Internacional - Seguridad y Justicia

Juicio contra Derek Chauvin: los testimonios de los jóvenes que presenciaron la muerte de George Floyd

2021-03-31

La mayoría de los testigos del martes eran niños y adolescentes en el momento de la...

Por John Eligon, Tim Arango y Nicholas Bogel-Burroughs | The New York Times

MINEÁPOLIS — Su video de los últimos momentos de George Floyd dio la vuelta al mundo. El 30 de marzo, en un tribunal, Darnella Frazier, la adolescente que ahora tiene 18 años, compartió su historia al público por primera vez, al declarar que aún la atormentan los gritos de Floyd pidiendo auxilio mientras ella veía a un agente de policía arrodillarse sobre su cuello.

Frazier, a veces llorando, habló en voz baja durante el emotivo testimonio en el segundo día del juicio a Derek Chauvin, el ex agente que enfrenta cargos de asesinato. Mientras su voz se quebraba, Frazier describió cómo lo que presenció aquel día del pasado mayo había cambiado su vida. A veces se queda despierta por la noche, dijo, “pidiendo perdón a George Floyd por no haber hecho más y no haber interactuado físicamente y no haberle salvado la vida”.

“Cuando miro a George Floyd, veo a mi papá”, añadió. “Veo a mis hermanos. Veo a mis primos, a mis tíos, porque todos son negros. Tengo un padre negro. Tengo un hermano negro. Tengo amigos negros. Y miro eso, y veo cómo podría haber sido uno de ellos”.

Frazier formaba parte de un grupo diverso de transeúntes que por accidente se convirtieron en testigos presenciales de uno de los casos de brutalidad policial más destacados de las últimas décadas. Eran negros y blancos. Había una bombera, estudiantes de secundaria y un luchador de artes marciales mixtas.

Sus relatos fueron una expresión del trauma de una ciudad que aún lucha por reconstruirse física y emocionalmente tras los disturbios del verano pasado.

La mayoría de los testigos del martes eran niños y adolescentes en el momento de la detención fatal, y pintaron un cuadro desgarrador y coherente de lo que ocurrió en la intersección de la calle 38 y la avenida Chicago en el sur de Mineápolis. Todos ellos dijeron que han sufrido con lo que vieron.

“Parecía que sabía era su fin”, dijo Frazier en su testimonio, refiriéndose a Floyd. “Estaba aterrorizado. Estaba sufriendo. Era un grito de auxilio, sin duda”.

Los transeúntes relataron cómo coincidieron en el exterior de una tienda de conveniencia por las razones más mundanas —conseguir un cable para el teléfono, comprar refrigerios, dar un paseo— solo para acabar convirtiéndose en actores centrales de un drama que conmovería a gran parte del país.

Instaron a la policía a prestar ayuda a Floyd en vano. Fustigaron a Chauvin y a los otros tres agentes presentes en el lugar de los hechos, y dijeron que sintieron miedo de que la policía les hiciera daño, incluso en un momento en que Chauvin puso la mano en su gas pimienta.

La defensa ha dicho que la multitud influyó en la forma en que la policía respondió tras llegar al lugar de los hechos. Esto se ha convertido en un punto crucial de discordia entre la acusación y la defensa.

El abogado de Chauvin ha dicho que los agentes se sintieron amenazados ante lo que veían como una multitud creciente y cada vez más hostil, que los distraía de la atención a Floyd. La fiscalía ha intentado presentar a los transeúntes como personas normales y corrientes que estaban asustadas y no representaban ningún peligro para los agentes.

Estas opiniones distintas reflejan las antiguas tensiones entre los residentes negros de Mineápolis y la policía que patrulla sus barrios.

El abogado de Chauvin, Eric J. Nelson, apenas presionó a la mayoría de los jóvenes testigos y no cuestionó sus relatos.

La prima de nueve años de Frazier, que estaba con ella fuera de la tienda de comestibles, Cup Foods, testificó el trauma de ver a Floyd sufrir cuando Chauvin se arrodillaba sobre su cuello.

“Estaba triste y un poco enojada”, dijo la niña, Judeah Reynolds, que, como los otros menores que declararon, no fue mostrada en cámara durante su testimonio. “Parecía que dejaba de respirar y que lo estaban lastimando”.

