticas calificándolas como “enemigos del pueblo” o “Fake News”.

La desinformación afecta a todos los sectores de la sociedad, como ha ocurrido durante la pandemia. La tecnología de la que dependemos para mantenernos conectados e informados facilita la difusión de estos mensajes falsos que limitan la respuesta global al virus y comprometen las medidas para controlar su propagación. Esta información errónea y falsa perjudica la salud de las personas, incrementa la estigmatización y promueve el incumplimiento de las medidas de salud pública, lo que reduce su eficacia y pone en peligro la capacidad de los países de frenar la pandemia, según explica la Organización Mundial de la Salud.

La información incorrecta durante una emergencia sanitaria cuesta vidas. Sin el conocimiento adecuado y la confianza en la información que obtiene, la gente no se realiza pruebas diagnósticas y las campañas de inmunización o de promoción de las vacunas no cumplirán sus metas. Así, el virus seguirá avanzando sin control. Principalmente entre la comunidad latinx, que se ha visto desproporcionalmente representada en el número de hospitalizaciones y muertes por COVID-19.

No es una exageración decir que el avance de la desinformación en nuestra sociedad es una emergencia y necesita ser combatida como tal. Todos debemos estar comprometidos con una solución; para mí, el camino empieza con una mejor educación sobre el consumo de información: la alfabetización informativa.

Un ejemplo de ayuda en este tema es The News Literacy Project, una organización nacional, apartidista y sin fines de lucro, cuyos programas y herramientas gratuitas están diseñados para ayudarnos a navegar mejor la proliferación de las teorías de la conspiración, la desinformación como modelo de negocio en las redes sociales y las prolongaciones sentimentales de la realidad. Además, ayuda a desarrollar habilidades para encontrar fuentes confiables de información.

Como inmigrante mexicano en los Estados Unidos, he visto cómo la desinformación y la información falsa son utilizadas para manipular y confundir a la comunidad hispana. El periodismo en el que yo creo, exige la rendición de cuentas a quienes ocupan posiciones de poder. La integridad de este tipo de periodismo y su futuro está en riesgo si no hacemos algo para combatir el clima de posverdad que busca arraigarse en nuestras sociedades.

Hay que orientar más recursos hacia la comunidad latinx para convertirnos en consumidores de noticias y de información más activos, más responsables y más inteligentes, un componente primordial para nuestra participación democrática plena. Demandemos acceso universal a este tipo de herramientas educativas en nuestras escuelas y convirtámonos en parte de la solución en vez de seguir siendo parte del problema.



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