Reportajes

Comunidades remotas de Brasil, reto en vacunación contra virus

2021-03-19

Brasil sufre un alarmante repunte de los casos de coronavirus, con cerca de 3,000 decesos al...

Por ERALDO PERES y MAURICIO SAVARESE

CAVALCANTE, Brasil (AP) — El vasto tamaño de Brasil y su deficiente infraestructura hacen que llevar la vacuna contra el coronavirus a comunidades remotas de indígenas y descendientes de esclavos sea una tarea especialmente titánica.

La enfermera Rosemeire Bezerra tiene años de experiencia inoculando a descendientes de esclavos, conocidos como “quilombolas”, en la municipalidad de Cavalcante, a unos 290 kms (180 millas) de la capital del país, Brasilia. Su mayor desafío en esta campaña es mantener las dosis de la vacuna por debajo de 8 grados Celsius (46 Fahrenheit) en una región tropical aislada. Esto es especialmente complicado en el Vão de Almas, hacía donde se dirigía.

El lunes, Bezerra protegió los refrigeradores de espuma polimérica con carcasas de cartón y los llenó de hielo. Tenía la intención de vacunar a 190 familias en cuatro días, antes de que el hielo se derritiese. Partió junto a su equipo y otros tres, incluyendo un experimentado conductor familiarizado con la remota región.

En el valle, las casas están muy alejadas unas de otras y las carreteras de tierra llenas de agujeros completan un viaje en el que es complicado mantener el contendor en equilibrio sobre el regazo. Los numerosos cruces de ríos ponen también a prueba a los vehículos con tracción a las cuatro ruedas.

El acceso es tan malo que Bezerra y su equipo suelen vacunar a la gente que encuentran en la carretera o cultivando sus campos, ya que es posible que no tengan otra oportunidad. A algunas zonas solo se puede llegar a pie, y tienen que llevar su propia comida y agua.

El equipo de vacunación se instaló en el interior de una escuela y colocó sus carpas en un aula. Bezerra durmió con una linterna y las neveras portátiles a su lado.

“Me despertaba tres veces en la noche para ver si la temperatura era la adecuada”, afirmó. “Es una gran responsabilidad si se pierden. Traté a esas vacunas como a mi hija”.

Brasil sufre un alarmante repunte de los casos de coronavirus, con cerca de 3,000 decesos al día por primera vez desde el inicio de la pandemia. Expertos en salud pública dicen que las restricciones a la actividad social y la distancia social pueden ayudar a aliviar la presión en las saturadas unidades de cuidados intensivos de los hospitales, pero la única solución a largo plazo es la vacunación masiva de sus 210 millones de habitantes.

Cerca del 6% de los brasileños ha recibido al menos una dosis según Our World in Data, una colaboración entre investigadores en la Universidad de Oxford y la ONG Global Change Data Lab. Solo el 1,5% tiene ya las dos dosis.

Se necesita una logística impresionante para llegar a las comunidades indígenas: a muchas solo se puede acceder en barco y hay que superar las dudas sobre las vacunas.

Miembros del remoto grupo baré, en el estado de Amazonas, recibieron las inyecciones el miércoles, luego de que trabajadores sanitarios viajaron durante más de dos horas por el Río Cuieiras desde la capital regional, Manaos, a la aldea de Nova Esperança. En un primer momento, algunos de los residentes habían rechazado la inyección.

Esta no fue la única vez que Januário Carneiro, coordinador de la unidad de salud indígena de la región, fue recibido con escepticismo y desconfianza.

Carneiro ha pasado horas convenciendo a la población nativa de que las vacunas son seguras y, según dice, ha tenido éxito. Hasta ahora, el 71% de los alrededor de 15,000 indígenas que viven en la región de Manaos recibieron la primera inyección, y el 52% tuvo la segunda esta semana, apuntó.

Aunque en Nova Esperança viven unas 195 personas, en su viaje del miércoles Carneiro inmunizó a apenas 19 que se habían quedado fuera antes. Esto ayuda a explicar por qué la prioridad de vacunación en las comunidades indígenas y quilombolas es una cuestión de eficiencia.

“Imagine si va a esas zonas aisladas solo para gente de más de 70 años, luego tiene que volver más tarde, pagando todo el combustible de un barco para un grupo pequeño. Este es el motivo por el que cuando vas, tienes que vacunar a todo el mundo a la vez”, explicó Jacqueline Sachett, profesora de enfermería en la universidad estatal de Amazonas, en un video publicado en el Instituto Fiocruz, de gestión estatal. “Esto no es solo una cuestión de derechos humanos”.

El jefe de Nova Esperança, José Prancácio, dijo que toda la aldea se contagió luego de que quienes viajaban a Manaos para comprar comida importaron el virus.

Manaos sufrió una devastadora segunda ola de casos de COVID-19 en enero, impulsada por una variedad del virus más contagiosa. Los hospitales estuvieron sin oxígeno médico durante semanas y los doctores tuvieron que elegir qué pacientes en cuidados intensivos recibían un ventilador.

El estado ha visto disminuir el número de contagios y muertes desde entonces, pero a la campaña de vacunación le queda todavía mucho por delante. Nova Esperança, por su parte, se acerca a la inmunidad. Después de recibir la inyección, Reinaldo de Souza Santos, de 37 años, mostró su tarjeta de vacunación para enseñar las pegatinas que demuestran que recibió las dos dosis.

“Ahora, mi gente está tranquila y muy feliz por esta vacuna”, señaló Prancácio. “Hasta que no haya una vacuna, mucha gente muere. Pero hoy, gracias a Dios, estamos 100% satisfechos”.

En Cavalcante, el quilombola Manoel Pereira y su esposa, Leona, recibieron la primera dosis de la vacuna de pie junto a la cerca de su plantación de mandioca. Con una bata desechable, Bezerra administró con calma una dosis a Pereira, que parecía ansioso por volver al trabajo.

“Esta es una comunidad muy pobre, con algunas zonas a las que solo se puede llegar con camionetas especiales”, afirmó Bezerra. “Nuestro equipo no ha escatimado esfuerzos. Necesitamos darles esperanza”.



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