Frazier, que tenía 17 años en el momento de la muerte de Floyd, testificó que ella y su prima iban a una tienda a la que había ido muchas veces antes para comprar refrigerios. El video de vigilancia mostraba lo que parecía un paseo casual, con las primas sonriéndose mientras se acercaban a la entrada de Cup Foods. Frazier llevaba una sudadera con capucha sobre la cabeza y unos cómodos pantalones azules, mientras que su prima, menuda y de voluminosa cabellera, llevaba una camiseta verde azulado que decía “Love”.

Cuando vio a los agentes inmovilizando a Floyd, dijo Frazier, hizo entrar a su prima en la tienda y luego volvió a salir. Sacó su teléfono y pulsó el botón de grabación, creando un clip de aproximadamente diez minutos que luego publicó en Facebook.

Grabó lo que estaba ocurriendo porque “no estaba bien”, dijo Frazier, que se sentó en el banquillo de los testigos con un traje azul y por momentos dejó que sus lágrimas rodaran. Como ella, la mayoría de los seis testigos presenciales que declararon el martes describieron sentimientos de impotencia y rabia.

Si sintieron que no podían hacer nada por Floyd mientras estaba inmovilizado en la calle el año pasado, varios de los testigos insinuaron que esta era su oportunidad de hacer algo por él.

“Solo quiero que se sepa la verdad”, dijo Kaylynn Ashley Gilbert, una joven de 17 años que cursa el último año de secundaria y que había pasado por Cup Foods para comprar refrigerios y un cable de celular con una amiga, y se angustió por lo que vio que le ocurría a Floyd.

Genevieve Hansen, de 27 años, había visitado un jardín comunitario en su día libre y caminaba hacia su casa cuando vio las luces de emergencia en la cuadra. Como bombera y técnica en emergencias médicas, dijo que fue a ver si alguno de sus colegas estaba allí. Se encontró con una escena que la preocupó rápidamente, con Floyd inerte en la acera y una mujer gritando que los agentes lo estaban matando.

Les dijo a los agentes que debían tomarle el pulso, pero ellos la ahuyentaron, declaró.

“Estaba desesperada por ayudar”, dijo, secándose los ojos con un pañuelo de papel durante su testimonio. “Habría podido prestar atención médica en la medida de mis posibilidades, y a este ser humano se le negó ese derecho”.

Donald Williams, de 33 años, luchador de artes marciales mixtas, fue ese día a Cup Foods para comprar una bebida y despejarse después de haber ido a pescar con sus amigos y su hijo. Recordó que se había sentido un poco perturbado cuando vio cómo se quedaba sin vida un pez que habían atrapado y metido en una bolsa de plástico, dijo.

Se sintió atraído por la conmoción alrededor del auto de policía, y rápidamente se alteró cuando vio la rodilla de Chauvin en el cuello de Floyd. Parecía una hemorragia por asfixia, declaró, refiriéndose a que como luchador había visto cómo esa sujeción dejaba inconsciente a algunas personas. Se frustró tanto con los agentes que empezó a gritarles groserías.

Williams dio entonces un paso muy inusual: llamó a la policía para denunciar a la policía.

“Creo que he sido testigo de un asesinato”, dijo a una operadora del 911, según la grabación de una llamada que hizo esa noche y que se mostró en el tribunal. En el banquillo de los testigos, Williams se secó los ojos mientras se reproducía la grabación.

La operadora le preguntó a Williams si quería hablar con un sargento. Sí, le dijo.

“Fue malo lo que hicieron con este hombre”, le dijo. “Estaba inconsciente. No se resistía al arresto”.

En la grabación del 911, se oye a Williams dirigirse a los agentes: “¡Son unos asesinos, hermano!”.

Uno de los fiscales preguntó a Williams por qué había llamado al 911.

“Solo sentí que era lo correcto”, respondió. “No sabía qué más hacer”.

Al interrogar a Williams, el abogado de Chauvin lo presionó sobre su actitud hacia los agentes. El abogado, Nelson, repitió varias declaraciones vulgares que Williams había hecho a los agentes, y le preguntó repetidamente si se había enfadado esa noche. Un Williams aparentemente agitado replicó.

“Fui profesional y más profesional”, dijo. “Tenía dominio propio. No puedes pintarme como si estuviera enfadado”.

Hansen, la bombera, también parecía estar en desacuerdo con el esfuerzo de Nelson por presentar a los transeúntes como una turba enfadada. Durante un intercambio muy irritable, Nelson le preguntó a Hansen si describiría a la gente como alterada o enfadada.

“No sé si ha visto a alguien ser asesinado, pero es perturbador”, respondió ella, ganándose una amonestación del juez.



Jamileth