Tras Bambalinas

¿Qué hará Biden con Venezuela? 

2021-02-11

 De acuerdo con Héctor Schaims, asesor de Almagro, para Obama “la estabilidad del...

Gonzalo Ferreira | The Washington Post

"El futuro de Almagro depende de eso"

Gonzalo Ferreira es editor jefe del diario ‘El Observador’ en Montevideo, Uruguay. Es coautor del libro ‘Luis Almagro no pide perdón’.

El 7 de mayo de 2014, el actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, bajo su cargo de canciller de Uruguay, viajaba rumbo a Washington D.C. junto a Julissa Reynoso, quien era embajadora de Estados Unidos en ese país, para las reuniones previas al encuentro que pocos días después tendrían el entonces presidente uruguayo, José Mujica, con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Según Reynoso, quien es actualmente jefa de gabinete de la primera dama de Estados Unidos, Jill Biden, en ese viaje ella le propuso a Almagro que se postulara a la OEA.

Según Almagro, el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, entonces vicepresidente, apoyó su candidatura, ayudando a evitar que el Departamento de Estado vetara su postulación.

Pocos años después, Almagro pasó a ser un “aliado” de Donald Trump, según declaró el embajador de Estados Unidos ante la OEA, Carlos Trujillo.

Estos son algunos de los hechos que mi colega Martín Natalevich y yo relatamos en el libro durante nuestra investigación para el libro Luis Almagro no pide perdón (Planeta).

A través de este trabajo, buscamos entender la lógica detrás de los movimientos de Almagro. ¿Cómo pudo pasar de acudir, en 2013, a la celebración del 60 aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, uno de los primeros pasos de la revolución cubana, a calificarla como la “revolución jinetera” seis años después? ¿Cómo pasó de ser el canciller del exguerrillero Mujica, quien, como presidente uruguayo, tuvo estrechas relaciones con el chavismo en Venezuela, a estar hoy a un paso de lograr que la Corte Penal Internacional aborde las violaciones a los derechos humanos por parte del régimen de Nicolás Maduro?

Según nuestra investigación, Almagro intentó, desde el momento en que llegó a la OEA, procurar un vínculo fluido con la administración de Barack Obama, dándose cuenta en el proceso que sus fuertes posicionamientos respecto a Venezuela no serían del todo bienvenidos por el presidente estadounidense. A pocos meses de asumir el cargo, en 2015, Almagro comenzó a señalar con el dedo a Maduro, pero se encontró con resistencia. De acuerdo con Héctor Schaims, asesor de Almagro, para Obama “la estabilidad del régimen chavista era esencial”.

La política de Estados Unidos para América Latina en 2015 y 2016 estaba concentrada en descongelar las relaciones con Cuba. Enfrentar a Maduro era retroceder casilleros en la buena negociación que llevaba con Raúl Castro.

Pero para ese momento, Almagro ya estaba mirando hacia lo que sería el futuro de ese país. Como él mismo nos dijo, percibía que Donald Trump ganaría las elecciones presidenciales de 2016 y empezó a tender puentes para llegar a él. A diferencia de lo que le pasó con la administración de Obama, allí encontró apertura y mucha sintonía en sus planteamientos, y Venezuela fue la clave para ello.

Muchos creen que Almagro siguió los pasos que indicaba Estados Unidos. En nuestra investigación comprobamos que fue al revés. Almagro ya había empezado mucho antes a endurecerse contra Maduro. Fue él quien marcó el rumbo, y la nueva administración estadounidense simplemente lo siguió.

Según el embajador Trujillo, “Almagro era el mejor aliado” de Estados Unidos al abordar temas de derechos humanos o democracia en la OEA durante el gobierno de Trump. “Nunca tuvimos que llegar a plantearle: ‘¿Tu nos apoyas en este tema?’”, nos explicó.

¿Pero cómo pasará de ser un “aliado” del gobierno de Trump a otra vez vincularse con Biden y su equipo? Es imposible liderar la OEA, y mucho menos de la forma que lo hace Almagro, sin tener el beneplácito de quien paga las cuentas. Más de la mitad del presupuesto de la organización proviene de Estados Unidos, por lo tanto es imprescindible un buen vínculo con la Casa Blanca y la mayoría del Congreso. Por ello estableció desde hace mucho tiempo buenas relaciones con el nuevo director para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, y con el nuevo presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el demócrata Bob Menéndez.

Pero poco se sabe sobre cuál será la política de la administración de Biden hacia Venezuela. El nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, aseguró ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, que buscarán “aumentar la presión” sobre Maduro, que mantendrán el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado, y que intentarán ser más efectivos en las sanciones. ¿Qué quiere decir esto último? Aún no está claro. Sin embargo, el análisis que han hecho algunos demócratas es que el tono extremadamente duro y confrontativo de la administración de Trump —y de la OEA— no ha logrado resultados.

Luis Almagro, quien supo entender como muy pocos de sus antecesores los juegos de poder en Washington, es un estratega que sabe mejor que muchos cómo mover sus piezas en el tablero político.

Así, si Biden pretende continuar con la política de ir al choque con Maduro, Almagro puede convertirse en un gran aliado. Por otro lado, si quiere negociar una salida con el régimen, allí hay al menos dos opciones: o usa a Almagro como el policía malo —algo que el secretario general de la OEA puede hacer bien— o lo aísla. De cualquier manera, como con Obama y con Trump, la suerte de Almagro con Biden puede terminar siendo definida por la causa venezolana.



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