Educación
Un año de clases remotas revela brecha entre estudiantes
Por JEFF AMY, KANTELE FRANKO, CEDAR ATTANASIO y CAROLYN THOMPSON
AMERICUS, Georgia, EU (AP) — Al inicio de la pandemia, muchas escuelas anunciaron que la enseñanza a distancia duraría solamente un par de semanas. Un año después, el experimento improvisado continúa para miles de estudiantes que aún no han regresado a las aulas.
Viviendas cómodas y tutores privados han facilitado las cosas para aquellos con acceso. Las expectativas son mayores en algunas escuelas que en otras. Y números crecientes de estudiantes están recibiendo ofertas de enseñanza en persona al menos a tiempo parcial.
Pero los estudiantes de todos los orígenes han enfrentado problemas con la tecnología, las distracciones de la vida en casa y el aislamiento social. The Associated Press siguió a cuatro estudiantes en un día típico para ver cómo lidian con un año de pandemia de coronavirus.
No son aún las 9 de la mañana y Kristen King está sentada en el sofá, con una laptop Chromebook delante de ella.
“Ha sido difícil”, dice la estudiante de 17 años de la Escuela Secundaria Americus-Sumter en Georgia. “Me gusta recibir ayuda en persona de mis maestros. No podemos ver realmente a nuestros amigos, nuestros amigos de la escuela. No podemos socializar con ellos. No podemos hacer nada”.
Su instructor de Inglés Avanzado pone una grabación de un discurso del presidente George W. Bush el 11 de septiembre, que es parte de una discusión sobre escritura y habla.
Kristen, a quien no le gusta levantarse temprano, trata de contener bostezos, escucha música para concentrarse e intercambia mensajes con amigos.
“Los primeros 30 minutos de clase, no estoy realmente presente”, dice.
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En Española, Nuevo México, Javin Lujan Lopez se suma a un videochat con sus compañeros del equipo de fútbol americano de la escuela para una sesión de estudio. Es una manera en la que ellos pasan un rato juntos.
Su primera clase es finanzas. Cuando el maestro pregunta cómo el dueño de un puesto de limonada pudiera aumentar sus ingresos, Javin escribe su respuesta en el chat: “Aumentando el precio de la limonada”.
De ahí pasa a su única otra clase en el día, educación física. El joven de 17 años tiene una cámara instalada frente a su casa para mostrarle haciendo pesas y otros ejercicios, pero cuando el maestro anunció que los estudiantes no tienen que registrar sus ejercicios, Javin dijo que ni siquiera se va a correr.
Va a ejercitarse durante la práctica de fútbol y, aparte de ello, sus amigos están ahora en internet, en un videojuego.
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Descalza y comiendo, Graciela Leahy, de 13 años, se sienta delante de su iMac para tener seis horas seguidas de estudios en su dormitorio.
Sus padres gastaron su primer pago gubernamental de la pandemia para crear habitaciones separadas para Graciela, estudiante de octavo grado en la Columbus Gifted Academy, de Ohio y su hermana menor.
La madre de Graciela, Elisa Leahy, admite que es un privilegio tener esa flexibilidad, apuntando que muchos amigos en la comunidad de inmigrantes de Columbus, que tienen circunstancias más duras o que hablan principalmente español, pasan más trabajo para lidiar con la transición.
Aun así, hay problemas. En la clase de música de Graciela —ahora mayormente teoría de la música— el instructor le grita a su propio gato mientras toma asistencia, preguntándose por qué falta una cuarta parte de los alumnos.
Su maestro de inglés se ausenta por padecer COVID-19, por lo que otro supervisa la lectura de “Romeo y Julieta”. Un compañero de aula tiene en sus brazos a su hermanito durante la clase de historia, en la que los esfuerzos del maestro para mantener la atención de los estudiantes incluyen un video que imagina a Napoleón jugando un concurso televisivo sobre la Compra de Luisiana.
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A las 11 a.m., Angelina Mistretta juega con trompos mientras escucha una clase por audífono, manteniendo ocupadas las manos con esperanzas de mantener alerta su mente.
Cuando cesaron las clases presenciales, no acabaron las expectativas inherentes a ser estudiante de la escuela para alumnos con alto rendimiento City Honors High School en Buffalo, Nueva York. En el calendario de la joven de 16 años este semestre hay clases avanzadas de Literatura, Historia, Álgebra, Francés y Biología.
El problema es que la ansiedad y “un caso grave de no quiero hacerlo”, dice, ha afectado su concentración. Un tutor contratado la ayuda con Álgebra, pero se está rezagando en otras dos clases.
Estos días, su madre, Wendy, trabaja junto a Angelina en el sofá. Cada día, Angelina debe completar las asignaciones de la jornada, aparte de una adicional para compensar.
“Ciertamente comienza a sentirse la fatiga”, dijo Wendy Mistretta. “Es agotador hacer todo ese trabajo cada día. Y a eso hay que añadir el agotamiento mental cuando no se sabe cómo y cuándo va a acabar”.
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Alrededor del mediodía, Javin comienza una sesión maratónica de juego de video. Mientras habla con otros jugadores, su madre trabaja cerca, ambos con audífonos e inmersos en sus propias conversaciones.
Es su primer día de regreso como procesadora de pagos para la agencia estatal de caza y pesca desde que se enfermó con COVID-19 en octubre, Aún sufre secuelas respiratorias.
Javin no está seguro de qué sucederá una vez se gradúe. Está ponderando un certificado de soldador en un el colegio comunitario local. Solicitó ingreso a universidades en Nuevo México y Colorado, pero siente que el año de pandemia no le permitió dar su mejor esfuerzo.
“Sí, es difícil porque lo hemos estado haciendo todo remotamente... y algunos maestros son más viejos y no entienden la tecnología, porque es algo nuevo para ellos”, dijo.
El lunes, Nuevo México anunció que las escuelas pudieran reabrir. Javin, que se pasó el día haciendo snowboarding, recibió la noticia al llegar a las prácticas.
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A las 12:48 p.m., Kristen comienza su cuarta y última clase, Comunicación para Negocios. Al igual que otras, terminará antes de los 90 minutos asignados.
El maestro anuncia una prueba. Los estudiantes que estaban mirando la clase por teléfono se apresuran a encender sus computadoras.
Kristen termina la prueba pronto y se prepara para un sketch que se supone ilustre una forma de distracción y cómo contralarla. Los estudiantes no han ensayado el guion que escribieron, en parte porque no pueden reunirse en internet por su cuenta usando el software de la escuela.
Kristen dice que ha continuado con buenas calificaciones este año, pero que ha sido más difícil.
“Siento que he aprendido menos que lo que aprendía en la escuela”, dijo. “El trabajo es más independiente. Realmente tenemos que aprender por nuestra cuenta”.
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Cuando el maestro de Ciencias de Graciela divide a los estudiantes en dos aulas virtuales para ayudarse mutuamente a finalizar el trabajo alrededor de la 1:10 pm, nadie habla mucho.
Graciela usa parte de ese tiempo para presentar una asignación retrasada de Matemáticas. Los maestros están siendo tolerantes y no hay repercusiones siempre y cuando se complete la tarea antes del final del período de calificaciones.
“Yo procrastiné mucho el año pasado, pero no entregué nada tarde. Solamente esperé hasta última hora”, dijo. “Pero ahora no existe realmente la última hora. Uno puede hacer cualquier cosa”.
Un nuevo tipo de actividad extracurricular cierra su día escolar. Ella tiene una videoconferencia con compañeros de clases que están compilando citas en un video “Querido 2020″.
Han escogido una cita optimista como cierre potencial: “No me venciste. Me ayudaste a crecer”.
aranza